‘Del río que corre’ o la pasión de Mosches
‘Del río que corre’ o la pasión de Mosches* Por José Ángel Leyva El tema de la antologías de poemas y poetas es y será polémico, no sólo por sus criterios sino por sus utilidades y aportaciones, por sus aciertos y sus injusticias, sus presencias y omisiones, sus propósitos y despropósitos. Eduardo Mosches no sólo ha resistido la corrosión del tiempo y el desgaste de la promoción cultural, de la edición de la revista Blanco Móvil durante treinta y dos años, sino ha sido capaz de renovar la publicación en lo formal y en lo sustancial; sobre todo la ha mantenido como una revista impresa que poco a poco toca los dominios de la virtualidad. Pero lo suyo hasta ahora es el papel. Quizás por esa fijación a la letra impresa y a la movilidad específica del tiraje, del natural deterioro de la materia, ha pensado en extraer de esa memoria o de ese cauce del olvido lo que a su parecer es más salvable o recuperable, o quizás más compartible, del bagaje lírico acumulado a lo largo de treinta años. Su justificación la halla en esas tres décadas dignas de celebrarse con una edición conmemorativa. La presencia periódica de una revista o de un suplemento cultural tiene de manera relevante el registro casi cotidiano de una actividad cultural visible, pero que puede transcurrir de modo imperceptible a la invisibilidad del pasado. Es allí, en esas vetas olvidadas, donde los investigadores, los académicos y los estudiantes encuentran información para identificar, descifrar, clasificar, conceptualizar, ponderar, etcétera. El horizonte de una publicación cultural es muy amplio y diverso, aun cuando su inclinación ideológica o estética esté más o menos decantada en su política editorial, en su discurso. En Blanco Móvil caben muchos intereses artísticos y culturales, pero la poesía ha tenido siempre un lugar de privilegio, en el sentido común no de un colectivo, sino de la dirección editorial en manos de Eduardo Mosches y una cauda de colaboradores, amigos, familiares, conocidos que han aportado sus granitos de arena o sus ladrillos en la construcción de esta ya larga historia de 140 números. Del río que corre no es un gesto romántico y nostálgico de Mosches, es una acción consciente e intencional de un editor que vislumbra la necesidad de colocar señales, indicaciones, mojones en el camino para quienes decidan emprender la revisión de su trayectoria como artífice de Blanco Móvil. Es además la facilitación de la lectura, en este caso de los poemas que, a criterio del antólogo, merecen ser releídos, reconocidos bajo la metáfora heracliteana del tiempo como río. Algo semejante hizo Edmundo Valadés en la revista El Cuento, al agrupar los relatos en antologías temáticas como La picardía amorosa, Con los tiernos infantes terribles, Ingenios del humorismo, Amor, amor y más amor, entre otros. La propuesta de Mosches conlleva un recuento de los poetas y poemas que han aparecido en la páginas de Blanco Móvil y que al parecer responden a la exigencia de su gusto y de su lectura crítica. Es un registro de autores, sí, pero es también una nómina de poemas cuya calidad es innegable en su gran mayoría. Las ausencias hablarán