Ráfaga, espera, el rostro de la tormenta

Por Mercedes Alvarado

 

Ráfagas de viento que suben desde el Golfo de México; ráfagas de una tormenta o nosequé que viene del centro de USA… ráfagas que van a encontrarse a la par que despeinan las ciudades… lluvias y vientos y Miami mojada al menos por una semana más… pero no importa, porque igual me pongo unos shorts, una camiseta de tirantes… Es dìa del veterano; habrá un montón de gente en las calles… una nunca entiende lo que pasa de verdad con la gente que ha vuelto de la guerra…. algún mediodía hace unos años, en San Francisco, frente al café en el que descubrí qué carajos es un sandwich BLT, un hombre se mantenía de pie y en recorrido de 6 pasos en redonda, aquél hombre rubio y tatemado, con el cabello largo y descuidado, con la facha absoluta de ser un veterano… es que a lo mejor Hollywood había visto a éste veterano y no a los demás; a lo mejor Hollywood se había quedado con la imagen del medio loco que camina por la misma esquina, diciendo cosas inentendibles -lo que no entendemos de tan lúcidas-,  del que lo perdió un paso más hacia la infuncionalidad y un paso menos hacia la prudencia social. Pero hay un montón que están justo en ésa rayita del soyunapersonafuncional, del mejodieronperonomejodieron, del todavía le detengo la puerta a mis demonios… algunas personas deciden lidiar con sus demonios en casa porque les parece un proceso íntimo, personal y predominantemente humano; otros deciden sacar a sus demonios a las calles, gritarlos en la esquina de algún café, nombrarlos ante quien pueda escucharlos, para ellos es un proceso social y compartido, un proceso en el que no pueden -ni quieren- andar solos. Para todos: los que volvieron y los que nunca hemos ido, los que vieron volver en bolsas, los que esperaron sin esperanza y sin hartazgo -porque no les quedaba más que la espera-, los que cancelan la memoria y los que la nombran para salvarse… para todos los que faltan y para todos los que estamos, éste había de ser un día de ropa ligera, de ráfagas y lluvia y mojarnos y sentir el aire helado en la piel sudorosa; habría que ser un día pa lavarnos el alma en la tormenta.

 
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