Desaparecidos

Juan Antonio Rosado

 

[Artículo publicado en la «Revista Siempre» el 2 de julio de 2016]

¿Cómo expresar verbalmente el dolor más intenso, como el que produce la desaparición de alguien cercano, si no con el lenguaje poético, el único que, muy lejanamente, se aproxima a lo que se ha sentido? El lenguaje periodístico, informativo y en general burdo, se distancia para generar un impacto en el lector. En alemán, Schlagzeite (“el renglón que golpea”) no es sino el encabezado, lo primero que ve el espectador. La función del periodismo no es involucrarse y tomar partido, sino informar, aunque en sus manifestaciones más viles caiga en el sarcasmo y en una crueldad que, desde un punto de vista ético, es peor que la infantil, pues ha sido elaborada por supuestos adultos a quienes lo mínimo que debería exigírseles es el respeto por la víctima y sus cercanos. Para distanciamientos irónicos, prefiero la obra de los grandes artistas, como Thomas de Quincey y  El asesinato considerado como una de las bellas artes, o la modesta proposición de Swift. Las notas rojas pueden detonar grandes obras de arte (Crimen y castigo, A sangre fría, El túnelSobre héroes y tumbas, Las muertas…); sin embargo, el periodismo es en sí efímero y, como lo formulo en un aforismo: “La única utilidad digna de los periódicos es servir de excusado para gatos (o pericos)”. Este aforismo es injusto, ya que también la prensa es útil para destapar cloacas (cuando verdaderamente es digna) y para el investigador, concretamente para los historiadores. Pero el lenguaje poético no es palabra inmediata, sino esencial: allí está, por ejemplo, el poema “General”, de Manuel José Arce, para no extenderme en el asunto, y allí está el número 133 de la revista literaria Blanco Móvil, de reciente aparición, si bien dedicada a los desaparecidos.

Juan Antonio Rosado

[Artículo publicado en la «Revista Siempre» el 2 de julio de 2016]

 

¿Cómo expresar verbalmente el dolor más intenso, como el que produce la desaparición de alguien cercano, si no con el lenguaje poético, el único que, muy lejanamente, se aproxima a lo que se ha sentido? El lenguaje periodístico, informativo y en general burdo, se distancia para generar un impacto en el lector. En alemán, Schlagzeite (“el renglón que golpea”) no es sino el encabezado, lo primero que ve el espectador. La función del periodismo no es involucrarse y tomar partido, sino informar, aunque en sus manifestaciones más viles caiga en el sarcasmo y en una crueldad que, desde un punto de vista ético, es peor que la infantil, pues ha sido elaborada por supuestos adultos a quienes lo mínimo que debería exigírseles es el respeto por la víctima y sus cercanos. Para distanciamientos irónicos, prefiero la obra de los grandes artistas, como Thomas de Quincey y  El asesinato considerado como una de las bellas artes, o la modesta proposición de Swift. Las notas rojas pueden detonar grandes obras de arte (Crimen y castigo, A sangre fría, El túnelSobre héroes y tumbas, Las muertas…); sin embargo, el periodismo es en sí efímero y, como lo formulo en un aforismo: “La única utilidad digna de los periódicos es servir de excusado para gatos (o pericos)”. Este aforismo es injusto, ya que también la prensa es útil para destapar cloacas (cuando verdaderamente es digna) y para el investigador, concretamente para los historiadores. Pero el lenguaje poético no es palabra inmediata, sino esencial: allí está, por ejemplo, el poema “General”, de Manuel José Arce, para no extenderme en el asunto, y allí está el número 133 de la revista literaria Blanco Móvil, de reciente aparición, si bien dedicada a los desaparecidos.

El último número de Blanco Móvil no es (ni a años luz) la nota roja, sino la memoria que persiste, resiste, permanece con su dolor y a menudo rencor. ¿Fue Hegel quien dijo que el ser humano es el dolor de la materia? Treinta escritores participan en este número de Blanco Móvil. Sería imposible citarlos a todos, pero ya que me referí al periodismo, destaco estos versos del poema “Antes I”, de Adolfo Castañon: “No sé cuántos ejemplares imprime el periódico/ No sé cuántos periódicos hay en México”. Y también éstos, de terrible actualidad: “A veces pienso que son el mismo periódico/ Que todos los días les cambian la fecha/ Pero que es el mismo/ con las mismas faltas de ortografía/ con la misma y rota sintaxis/ Que son los mismos muertos/ las mismas muertas/ (Éramos tan felices/ cuando las usábamos como título de novela)”. Hay una clara alusión a Ibargüengotia en este último verso.

El número 133 de Blanco Móvil contiene también textos en prosa. Su intención es mantener viva la memoria en un pueblo desmemoriado. Además de Castañón, entre otros escritores participan Ernesto Lumbreras, Claudia Hernández de Valle-Arizpe, Eduardo Mosches, Bárbara Jacobs, Francesca Gargallo, Cynthia Pech, José Ángel Leyva, Coral Bracho, David Huerta, Silvia Zambrano, Gerardo Amancio, Ethel Krauze, Margarita Drago, Blanca Luz Pulido, Rubén Medina y Juan Domingo Argüelles.

Fuente: http://www.siempre.com.mx/2016/07/desaparecidos/

 

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