Pedro Blas Julio Romero
I
sólo anhelo mi santa virgen negra
regresar a lo sacratísimo de idolatría
de misa de gallo tuya
por lograr concebir tu regreso
a ese mismo coro de tu palabra rota
Vuelve y atúrdenos con tu serenidad de lechuza pícara
los deseos de tu feligresía ennoviada
desbocándose por cada ala tuya
Pedro Blas Julio Romero
I
sólo anhelo mi santa virgen negra
regresar a lo sacratísimo de idolatría
de misa de gallo tuya
por lograr concebir tu regreso
a ese mismo coro de tu palabra rota
Vuelve y atúrdenos con tu serenidad de lechuza pícara
los deseos de tu feligresía ennoviada
desbocándose por cada ala tuya
A ti siempre mi maferefun madre Que sí, por yo per
manecer
implorándote vengas y bailes
como si nadie te estuviera viendo
y coge por ahí en tu ropa de florentín verde
pollera de plata
cuando feligresía tuya va siendo
el tañer de mi laúd acompañándome pájaro coquí borinqueño
pero cinceles de ronda de música yo quiero darte
subiendo ricura decimera de incendios
Recíbeme este guitarreo de las cuerdas serranista y árabe,
y a procesión tuya hazle cargar otro canturreo
en güiro y clave con sahumerio pandereta y tiple
la vihuela árabe y el salterio
contrabajo de cadueño
extendido al chocolate de tu espalda
ay mi zafiro de cachemira dame las exclamaciones
de tu misa de gallo en laringallo
virgen negra santísima patrona mía de las aguas dulces
ven que ya te estoy cantando a dilibitum
ven mi santa virgen negra Ven y canta
ven cantando como si nadie te oyera,
trabaja como si no necesitaras el dinero,
vive como si hoy fuera tu último día.
I
por donde siempre ha vivido Zoila
ha llegado a ser aquella calle de Getsemaní
la de una violina del ciego Julián Machado
donde igual habita el trueno del golpear del rey de los cueros
el mismo de maraca dura y güiro
golpeante en tierra báculo de Benny Moré los cirios en alto.
Pero a Cartagena, ya tiempo atrás su bulla lírica se le iba amputando
que a su encendido de tamborosa luna
sable cástrense decapitándole
entonces por pedazos a su acuarela porteña se le enmaletaba
y todos en aquella partida deseando continuar
revueltos en aroma de la hoja de tabaco
la que Teresa Herrera en Casona del Tabaco
[de calle Magdalena Teresa Herrera bien iba adujando
al ser lo tabacalero lo único no cansándoles la vida
II
por la calle por donde siempre ha vivido Zoila
O esos trovadores tamboreando lo de infaltable gaita
al llegar a ser todo mientras desalojaban mercadoanterior
insistencia de gaita tornándose en presagio
con su caudal de maracas de oro estremecidas
las que vienen acompañando a nuestra virgen negra
[de los muertos en su remolino y tempestades
la virgen negra a quien sucesivos incendios del mercado
le iban dejando como en realidad negra siempre ella es
gracias a los incendios con que su marido amo de las llamas
a ella virgen santa negra permanece él vistiéndola
Que los sonreires y lágrimas y el baile de feligresía de ella
los guarece Zoila en su enmoñado de hebras pasas africanas
acompañados de los colores de unas magas mujeres
las de estrepitosa coda y larguísimas polleras
las cantaoras de oración de su virgen negra
por subir musicante gentío de un gueto chambacú de ébano
a quien una saña neo-nazi estuvo castrándole de sol
Sacrosanta virgen nuestra su altar cerca a los contrabandistas
la bailadora en cementerios, la de la centella Endoki
que tamboreando mundo
va nuestra estrepito de cabildo Congo negro
cabildo de nuestros mandingas, jojoes y caravalí
calle hecha procesión delirante de Nuestra Señora de África
la de ovulaciones cachumbembé que nos llegaba y se salía
a quienes después les fuera bayonetada el alba
a nunca más dejarles ser concertistas de sus tardes
y no hubo otra vez matarifes enronados sueltos a la risa
perdiéndose la madrugada algarabía
e indecisa negradumbre coge hacía inclemencia sin fronda
aunque sin abandonarles su virgen negra de cementerios
su santa virgen madre negra de sus muertos
la virgen negra escanciadora de melodiosa luna albayalde
la que similarmente se la pasa en ronda por los mercados
guardiana ella de Casa Finda en cementerio
por reunirse ella a solas con su cumbancha de feligresía
la de unos púgiles y beisbolistas
con los picadores de pescado
y aquellos del amarre de cangrejos entre carruajes de niebla
con el prestidigitador de una culebra en una cajita
la meretriz favorita del Rey Momo
el negruzco tendal de la blasfemia del tahúr
gitanas su habladuría a bordo de la palma de nuestras manos
los maricas tras las jaibas escapadas de sus platos de sopa
no dejando de soltarles estos sus amorosos silbidos
a los de piel abenuz con peces gigantes sobre las espaldas
y la expresión corporal y gestual de un verso de Kurosawa.
Yo estuve viendo desde mi calleguerrero
el paso de estropicio de guacales de aves
y el cantante del bar del fango
encorbatado a sombrero Panamá
mientras de sus tetas las mujeres sacaban y arrojaban algo
que les diera su virgen negra la de un palmoteo de contento
por bailar descerrejando en coxis un nuevo rezo entre el ron
presurosas ellas a seguir dando hijos entre el bullicio
hijos tributándoselos a virgen negra bailadora de los cementerios
su reina del arcoíris no dejándoles perder lo bailado
por fundarle a su virgen negra de los cementerios
otro mercado donde ella escoja la vianda para sus bailes
y no ha vuelto a vérseles por donde siempre ha vivido Zoila
III
y la calle por donde siempre ha vivido Zoila
toda nuestra niñez se detiene
a mirar a una Zoila en su calle getsemanicense
donde a la misma 6 p.m., le deja embelesada
el paso de clarinete de pedrolaza patriarcándose pelayero
desde canción torocebú por imponerla urbana
que desde entonces con las novembrinas
no se va viendo otro asunto sino lo de ver brotar
desde bocadelpuente lo de tanta gente junta
como un empañueletado toro negro de enorme boca roja
y mi porteña quedándose de un jazz sabanero parapetada
y por la calle por donde siempre ha vivido Zoila
se les ve apretujados
con las primeras briznas del amanecer incierto
que llevaban con sus sudores a envelilladores del round feliz
Zoila alcoba de rosas rojas bendición de matriarcado
barajadora de su alma entre efervescencia pachanguera de nuestro sábado
al cual escondiera Zoila, empuñándole
con jaculatoria de rosario suyo
Entonces van en su vuelo los gritadores de la col y el achote
pareciéndose a un poema de tonada blues del Misisipi
donde allí mismo siempre se le hallaba a Zoila
viéndola mésese que mésese ungida en sublime gaita jazz
cuando Cartagena no tuvo otra cosa sino atardeceres.