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¡Viva la brevedad!

 

Por Juan Antonio Rosado

COLUMNA TRINCHES Y TRINCHERAS

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En gran medida, los juicios en países como México duran mucho porque gran cantidad de leyes está mal redactada o suscita ambigüedad en su interpretación. Lo mismo ocurre con los manuales operativos, instructivos, formularios y otros géneros no literarios: muchas veces los usuarios nos rompemos la cabeza para descifrar los textos. Y si a eso agregamos la falsa elegancia del lenguaje administrativo, que peca de arcaísmos, anacolutos, frases encadenadas, exceso de oraciones subordinadas, nominalizaciones, redundancias, pésimos usos de gerundio y perífrasis verbales, la interpretación se vuelve más trabajosa: leer se convierte en tortura.

En realidad, un texto bien redactado debería entenderse a la primera lectura. El vocabulario difícil es otro tipo de competencia y para ello están los diccionarios especializados. Aquí me refiero concretamente a las estructuras gramaticales y al uso de conectores adecuados, así como a la puntuación. Ya es tiempo de ser directos y exigir concisión, brevedad, síntesis. ¡Vivan el punto y seguido y las oraciones breves en esos tipos de documentos! Al fin y al cabo, lo escrito escrito está. ¿Para qué reiterar, redundar, repetir, insistir, recalcar…? ¿Para qué colocar una lista o colección interminable de fundamentos jurídicos, con nombres e incisos de artículos al inicio del texto, si esos fundamentos podrían ir bien al final, en una lista con viñetas, a fin de que sirvan justo para ser consultados, sin confundir al lector? ¿Por qué no empezar con las ideas principales y al final poner los fiundamentos jurídicos? ¿En qué altera el orden al texto si, de cualquier modo, todo está escrito? ¿Por qué no evitar esa falsa elegancia y también los saludos y despedidas interminables? Siempre casada con la petulancia, la ignorancia cree que es mucho más elegante escribir: «Por medio de la presente, me permito informarle, con todo respeto, si usted no tiene inconveniente…», o enlistar decenas de leyes e incisos para después, en medio del texto, comunicarnos que tenemos que pagar una multa o culaquier cosa por el estilo.

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Me parece que todo esto debe cambiar. Ser directos no es ser groseros, a no ser que seamos acomplejados. Se puede ser amable y directo. Un texto institucional, un oficio, una minuta, un reporte, un mensaje por correo electrónico poseen funciones específicas: se escriben para algo y no para torturar al lector ni generar malabarismos verbales ni obtener poder sobre nuestro interlocutor mediante un estilo ininteligible. Miguel de Cervantes defendió la llaneza de la lengua y por eso Don Quijote fue un gran éxito en su época: todo mundo lo leyó por su sencillez, y si a muchos les parece difícil hoy es porque el idioma ha cambiado en 400 años: ya no hablamos el mismo español de los siglos XVI y XVII.

            Para referirse y elogiar la brevedad y la concisión de forma, muchos autores citan a escritores como Julio Torri o Juan José Arreola, quien conquistó la brevedad a base de castigar el lenguaje, cortar, pulir. Otros van más lejos y citan a Baltasar Gracián, quien en su Oráculo manual y arte de prudencia afirma: “La brevedad es agradable y lisonjera. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo”. Yo iré más lejos en el tiempo. Leyendo a Marcial, el gran escritor hispanorromano, me topé con este epigrama, donde el poeta elogia la brevedad y llaneza: «Tú sostienes, Gauro, que mi talento es chico, y lo pruebas porque hago poemas que gustan por su brevedad. Lo confieso. Pero tú, que en estilo grandilocuente escribes en doce libros los magnos combates de Príamo, ¿serás gran hombre? Yo esculpo al niño que Bruto admira y doy alma a Langón; tú, Glauco, genio grande, amasas un gigante de arcilla». Eso es lo que son la mayoría de los textos jurídicos de miles de páginas: gigantes de arcilla, con la diferencia de que quien los escribe tiene el poder de interpretar. Ya es tiempo de que los contribuyentes tengamos el poder mediante leyes claras, que contemplen gran cantidad de casos y excepciones de modo conciso, contundente, efectivo y breve.

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