Esta manía/ de cerrar todas las puertas al mismo tiempo/ de clausurar el sonido y la palabra/ ocultándome en la rendija de mí misma/ con el imperativo único y apresurado/ de cerrar todas las puertas al mismo tiempo.
Cynthia Pech (Ciudad de México, 1968). Poeta, académica y ensayista. Estudió la licenciatura y la maestría en Ciencias de la Comunicación (UNAM) y el doctorado en Filosofía, en la Universidad de Barcelona. Es profesora-investigadora de tiempo completo en la UACM. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (CONACYT) y ha sido becaria del FONCA y del Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno de España. Desde el año 2000 forma parte del Consejo Editorial de Blanco Móvil y desde el 2015, de Andamios, revista de investigación social. Su poemario Intersticios obtuvo Mención de Honor en el Concurso de Poesía Experimental “Raúl Renán”, 1998. Ha publicado poesía y ensayo literario en revistas como Viceversa, La Jornada Semanal, Tópala, Complot, Blanco Móvil, Palabrijes, Rojo Siena: Revista de Humanidades, Géneros: Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género, La Otra, Nomastique y Reflexiones Marginales, entre otras. Su poesía ha sido incluida en antologías como La mujer rota (2009), El espacio es un vacío, incluye todos los tiempos (2010), Antología de pensamiento feminista nuestroamericano (2010) y La sangre apalabrada (2013), entre otras. Entre sus poemarios se encuentran Intersticios (1999), Vértice de mar (2006) y Raíz de un instante (2014).
Raíz de un instante*
Por Zazill Alaíde Collins
Hace muchos años Heiddeger, revisitando a Hölderlin, escribió la siguiente frase:
Es el tiempo de los dioses que han huido y del dios que vendrá, es el tiempo de indigencia porque está en una doble carencia y negación: en el ya no más de los dioses que han huido y en el todavía no del que viene.
Al leer Raíz de un instante pude encontrar este estado intermedio o de indigencia, de orfandad o sequía, tan existencial, como todo drama humano, porque en esta vida, y parafraseando a Luis Villoro, nos encontramos investigándole el sentido. Y la escritura es un visillo a la muerte.
No se necesita pertenecer a una generación específica, haber nacido en los 50 o en los 80, para compartir este estado, este tiempo de carencias y negaciones. Quizá este contexto sociopolítico de hoy día abre más esa cicatriz y nos permite, al tenerla abierta, cuestionar con más incisión la orfandad frente a la que nos encontramos, ahí donde matamos al padre y a la madre. Y seguimos investigando qué significa “aquí”, el aquí de lo que nunca ha estado, o “bruma”, la bruma de las palabras que ya no nos dicen nada, o que como en el último soplo de vida de Clarice Lispector se han llenado de polución.
Investigar el sentido de la vida es re construir los lenguajes o erigir nuevos, con tenues sonoridades, ya sean musicales o sonsonetes infantiles del sin sentido: volver a balbucear el origen, la costumbre, el aburrimiento del mundo, lo imperceptible de nuestra respiración, un blues, quizá, donde expurgar las derrotas.
En Raíz de un instante nos encontramos de pronto escarbando las palabras para tomar por el cuello la raíz y conocer sus ramificaciones, esas que todo autor inventa a través de personajes. Raíz de un instante nos muestra dónde están las pulsaciones: el impulso vital de voltear a las pequeñas cosas. La poesía de Pech es un lente donde podemos observar cristales de nieve, la brizna de un beso o copos de polvo dentro de un reloj: los recovecos donde volver a encontrar la Posibilidad, justo donde habitamos la rutina, donde hemos ya creado un patrón de ritmos. ¿Cabe la improvisación? Ahí la invitación y cuestionamiento de la autora para sus lectores.
Ramificar o diseccionar el tiempo es también percatarse, como dice la canción, de que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, por eso las maletas de Pech son versos que deambulan donde se arrastra la inmensidad de su principio ontológico, y su silencio.
Las ramificaciones de esta raíz también son acuosas, a través del deseo del naufragio, porque la poesía es esa ola, calma o brava, que viene y va, y nos mece, y nos come, y nos devuelve a la tierra para reencontrarnos con esos puntos mitológicos de una geografía personal; háblanos Cynthia, más adelante, del mapa que traza la raíz de tu instante.
