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Táctica insurgente

Manni Dhillon Johal

 

Una cadena de abrazos

 

México, para mí, has sido

una cadena de abrazos,

un ombligo hilado, a veces

suavemente, a veces a madrazos,

un cordón de cuentos,

entrelazadas coincidencias

que no lo son, sino híbridos

de decisión y destino –

 

Manni Dhillon Johal

 

Una cadena de abrazos

 

México, para mí, has sido

una cadena de abrazos,

un ombligo hilado, a veces

suavemente, a veces a madrazos,

un cordón de cuentos,

entrelazadas coincidencias

que no lo son, sino híbridos

de decisión y destino –

cuentos encantados y

terribles cuentos que

las madrugadas disfrazan

de pesadillas.

Has sido para mí, una historia de abrazos desencadenados.

Abrazos que se aguantan el aliento

Abrazos que nacen de pasados milenarios,

Abrazos que se reconocen sin siquiera

lazos de sangre, apellidos o abuelos,

Abrazos que a veces suplen pan y agua,

Abrazos que terminan en manos enlodadas,

ansiosas de escribir otros septiembres,

temblorosas por encontrar el calor

que alguna vez se desprendía del comal,

Abrazos que buscan y buscan y buscan,

no por necedad, sino, porque,

¿para qué más existen los brazos?

Abrazos que salen en las marchas,

van a visitas domingueras a las cárceles,

y que sirven de salvavidas a la orilla

de un país mordisqueado por fosas,

Abrazos que velan las muertes por

tuberculosis, diarrea y hemorragia pos-parto,

por rieles de ferrocarril, y desastres químicos,

cuando no son por balas.

Abrazos que dicen,

“Estamos en esto juntos,”

Abrazos que dicen,

“Ya falta poco”

Abrazos que dicen,

“No te olvidaré, nunca,”

Abrazos que dicen,

“Si no regreso, o no regresas,

sólo quiero que sepas…”

Abrazos que dicen,

“Gracias por haberme amado”.

Abrazos que dicen

lo que un abrazo nunca debería

de tener que decir en tan poco tiempo.

Abrazos que dicen

lo que nunca pasó por nuestros labios.

Y abrazos que apuntan hacia

un amor que aún no conocemos,

un país que aún no conocemos,

sin embargo, sabemos

que los andamos cargando.

Has sido, para mí, México

una cadena de abrazos,

larga y tierna y necesaria,

una historia que aún no termina.

 

 

Plegaria

 

(Diálogo entre mujer y su propio centro.)

Que el patriarcado no me vuelva insensible.

Que no me envuelva en trastornos ansiosos generalizados.

Que no me convenza de la posibilidad de la perfección.

Que no hable por encima de mi intuición.

Que no me acorte otra noche por pesadillas.

Que no me haga dudar viajar sola a la playa.

O a la esquina de mi calle.

Que no me cause pánico al recordar.

Que nunca más me haga agonizar frente a un espejo.

Que no me haga contar cada cicatriz, vello, centímetro

Que no me injerte el deseo de caderas europeas

O de piel más des-melaninizada.

Que nunca más me desangre la esperanza.

Que no me dicte ser consuelo como papel histórico.

Que ni una vez más me haga buscar mi reflejo

En ojos que no me ven.

Que no me quite el derecho de perdonarme.

Que no me encarcele en una resistencia fría.

Que nunca más me quite el derecho

De necesitar amor, compañía buena, de extrañar.

Que no me ate a manos que no saben

Tenerme paciencia, lugar, escucha.

Que no me fertilice las culpas por actos

De los cuales nunca fui cómplice.

Que no me presione a decidir entre mi camino

Y la pertenencia.

Que nunca más me haga temer la pérdida de cariño

Por decir lo que pienso, por pedir lo que quiero.

Que no me haga minimizarme

Por cuidar la seguridad del otro.

Ni me haga minimizar a las otras

En defensa de un ego propio.

Que nunca me lleve a apoyar

A otra amiga, hija, hermana violada.

Que, si volviera a suceder, no me robe el grito.

Que nunca más me haga creer en callarme.

Que no me haga fingir otro orgasmo.

Ni otra sonrisa. Ni otra indiferencia.

Que no me mande en una cruzada para buscar amor.

Que jamás me merodee en la calle, el trabajo, la casa.

Que no me vuelva a pasar por duelos prematuros.

Que no me vuelva a quitarle la importancia de mi dolor.

Que nunca me apague la intención de la serenidad.

Ni de la rabia digna.

Que no me venda la incongruencia por ser sendero fácil.

Que no me envenene la intención de ser generosa.

Que nunca más me haga crecer

En el modo constante de la auto-defensa,

De esperar lo peor a cada vuelta.  

Que no me quite el reposo de un corazón abierto.

