Antonio Leal. Una estampa de la «Poesía joven de México» en 1967 seguida de dos poemas inéditos

Sesión de presentación mensual de los adelantos de mi proyecto de beca en el CME, presidida por don Francisco Monterde, frente a mi Juan Rulfo junto a Salvador Elizondo, al lado de este último La China Mendoza, en el extremo opuesto a don FM Carlos Montemayor, que no aparece y los demás compañeros de beca a mi derecha, de espaldas.

 

A invitación del poeta Andrés Cisnegro, accedo a la Revista Blanco Móvil, con dos poemas de mi libro inédito Exordio unánime y la respuesta a cinco preguntas relacionadas con aspectos que quizá a los lectores de esta publicación digital les permita conocer en detalle, en una especie de intento autobiográfico mi presencia dentro de la historia literaria, en lo que cabe, de la letras mexicanas.

 

 

¿Cuál fue tu relación con los poetas de la antología de Poesía joven de México?

 

 

La antología a la que haces referencia fue la que en el año de 1967 la editorial Siglo XXI publicó en un esfuerzo por dar a conocer a los escritores que en ese tiempo no estaban considerados con el suficiente prestigio como para ser publicados por separado por las editoriales mexicanas. Fue un libro mínimo, apenas una muestra del trabajo de cuatro autores que ya arraigados en el medio cultural de entonces aparecían frecuentemente en las más importantes revistas literarias y en todos los suplementos culturales de los más importantes periódicos nacionales del país. De esta forma más lectores pudieron conocer de cerca los trabajos del poeta tabasqueño José Carlos Becerra, de Alejandro Aura, nacido en lo que era llamado el Distrito Federal, hoy Ciudad de México, Leopoldo Ayala, también nacido en esa megalópolis y a Raúl Garduño, nacido en la estado de Chiapas.

 

Si viviera Raúl, él podría decir aquí que el maestro Juan José Arreola un día y en lo que sería la fase de recolección de textos para esa antología, llegó a pedirle que me buscara (yo por esos años, procedente del Estado de Quintana Roo, también vivía en México) para que yo fuera incluido en esa antología. Y no me buscó, a pesar de nuestra gran amistad. La ocasión en la que nos vimos me dijo, maestro, no te encontré y no pude decirte nada.

 

Aquí hay que mencionar otra vez a Arreola, y decir que en literatura y en poesía, el maestro era el mejor referente, puede ser que Siglo XXI le haya solicitado su parecer para la confirmación de la antología de la que hoy hablamos. También debo decirlo. Lamentablemente todos los poetas incluidos en Poesía joven de México, han dejado corporalmente de estar en este mundo. Cuando asistí por primera vez en mi vida a un taller de literatura, fue al Taller Literario de Juan José Arreola. Y Alejandro Aura era “el poeta del Taller”, justamente. La reunión se llevaba a cabo en un salón prestado por el OPIC (Organismo de Promoción Internacional de la Cultura) en donde presenté un manojo de seis o siete poemas, por fortuna debidamente mecanografiados por un joven estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria No. 1 de la CEDEMEX, quien a pregunta de uno de los asistentes y desde la última fila del inmueble, de que si yo tenía algún escrito, cogió mis textos y de mano en mano llegaron a las del maestro Arreola, quien con su devoción los leyó con interés destacando los aspectos más relevantes de lo que podría apuntar a ser un texto literario. Pero, quién es el autor de estos poemas, preguntó. Así dio comienzo de una manera formal mi perfil literario como el poeta Antonio LEAL.

 

Y el taller llegó a tener su propia revista llamada Mester. Algo de índole netamente arreolista, un verdadero Mester de jugaría o de clerecía, y como sucede en todas las revistas de literatura dejó de publicarse en el número 12, en pleno peregrinaje del Taller por diversos sitios de la ciudad, aunque a muchos de sus integrantes y otros escritores que no asistían al mismo, continuaban visitando al maestro Arreola, en su propio domicilio para mostrarles sus textos. Sería interesante aquí desmentir, si no hasta el genial cuentista Juan Rulfo, igualmente llegó a entregarle al maese los originales de Pedro Páramo.