Hoy que los significados se han agotado, ¿qué es lo que la poesía de Pech quiere compartirnos más allá de la autobiografía indiscutible, pero dudosa dentro de sus poemas?, ¿dónde encuentra la poesía de esta poeta el sentido de la vida? Es una pregunta para la autora, antes del delete que borre nuestro rastro del día de hoy, aquí. Y, desde luego, para comenzar una conversación con todos.
*Publicado originalmente en el blog Verso Destierro
Diálogos imaginarios para Raíz de un instante*
Por Pilar Morales
No es la primera vez ni será la última
Cynthia Pech
Me gusta la forma en que este libro aparece enmarcado por un diálogo involuntario: porque aquí Carlos Aguasaco y Francesca Gargallo contrapuntean sus sentires (quizá sin saberlo) sobre Raíz de un instante. En la presentación, el primero nos propone una clave de lectura que consiste en no pasar por alto lo que él llama “la voluntad de la voz poética” porque es por medio de ésta que se hace explícita una actitud de ruptura, de resistencia y de renuncia en la poesía de Cynthia Pech que es, sin más, un acto libertario; Aguasaco ve además contradicción cuando en versos como el que he usado yo como epígrafe, intuye en la repetición un círculo vicioso y hasta un guiño del caos. Francesca, desde la solapa trasera, con un lirismo exacerbado y pleno de emoción (yo me la imagino vociferando) replica: “La poeta crece de instante en instante. Así asume el exilio: no quiere repetir errores y sabe lo implacable que es el tiempo.”
Si se tratara de intervenir en este diálogo inventado para mediar entre estos dos sentires, yo diría: no olviden que se trata del tiempo y de las formas en que éste transita como temática por todos los poemas del libro; miren cómo el título ya obliga a pensarlo: ¿cuánto dura un instante? o ¿qué puede quedar de fijo en él? La respuesta no es simple y no lo es porque, lejos de la división hecha por aquel filósofo moralista que organizó el tiempo en tres momentos: el que ha sido, el que es y el que será y que aseguró que el tiempo que hemos recorrido es seguro, el que ahora recorremos es corto y el que vamos a recorrer es dudoso, en Raíz de un instante el tiempo plantea nuevas resultantes.
Deténganse en el poema titulado “Déjà vu”, por ejemplo; ahí, una experiencia sublime del pasado (que debería corresponder al inventario de lo seguro) al volver a hacerse presente se torna incierta y hasta imposible. Ahora vayan a “Un buen augurio”, ahí verán que la consulta a la gitana se desea que sirva para señalar la línea del futuro y borrar la del pasado; olvidar, entonces, se nos presenta como algo que se prefiere antes que conocer el porvenir. Paradojas de la poesía. Paradojas del tiempo.
La paradoja como recurso expresivo en Raíz de un instante aparece una y otra vez. Los elementos próximos contrastan y así puede verse en “Blues”, “Bruma”, “Intervalo” y “Las pequeñas cosas”; en este último, el recurso mencionado, sirve para referirse a la vida no como un transcurrir sino como una espera:
Debiera decir que esto es también la vida
pero ella sigue esperando aquél suceso abyecto
que abra las puntas de los dedos
cuando el soplo del viento mediterráneo
apenas entre por los poros […]
Podría asegurar que bastan tres o cuatro poemas para ilustrar el universo complejo de la poesía que Cynthia nos ofrece en este libro sólo en relación con el tema del tiempo que se nos presenta alejado de lo unidireccional y lo determinante.
Pero hay que agregar más cosas al diálogo imaginario quizá sólo para contradecir un poco a Gargallo y darle la razón a Aguasaco: ¿en estos poemas hay una preocupación por no repetir errores y un pesar por el carácter implacable del tiempo, como lo ve Francesca? Pienso que no.
Sí hay una postura vital con respecto al tema, de hecho es la postura que domina. En poemas como “La orfandad”, “El orden de las cosas”, “Una cuestión estadística”, “La constante”, “Rutina” y “Lo que me ronda” puede leerse esa insistencia en la repetición y la sensación de que en algunos versos se nos arrastra a un círculo vicioso y que fue lo que llamó la atención de Aguasaco. Esto aparece de manera dominante porque, insisto, se trata de una preocupación vital y contribuye para que el libro entero sea un inventario de motivos que se articulan para constituir un solo asunto homogéneo.
Entonces, la repetición es deseada en estos poemas. ¿O qué no es ésta propia de la poesía? La repetición se disemina en recursos que contribuyen a marcar un ritmo en los versos y entre los poemas. En Raíz de un instante la repetición es ritmo, es el esquema musical que la poeta elige.
