Tres sorbos de café : para leer en voz alta : la puerta del sueño

Por César González “Chico”

Primer Sorbo

… hoy en la puerta de un museo me dirigí a una mujer policía como «oficial»… ¡ay de mí!…

… — oficiala, aunque le cueste más trabajo señor —me corrigió de inmediato… como tengo experiencia con la especie -un día una señora cargada de bolsas, paquetes y tres niños me dijo: — yo puedo sola imbécil, cuando osé abrirle la puerta del banco- y además no tenía ganas de discutir el difícil tema de las oficialas, los oficialos y lus oficialus, estaba yo a punto de reformular mi frase tal como me lo solicitaba, cuando ocurrió lo que realmente temía… mi acompañante, purista del lenguaje, pese a mis insistentes apretones de mano conminándola a guardar silencio y a no hacer más grande el asunto, dijo con la voz que utiliza cuando quiere sacar sangre…

 

… — eso es una idiotez y una deformación ridícula del español; no voy a llamarle policío a un policía varón ¿verdad?—…

… —pues será lo que sea pero yo soy oficiala —dijo la otra…

… —pues lo único que demuestra usted oficial -lo dijo con el énfasis adecuado- no es su militancia feminista sino su caudalosa ignorancia…

… —pues por mujeres insolidarias como usted están las cosas como están —…

… suspiré resignado… como ya sabía que el tema iba a tomar tiempo las dejé allí discutiendo lo suyo, o la suya, y me volví hacia la plaza Tolsá con una incertidumbre que empezó a atormentarme justo en ese instante… me acerqué temeroso a la estatua ecuestre de Carlos IV pensando en los cataclismos por venir si mis sospechas resultaban ciertas… — ¿y si El Caballito fuera en realidad Caballita? —pensé…

… contuve la respiración, levanté la vista y pude comprobar para mi sosiego y el de la humanidad que en efecto El Caballito, tiene la documentación en regla para ser llamado así… y luego, de pronto, amenazadora, una nueva duda que todavía me carcome… ¿y Carlos IV?…

Segundo Sorbo

… siempre, incluso a mi edad, hay primeras veces… y ayer por primera vez en la vida, me detuvieron en un alcoholímetro…

… — a ver joven, baje de su unidá, sóplele aquí y este dispositivo nos dirá el nivel de alcohol que viene manejando lo que viene siendo su sistema, ¿verdad?; el límite permitido es 0.4 y si lo que viene siendo su sistema supera dicho límite, pues ya sabe ¿verdad?, —me instruyeron tres amables y somnolientos policías…

… ¿por qué el hombre se empeña en inventar máquinas malignas?, pensé…

… me acercaron un popote a la boca y soplé… soplé con temor, soplé con angustia, soplé mientras pensaba en la catástrofe por venir; soplé con la certeza de que ese sería, seguramente, mi último soplido en libertad… soplé con el hálito culpable del que sabe que una abundante, aunque no letal dosis de Jack Daniel’s recorre alegremente, parafraseando al amable policía, lo que viene siendo su sistema…

… soplé y esperé el resultado con la resignada desesperación de los condenados… el dispositivo hizo beeeeeeep y emitió su veredicto… 0.06… los policías se miraron desconcertados, miraban el dispositivo, me miraban a mí… 0.06, no había duda… me miraban con la misma ira e incredulidad con la que me miró mi maestra de ecuaciones diferenciales cuando inexplicablemente saqué 8 en el examen final… salvo aquella vez, jamás estuve tan contento de aprobar un examen…

… — 0.06 jovenazo, está dentro de los límites permitidos, vaya derechito y con cuidado —dijo el policía…

… hoy, agradecido, acudiré en devota peregrinación al altar de San Jack, santo patrono de los mártires del alcoholímetro… ruega por nosotros…          

Tercer Sorbo

… hoy cerraron la tienda de la esquina porque la asaltaban a cada rato… platiqué largamente con la dueña y me dijo que no estaba triste sino aliviada… ahora podría quedarse en casa todas las mañanas, podría tomar café y leer las noticias de otros asaltos que no fueran el suyo… ya no tendría que abrir, ni tener bien surtido, ni tener todo limpio y arreglado, ni estar sonriente, ni ser atenta, ni nada de nada…

… y ya no tendría que preocuparse de que cualquier mañana llegue algún extraño a destrozarlo todo, a romper los vidrios, a forzar las cerraduras y a llevarse lo poquito que has juntado…

… — voy a cerrar la tienda, y me siento aliviada —, dijo ella…

… voy a probar un día cerrar mi corazón, pensé yo…       

El poso del café

… yo saboreo su nombre como esos dulces que tienen una pasita dentro…

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