 

Yo llegué a escuchar cierta vez que entre entusiasmo y vivacidad desmedida expresara Arreola que para ordenar los cuentos de Pedro Páramo, los aventó ora sí que al aire y como cayeron así quedaron distribuidos los capítulos. A ese grado. Al maestro poeta José Carlos Becerra lo pude visitar una o tres veces en la casa de huéspedes en donde vivía, por la calle de Manzanillo, en la Colonia Roma. Un cuarto para él solo, una mesa con libros, un cuadro en la pared cerca de la mesa, en donde pude distinguir la firma al calce: Arquitecto José Carlos Becerra. Era arquitecto.

 

Del poeta Alejandro Aura, recuerdo su calidez y gran trato humano, además era actor de teatro, llegué a ver varias obras en donde dirigía y aparecía en escena. También algunos de sus versos de entonces leídos en el Taller de Arreola que logré fijar en mi memoria hasta ahora: “Anda la luna sangrando a cada vuelta, porque unas manos anónimas le rasgaron el vientre. Y tú lo sabes y callas. Y yo lo sé y me lo callo”. Él era el poeta del Taller.

 

A Leopoldo lo conocí en el Taller Literario de Juan José Arreola, la amistad era directa y cordial, y el trato personal era de franca camaradería. Al integrarme al Taller Literario la revista Mester que recogía los textos que Juan José Arreola había considerado dignos de ocupar un sitio entre sus páginas, ya tenía varios números publicados. Un día el maestro Arreola me dijo que le llevara los poemas que habían soportado el análisis del Taller. En el número 7 de Mester del mes de junio de 1965 apareció mi nombre entre sus páginas. El sumario dice: Gerardo de la Torre: El otro difunto. Antonio Leal: Poemas. Leopoldo Sánchez Zúber: De cacería. Rafael Riquelme: Poemas. Mari Zacarías: Un príncipe pintado de azul. Jaime Cardeña: Más sobre Onésimo Segundo. Agenor González Valencia : Sonetos. René Avilés Fabila: Las Gorgonas. Reyna: Para Rimbaud de las hojas perdidas de su carnet. Salvador Alcocer: Poemas. Antonio Castañeda: Poemas. Javier Aragón: La fiesta. Sergio Gómez Montero: Poemas. Irene Prieto: Ofrenda.

 

En el número 8 de la revista del mes de julio siguiente aparecieron poemas míos, en el número 10 del mes de noviembre volví a publicar, y Mester deja de salir en el número 12, o sea, en el mes de enero de 1966. En mi biblioteca guardo los números 5 y 6, lamentablemente no todos, correspondiente a los meses septiembre-octubre y noviembre-diciembre del año de 1964. Ese año ingresé a la Escuela Nacional Preparatoria no. 1 en donde cursé los tres años de prepa y se daba el caso de que el maestro de filosofía me decía: poeta, no entre a clases, baje al café (de la escuela) y espéreme para tomarnos un café, la teacher de inglés me llegó a obsequiar Las elegías de Duino, de R M Rilque, todos me llamaban poeta y yo feliz. En la Materia de Español sacaba desde la primaria calificación de 10. En clases de redacción llegaba a proponer mis propios poemas como ejemplo.

 

Volviendo a la antología de la Poesía joven de México, todos, excepto Raúl Garduño tuvieron la beca de poesía del Centro Mexicano de Escritores. Para conmemorar los primeros 45 años del Centro Mexicano de Escritores (“se fundó en 1951 con el entusiasmo de Margaret Shedd, Alfonso Reyes, Carlos Prieto, Felipe García Beraza, Martha Domínguez Cuevas, y por supuesto con el patrocinio incondicionado de instituciones públicas y privadas”, señala el novelista José Agustín en un artículo publicado en el periódico Excelsior el 13 de agosto de 1981). Precisa: “Trabajar durante un año con artistas de la estatura de don Francisco Monterde, de Juan Rulfo y de Salvador Elizondo (y antes con Ramón Xirau, con Juan José Arreola) en.sesiones semanales de taller literario, es algo fundamental e invaluable».

