Un trayecto en el camino

El protagonista es un objeto interdimensional. Nadie lo advierte, absoluto se nota, formado, pues pretende deducir la razón de ser. Anda irracional en esencia, deprisa, rumbo a profundidades que si llega halla una exactitud relativa, tal cual detalla dado límite. Trata del progreso aleatorio, la virtud erudita en su más porque gnosis de luz, reflexión con poderoso manto, uniforme incluso, por asombro el movimiento preciso, cósmico, verdadero y tan seguro. Luego algo abstracto emprende.

Quienes narran dicha noción de avance son un ente, inserto multiextenso en el viaje documenta, motivos infinitos, secretos encerrados que igual sobrepasan. Cualquier situación reconocen, lo elemental controlan. Un enorme agujero negro los absorbe, protoplasma reunido a la vez incluye. Entonces nunca nada. Entender así equivoca, como ventrílocuo histérico sin manos o curandero con cuerpo físico.

El signo específico vaga suficiente para expresar inmensidad, la humareda espacial da sentido. Estamos en una nube. Cuando llovizna parece medusa. Cierto universo crea y nosotros generamos el contexto que bien rodea. Existe un destino ahora de memoria colectiva, pero se acabó, no quiero saber mucho del asunto.

Momentáneamente procesos químicos o flujos característicos del campo cuántico abundan, brindan información entrelazada, casi vinculada vía efecto túnel. Aparecer en un lugar inesperado de repente altera, el silencio maquinal te traga.

El hoyo de gusano diversidad arroja y una singularidad vacía. La perspectiva crece hacia observar pasos mientras un sueño. Transportarse consta del punto de vista.

Estoy, junto a Villanueva, borracho. Esta es mi parte favorita, haré largas historias. Heme aquí en amplia longitud reservada, energía oscura e invisible de tono ausente. Ciudad de México, la bella que detona inspiración, amor, libertad, felicidad, etcétera; hasta creatividad contenida o salvaje filosofía exaltada. Increíble todo.
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