Viajes fantásticos desde cualquier mundo por José Luis Zapata


Existen clichés que se han repetido vez tras vez a lo largo del tiempo que sólo sirven para
idealizar la literatura y dar una idea equivocada de lo que ésta significa en nuestra vida y
para nuestros pueblos.

Si bien es cierto que gracias a la literatura podemos “descubrir mundos nuevos”,
“viajar sin salir de casa” y “conocer lugares que no existen” no significa que al leer, o al
elegir lecturas, tengamos esa visión tan reduccionista. Tampoco digo que se busquen los
temas filosóficos más complejos en cada una de las obras literarias que caigan en nuestras
manos.

Cada lector buscará lo que mejor le parezca, lo que más le guste, lo que crea que
puede servirle y lo que, en ocasiones (depende del ego de cada individuo) le recomiende
alguna persona. Tal vez sea en ese pequeño espacio donde la crítica, las reseñas y los
“lectores especializados” asoman sus cabezas y descubren que no son tan odiados (o
ignorados) como pensaban; que todavía hay gente dispuesta a escucharlos, tomar en cuenta
su opinión y, en menores casos, seguirlos a ciegas.

Por otro lado, hay una figura muy especial e importante que casi siempre pasa
desapercibida. Solemos caricaturizar el encuentro entre autor y crítico como una pelea de
box, donde ambos antagonistas exponen sus mejores argumentos con la intención de
ganarle la batalla al otro. Nunca habrá empates, en ocasiones será el knock out el que decida
la contienda, o se alargará hasta que sea un triunfo por decisión dividida, pero jamás
empate porque el juez de esta contienda será el tiempo.

Continuando con este símil cortazariano, las peleas de box no serían tan
espectaculares, tan llamativas, tan mediáticas sin el respaldo del promotor. No sabemos
cómo habrían sido las carreras de Mike Tyson, Julio César Chávez, Manny Pacquiao o Saúl
Álvarez sin personajes como Don King, Óscar de la Hoya, y Bob Arum. ¿Qué habría sido
del boom latinoamericano sin Carlos Barral, sin Carmen Balcells? ¿Qué sería de Anábasis
sin Victoria Marín?

El trabajo de Marín en esta antología es bien intencionado, se nota que está bien
pensando y bien ejecutado. Su producto final es un libro ágil, interesante en muchos sentidos y,
lo cual creo que es su mayor fortaleza, hace olvidar por completo las fronteras políticas,
lingüísticas y generacionales.

Este éxito, creo yo, tiene sus bases en la temática completa de la antología. La
“narrativa fantástica y ficción histórica” no está aquí por simple capricho de la editora,
también es una forma de colocar la antología en un lugar para todos los autores, con un
mismo pasado y con las mismas influencias literarias. Esto es más evidente en la sección
dedicada a la Edad Media. En ella, autores de diferentes países, de diferentes generaciones
y con diferentes formas de narrar una historia, convergen en un pasado que no es el suyo,
pues la edad media de sus pueblos ni siquiera estaba en contacto con el pasado de los
pueblos que en sus relatos aparecen… Y no tienen que ser su pasado para escribir sobre
ello, esa es la ventaja de la literatura.

Esta sección se coloca como la joya de la antología. Gracias a la astucia de sus
autores, al manejo del lenguaje, de los tiempos, a los ritmos encontrados y, sin duda, a la
investigación histórica que se ve reflejada en cada relato. Se aprecia la herencia de Borges,
el recuerdo de Álvaro Enrigue. Sin duda es una sección impecable.

Para los amantes del género, esta antología presenta reescritura de personajes
clásicos, mundos contemporáneos donde abunda la fantasía y la reinterpretación de algunos
otros motivos de la literatura fantástica.

Esta antología sirve para mostrarle al mundo (porque a pesar de ser una antología
editada en Costa Rica, se puede leer en cualquier parte del mundo porque está en libre
descarga en la página web de Revista Virtual Quimera (no confundir con la española
Revista Quimera)) que Iberoamérica está interesada en leer y escribir sobre la edad media,
sobre mundo que no existen y que, a pesar de que llevamos dos años en pandemia y el
horizonte sigue siendo gris, podemos visitar, a través de la lectura, mundos fantásticos que
existieron en el pasado o existieron solamente en nuestra pantalla favorita de lectura.

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