 

Y Salvador Elizondo, quien tuviera en su oportunidad una beca del CME, señala por su parte que “Desde su instauración el Premio Xavier Villaurrutia, uno de los máximos galardones literarios, ha sido otorgado casi siempre a obras que han sido realizadas en el Centro Mexicano de Escritores o por ex-becarios de él».

 

Don Felipe García Beraza, unos de los fundadores del CME, tras señalar que la institución fue fundada el año de 1951 por la novelista norteamericana Margaret Shedd, tuvo como primer presidente a su Consejero don Alfonso Reyes, a quien siguió en la presidencia don Julio Jiménez Rueda… creemos que a lo largo del tiempo ha cumplido sus propósitos. Más de 240 escritores han sido becados desde su fundación.

 

Lo que reproduzco aquí viene registrado en el libro Los becarios del Centro Mexicano de Escritores (1951-1997), bajo la autoría de Martha Domínguez Cuevas, según se señala en el colofón dicha obra se publicó el mes de abril de 1999. Y en esta obra antológica hay, como siempre erratas. Lo que se anuncia en la portada es: Los becarios del Centro Mexicano de Escritores (1952-1997).

 

De ser así hubiera sido terriblemente incongruente, no incluir a Juan José Arreola como uno de los primeros becarios fundadores del CME a partir de que después de indicar que “nace el 21 de septiembre de 1918 en Ciudad Guzmán (Zapotlán el Grande), Jalisco y tuvo en dos ocasiones seguidas la beca del CME. En 1951-1952 y 1953-1954”. Y de Juan Rulfo. Nace el 16 de mayo de 1918 en Sayula, Jalisco, muere el 8 de enero de 1986. Fue becario en 1952-1953 y 1953-1954.

 

En referencia al tema de los poetas incluidos en la antología de la poesía joven de México, en estricto orden cronológico fueron becarios del CME Alejandro Aura 1964-1965, Leopoldo Ayala 1965-1966. José Carlos Becerra 1967-1968. En la promoción de becarios siguiente de 1968- 1969, Antonio Leal.

 

Conocí al poeta Raúl Garduño en la ciudad de México una noche en la que el vate Jaime Sabines (becario del CME 1964-1965) abrió el ciclo de un recital de poetas efectuado una noche en la sala de arte del OPIC en un departamento que no sé quién dispuso para convivir con el poeta Sabines entre tragos y viandas. Allí se dieron cita varios amantes de las letras oriundos de Chiapas, tierra fecunda de notables poetas.

 

Y allí nació una amistad que fue creciendo con lecturas mutuas de nuestros escritos todavía antes de ser publicadas en revistas especializadas de literatura y en suplementos culturales de los principales diarios de circulación nacional. Motivos de alegría eran los días en los que ambos aparecíamos publicados allí junto con Becerra, Ayala, Aura y otros poetas que en ese tiempo merecían mayor atención a lo que escribían, incluyendo a mujeres poetas de excelente lectura.

 

Mi amistad con Raúl duró a partir de ese entonces hasta su lamentable muerte ocurrida en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Recuerdo vivamente una tarde entre cervezas que hablamos sobre el tema de la beca de poesía (se otorgaban estímulos a novelistas, cuentistas, autores de teatro, ensayistas, etc.) de ese año. Al enterarse de que yo había enviado mi proyecto me indicó que por su parte él también lo había hecho. Le sugerí que yo podría retirar mi solicitud de beca y que podríamos los dos someter una petición de que se fueran otorgadas en esta ocasión dos becas de poesía.

 

Maestro!, dijo en su acostumbrado tono estentoreo y celebratorio: si te la dan a ti! hinco! Si me la dan, habrá vino para celebrarlo. Lamentablemente, aunque la merecía, Raúl no fue becario del CME.

 

Querido amigo poeta. Considero que hasta aquí contamos suficientes razones para lograr interesar a los dialectos lectores de Blanco Móvil en una primera entrega, como sugeriste para continuar compartiendo nuestra versión sobre el mundo literario en una época de México.