Pero la insistencia en este elemento hay que leerla más como declaración de principios que como recurso poético; en el poema “La orfandad”, por ejemplo, sirve para que la voz poética se sitúe en una posición porque expresa: “soy”, “he matado” y “no tengo” para referirse al desarraigo familiar y afirmar: soy esto por conciencia y ha sido difícil.
Dada esta importancia a la repetición, puedo proponer que el poema “El orden de las cosas” reúne varios de los motivos importantes que se extienden en dirección distinta en otros poemas del libro; cuando ahí se lee
No es la primera vez ni será la última
que agarre las maletas y decida partir
llevándome la esperanza
hacia el lado contario […]
O en otra estrofa:
No es la primera vez ni será la última
que cierro ventanas y puertas con llave […]
En una estrofa más:
No es la primera vez ni será la última
que el llanto no lo oiga quien debe […]
se hace patente la unidad de tono tanto en temática como en recursos poéticos; no se rechaza la repetición y se hace evidente el tema del tiempo y su tratamiento como mecanismo creativo.
Es posible alargar este diálogo y seguir construyendo un inventario de ejemplos que muestren las varias interpretaciones del tiempo que hay en Raíz de un instante, no sólo como paradoja sino además como contradicción o como concordancia que caben dentro de esa totalidad. Pero quedémonos aquí, por el momento. Y, si me lo permiten, les propongo leer este libro como una extraordinaria fórmula para tratar de objetivar lo inefable porque ¿que es el tiempo si no algo sobre lo que es difícil hablar?
*Publicado originalmente en la revista La otra
Una cuestión estadística
Una vez, dos y hasta tres
y no aprender lo fundamental del silencio:
escuchar su ruido
leer su mano,
oler sus bordes,
y saber cuándo la luz despierta,
con la cabeza hundida entre la almohada
después de haber ondeado los sueños,
respirado el mismo aire
y reventando el grito con la misma fuerza
Retorno
En mi país se escuchan los gritos
la mancha violenta
pisa la sombra de nuestros restos
y por todos lados
el zumbido estrepitoso de lo indiferente
penetra la piel
empaña el viaje
Yo todo sigue su rumbo
Odiseo
Seguía escribiendo
De su viaje mar adentro
Y los setenta días que no podía imaginar
Un Cabo Verde dispuesto
en el entrecruce de caminos
y la llegada siempre a una isla que no era ella
Odiseo como siempre
llevaba consigo
las amarras enteras
aunque otro naufragio
era ya predecible
Gravedad
Dices que estás de paso
como yo envuelta en peticiones
Todo encuentro se mueve
de manera perpendicular
al eje de lo único que es posible,
incluso, en esta vida que hoy tenemos
luego, nos aplastará su mismo peso
Manía
Esta manía
de cerrar todas las puertas al mismo tiempo
de clausurar el sonido y la palabra
ocultándome en la rendija de mí misma
con el imperativo único y apresurado
de cerrar todas las puertas al mismo tiempo
Esta manía mía de cerrar
todas las puertas de golpe e incendiaria
correr como si la prisa me llevara lejos
tan lejos de mí y olvidarme
que soy la única portera
Cerrar la puerta para cerrar la historia
que corre conmigo y con la misma prisa
sofoco en plena bajada
y cansarme de esconder la llave sin olvidar
que nunca puede haber un escondite
incapaz de recordarse
Esta manía mía que tengo
desgaja cerrojos
Esta manía mía que tengo
solo cierra puertas
Esta manía de cerrar todas las puertas
por no poder quemar la casa
Otra vez Eros
una mirada
una sonrisa
palpitaciones de fondo
El deseo entrelaza los cuerpos
en un beso largo que estremece paredes
suena el eco de esa voz intensa que es la lujuria
fluyen vértebras en mi lengua
entreveros y líquidos
inundan el silencio con un grito
En pocas palabras
otra vez Eros
Traigo cargando tu voz
sostenida
de los cabos tímpanos de mis oídos
metida
entre tanto ruido
y saliendo tras de mi
cuando doy la vuelta
Tu voz la traigo colgada
y sostenida
me da latidos
cuando el viaje comienza
por la antesala de los recuerdos
Delante de mí
Después de verte
cerré la puerta
y tu pelvis
resonaba entre mis manos
mientras en el cuarto oscuro
transitaba el olor de tu perfume