Que no me desgaste en la construcción de fronteras.

Que no me mate con cada “sí” en lugar de “no”.

Que no me toque sin mi permiso.

Que no me mire con la crueldad de la cosificación.

Que nunca más nos viole, nos desaparezca.

Que ni una vez más nos mate de causas innaturales.

Que no reemplace mi sangre con miedo.

Pero también:

Que deje de aturdir a los hombres en mi vida.

Y a los que nunca conoceré.

Que ya no les haga “aguantarse como machos”.

Que no les prometa importancia a cambio

De no comprometerse, de no dejarse ver, de no hablar.

Que no les premie con seguridad falsa a cambio

De ser los hombres que, cuando niños, les daban miedo.

Que no les castigue por ser “femeninos”

Que no les castre por hacer de mi lucha la suya.

Que no les hagan ajenas las lágrimas

Ni el guardar silencio para que ella hable.

Que no les envuelva en armadura libre de emociones.

Que no les haga dudar de la vulnerabilidad.

Que no les haga desentenderse de la intimidad.

Que nunca más les haga violarnos, desaparecernos,

Que ni una vez más les permita matarnos.

Que no les permita heredar sus heridas a sus hijas,

Ni a sus hijos.

Que nunca más les haga dañar en defensa propia.

Ni a nosotras, ni a ellos mismos.

Amen.

 

 

Táctica insurgente

 

Quiero amar,

y no como última opción

sino como punto de partida,

como táctica insurgente, estrategia

y objetivo de largo plazo.

Quiero amar,

ni a pesar de la derecha,

ni reivindicando la izquierda,

no como (re)acción insurrecionalista,

o en pro de feminismos de quinta ola,

o como “poster girl” de tratados de “amor libre” impuestos

sino como derecho de nacimiento

y construcción trascendental.

Quiero amar,

y no como pobrecita, ni mamita, ni chiquita, ni princesita, ni puta

sino como mujer

a quien le gusta

romper las reglas, ponerse faldas, huaraches, pintar la casa, abrazar y ser besada,

las fiestas sudorosas, perder el día en un libro y salir del bosque enlodada

recibir cartas a lo antiguo, mandar mensajes cursis, y a veces no decir nada

gritar entre las masas, ofrendar a los antepasados, entregarse desenmascarada,

cuestionar todo, cometer errores, caerse en el baile, coser heridas, sanar y ser sanada,

consentir y ser consentida, escuchar y ser escuchada, inspirar y ser inspirada,

pintarse las uñas, tirarse al pasto, subir montes, hablar con el mar y marcharse despeinada,

creer en los amores de para siempre y dejar ir cuando la vida así lo manda,

luchar, desde adentro, hacia fuera, (siempre)

como mujer,

quiero amar

y no como última opción

sino como punto de partida,

como táctica insurgente, estrategia

y objetivo de largo plazo.

Bajo esta tierra

(Con citas e información tomados directamente de la crónica  «Los Huérfanos de San Fernando» de Marcela Turati)

“Agosto,2010, San Fernando, Tamaulipas”

Bajo esta tierra

Misael Castro Bardales

has de estar regresando

cada día a casa

pretendo auscultar

tu paso

y sólo sé que no llueve;

No como antes –

la vida está de luto –

extra-oficialmente.

 “lo enterraron el día 9”

El dolor miedoso de inconformarse.

Como si las huellas no contaran.

 “traumatismo craneal provocada por herida PAF”

Como si la carne no contara.

 “Nunca certificaron su muerte.”

Ni un sobre blanco fingiendo ser propio:

“Familia Castro Bardales”

Manchado de sin-vergüenza.

 “las autoridades mexicanas no lo reconocen entre los muertos”

Que me trans-parento

Trans-porto, trans-migro

Que aúllo sin luz de luna

Que desaparecemos

            “fue la última vez que le escuche la voz”

En el estómago del desierto

En el vértigo de la bestia

Una garrafa de plástico negro a la vez.

            «Pórtate bien, agárrate a Dios»

Un zapato alfombrado a la vez.

            «Pórtate bien, agárrate a Dios»

Borrándonos de la cuenta

 “en nuestro territorio matan migrantes y no hacemos nada”

Como si un padre des-hijado

no estuviera muriendo

 “Misael regresó en un ataúd a casa.”

sin fin,

        “Pero en México no lo validan.”

sin réplica:

 “No se vaya, papito”

Bajo esta tierra

has de estar soñando

con llegar

«Mamá, voy con un coyote bueno, me dan de comer».

victorioso por él:

 “Si me hubiera hecho caso no lo hubieran matado”.

Bajo esta tierra

Una frontera menos, a la vez.

Un paso libre a la vez,

 

Misael Castro Bardales

*14 marzo 1983

+ 22 agosto 2010

 

 

 

 

 

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