 

ANDAR A CIEGAS

 

Cada poeta vive en un estado

de gracia. Nace igual que una estrella

para alumbrar al mundo. Es aquélla

su destino que tiene señalado.

Lo que escribe, es un vino trasegado,

que vino más divino en la botella

guardado de un naufragio: es su huella

que en la árida memoria ha encallado.

¿Qué poeta encontró el camino breve

que deja la esfinge en la hoja en blanco,

la guadaña de plata de la luna,

que en este verso asomar se atreve?

¿Quién dijo que un poema es, de alguna

forma, andar a ciegas un barranco?

 

 

 

ELEGÍA PARA UN HERMANO MUERTO*

a mi hermano Bíder

 

llegó el otoño.

lejos quedaron los relámpagos de agosto,

(el mes de Leo, Bíder, de tu cumpleaños, por cierto),

las luminarias estivales que rodaron lento,

los retratos familiares colgados en la tabla triste

de nuestros corazones rotos,

y el alma de dios de un hermano muerto.

también se va quedando lejos mirar reunidos el box,

y caray, hermano, la noche en que no miramos juntos

al Canelo Álvarez venciendo lindo a Gennady Golovkin,

cada vez más distante, no sé bien ahora en dónde,

pero también lejos, que aún no comprendo con quién verás

ahora las novenas de béisbol de los dodgers,

y cómo juegan hoy los cardenales,

si hay playoff en cincinati o  boston,

o si esta semana los yankees de ny van a la serie mundial.

y ganan distancia también ahora

las labores de amaraje

cuando ya sin ti comemos nuestro pan de lágrimas,

y lo comemos solos,

bastante solos bajo el árbol de tu sombra,

y hasta sucede que pensamos

que en la capilla ardiente nos oíste que rogamos:

alma de cristo, sálvalo,

en tus heridas, escóndelo,

niño de atocha, arrópalo en tus brazos,

precisamente ese día que en tu velatorio,

lastimados,

dejamos en tu helada frente nuestro

inmaculado beso amoroso.

después,

ya en medio de la nada,

seguro tampoco viste

de cómo nos jodía en la sangre tu muerte,

y tampoco a esos pájaros imposibles

que picoteaban más allá

los últimos restos de tu día en el mundo.

 

*Del libro Exordio Unánime/ poema (inédio)

 

 

Antonio Leal nació en la ciudad de Chetumal (1952 ), en la parte sureste de México, en esa región única del Caribe que le corresponde al Estado de Quintana Roo, cuyas aguas acaban por conectarse con las del Golfo de México. Poeta, egresado de la carrera de sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue miembro del Taller Literario de Juan José Arreola y becario de poesía del Centro Mexicano de Escritores. Libros publicados ( poemas ): Duramar (Universidad Nacional Autónoma de México (1981), Canto Diverso (La Tinta del Alcatraz, 1995), Poemas Provinciales,(El taller del autor), Pontevedra, España 2004), Thalassa (siglo xxi editores, 2008), La fauna exaude (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2012). Divagario, Ed. Universidad Autónoma de Querétaro, 2015. Aparece en varias antologías, entre ellas: Cinco poetas jóvenes (SEP, 1967).Tiempo vegetal. Poetas y narradores de la Frontera Sur. Ed. Gobierno del Estado de Chiapas, 1983. Recuento de voces. Programa Cultural de las Fronteras, SEP. 1987. Quintana Roo: una literatura sin pasado (1990). Antología general de la poesía mexicanaPoesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días, dos tomos. (Océano, 2014). World Poetry Yearbook 2015. Ha participado en encuentros literarios en España (2005), Chile (2005), XII Festival Internacional de Poesía, La Habana, Cuba 2007, XXVIII Congreso Mundial de Poetas convocado por la Unesco, Acapulco, México, 2008. VII Encuentro Internacional de Escritores, Costa Rica 2010. Becario de Creadores con Trayectoria por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Gobierno del Estado de Quintana Roo, 2010. Su obra poética ha sido traducida al catalán, francés, inglés y portugués. Se le considera el iniciador de las letras contemporáneas en Quintana Roo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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