Como garganta que lleva el diablo
Imagen: Carlos Santos
Por Geovani de la Rosa
La tos se ha convertido desde hace algunos meses en mi actividad diaria. Toso en ayunas, en plena merienda, rumbo al trabajo, en el teclado comunal del trabajo, en la cena, en plena madrugada.
La tos ha sido de diferentes tipos. Desde la tos proceso de autosanación del cuerpo que nació de una gripe que no atendí con la voluntad y la violencia necesarias, hasta la tos seca que me dejó dolores de costilla y decidí no fumar por varios días.
En casa todos tosemos. Todos nos pasamos la enfermedad. Cuando no es el hijo menor, es el mayor. Y si no la madre. Y si no yo. Hay ocasiones en que estamos los cuatro tosiendo a mansalva y en coro entre esas paredes sin estilo de la pocilga que rento.
He probado de todo. Primero, unas tabletas de vitamina C que además me curan la depresión. Funcionó. Era noviembre. Sólo que en menos de una semana la tos, cual bicho aferrado a su reino, volvió a aparecer y pasé las navidades y el año nuevo carraspeando como aquel Thomas Bernhard encerrado en una clínica de tuberculosos y enfermos de su tipo. Y tan homeópata que soy decidí atacarla ahora con litros de jugo de naranja y sendas cucharadas de miel. No disfruté las navidades y pensé que el mal se remediaría con una botella de mezcal. Seguramente en esos días bebí un huerto de naranjas, dejé sin miel a algunas urbes de abejas, y el mezcal como salto mortal.
La calma volvió. Era enero. Pero, después de mis dos días de descanso que inmerecidamente me gano, volví a la oficina y con ello resurgió este mal de mis mil y una maldiciones. No soporté el dolor de la garganta que decidí ir con una médica a una farmacia del doctor Simi, que pululan como autoservicios en este país. Ir al Seguro, ni en sueños: una cita se consigue dos o tres meses después de que la pides y la necesitas. Así que a curarse y a provocarse una anemia con antibióticos, ibuprofeno, loratadina y demás, hasta pastillas contra infecciones sexuales me recetó la doctora, pues por una tos no dejaría de tener sexo y mucho menos lenguar la pulposa intimidad de mi pareja. El bicho ya se había extendido hasta el pene y la vagina, y había que atemperar la arrechera si quería un espacio en la alcoba, me advirtieron en casa.
Me gasté media quincena en esos medicamentos que lo único que provocaron fue que adelgazara más de lo que ya estoy. Sí, parecía al tísico Bernhard en esa sala de enfermos terminales. La tos volvió con menos violencia. Yo seguía de arrebatado con los cigarros. En casa todos moqueando y carraspeando a todas horas.
De pronto, hace algunos días, apareció esa tos seca que me provocó dolor en la boca del estómago y me sacó hasta una maldita almorrana. La garganta y el culo inflamados, y yo tosiendo sin descanso.
Después de un partido, un compañero del fútbol me dijo que estaba preocupado por mi tos que no desaparecía, que tomara por las mañanas ambroxol y loratadina. A la primera no le hice caso. Pero fue la decisión que tomé ante esta dolorosa tos seca que me invadió llegado marzo. Me automediqué tomando una pastilla de ambroxol cada cuatro horas durante cuatro días y otra de loratadina cada 24 horas. Dejé de fumar. Las flemas afloran poco a poco y la boca del estómago y el culo ya no me duelen tanto.
Por ahora, saldré a fumar el último cigarro antes de largarme de mi precario trabajo y haré cuentas de cuántos días pasarán para que me vuelva a atacar este mal que me hace carraspear como garganta que lleva el diablo.
Geovani de la Rosa Peña (Pinotepa Nacional, Oaxaca, 1986). Licenciado en Ciencia Política y Administración Pública, (UAGro. 2009). Ha sido becario del programa Jóvenes Creadores del Fonca en Poesía (2012-2013). En 2012 publicó el libro Babélico (Praxis-