Mar vitral
La esperanza
es un caracol sobre
las manos de Dios.
En su punta –al final
de su geografía–
un niño contempla el mar
entre sus dedos.
De: Mar vitral
El cuchillo en la mirada
Dejaste tu corazón sobre la palma de mi mano. Dejaste tu corazón sobre mi mano limpia. Dejaste tu corazón. No soy quien sostiene el corazón. No soy quien tiene una lágrima de sangre bajo los pliegues de la mano. Con un hueco enorme en tu pecho. No somos estos cuerpos, no somos estas venas astilladas. Dejaste tu corazón sobre la palma limpia de mi mano. Dejaste sobre mi mano una pregunta que cuelga signos, puntos, sangre. Y tus alas giran bajo el sol, ruedan al vacío que se desboca frente a mi cuerpo. Un niño de sangre entra a la tierra y rueda, juguete inmenso crepitando en la boca del destino.
Dejé mi corazón sobre la palma limpia de tu mano. Dejé mi corazón sobre tu mano. Dejé mi corazón. Soy quien sostiene una lágrima de sangre bajo los pliegues de tu mano, con un hueco enorme en el pecho. Somos estos cuerpos, somos estas venas astilladas. Dejé mi corazón sobre la palma limpia de tu mano. Dejé sobre tu mano una pregunta, llanto, hemoglobina. Un destino. Una piedra que se desmorona.
Vamos dejando los corazones en todos lados. Comemos corazones en los ojos de la gente. La carne tiene corazones, blandos corazones blancos. El aire hace flotar corazones. El agua es un corazón sobre el pecho de una madre. Hay un corazón enorme que nos mira. Somos su latido. El tiempo deja corazones en la playa. Y yo he dejado mi corazón sobre tu mano.
Las hormigas oficiaban tornados instantáneos. Todo era lengua de vientos y mariposas. Dios soltó la constelación y se estrelló en el testuz de un arcano. Miles de tiburones y ballenas salieron disparados. Y todo escuchaba. Todo sentía. Aunque era una semilla plateada. Un caracol girando su maquinaria. Esquirlas marinas y corales caían a pedazos. Mientras, el agua seguía su mordida. El mar continuaba con su bramido genital. Alargaba su mandíbula terrible. Mordía la noche adolescente. El mundo se desgajaba. La tierra que rodeaba mi casa se caía tórridamente y quedaba flotando. Un hilo de tierra sostenía mi casa. Mi cuarto de tres por tres metros. En la regadera del baño un zumbido de agua borboteaba. Caían diminutos caballos de mar en los mosaicos blancos. Miasmas. Yo era un bebé jugando con caballos. Un bebé rechoncho hecho de leche. Blanco como la leche. También caían estrellas de mar y rodaban hasta la puerta. Caían estrepitosas al vacío. Ese cielo era rojo y naranja. No había nubes. Y sobre lo alto del universo un hombre levitaba. Meditaba olas blancas. Tenía los ojos nublados y el semblante pacífico. Era la muerte.
Los felinos transparentes
6
La luna se atoró en mi ventana. Dejo de escribir. Una pantera la mira con paciencia. La luna posee unos labios, una rosa que se mueve con el viento. La pantera camina, entra en la noche, pelea, rasguña, enciende con sus ojos esa ausencia que muere en el papel. Entre mis manos. Qué blanco más feroz es la escritura. Cuánto sigilo deja.
7
El desierto se difumina en un soplo: he terminado de escribir, ya no hay más que expresar. El lenguaje finaliza el terremoto. El agua cae al cielo y nacen más océanos. Soy mantarraya que divide la vida de la muerte; caracol que rueda a mitad del universo: soy hoy, yo soy, me muevo como un león entre la arena. Pero alguien más dibuja mis andanzas y no me reconozco en la silueta que levanta su flecha y me apunta.
Otras maneras de ver
De qué están hechos el cielo y el silencio.
De qué palabras no dichas.
Tras qué puertas o ventanas
se esconde la sorpresa.
Si hay palabras, adentro de uno, tiesas
desmoronadas en la caja de mis costillas.
De qué está hecha mi mano.
De qué tarde.
De qué palabras secas, expuestas a la rabia.
De qué sirven estas oraciones que escapan de mi pulso.
De qué la luz de mis ojos que se estrella
con el alabastro de la hoja.
De qué sirven el tiempo y el espacio
en el que este poema se gesta.
Por qué escribo
preguntas o afirmaciones
o aves enfermas que caen.
Por qué la luz muere en mis manos.
Por qué el viento no termina.
Por qué lo persigue el nunca.
Por qué el silencio clava
su espada en la punta de la hoja.
Por qué el pulso es un calambre.
Por qué no volvemos al agua.
Por qué no regresamos al cuerpo
y ocupamos la luz
la poca luz que oscila
en la locura.
Por qué no entramos al cuerpo
y caminamos
hasta que la palabra siempre
se evapore de los ojos
hasta que la palabra nunca se escurra
entre las manos
hasta que la palabra yo
salga
y respire.
De: El cuchillo en la mirada
1
Uno va
a los parques a oler
el óxido de los columpios
entre las manos,
a mirar la tarde
sobre los coches,
la luz tibia
que ilumina
este cuaderno.
Un loco
patea un bote
de plástico
contra la cantera
de la fuente.
Juega
con un encendedor;
chifla, distraído; eriza
un chispa sobre
su mano.
Cierro el cuaderno.
La gente pasa.
Los coches pasan.
La noche pesa.
Cae sobre nosotros
hasta arder.
2
Uno sale de su casa
con un cigarro entre los dedos
para buscar un poste de luz
y recargar el aliento,
llenar la sombra de caracoles
que desaparecen al entrar
a la calle.
Uno mira la noche.
Uno ve pasar coches.
Uno no ha pagado la renta.
Uno quiere viajar lejos,
irse con el humo,
consumirse, hacerse opaco
como el cerillo quemado.
Y uno se hace una hilera
de dudas
que parecen serpientes
en el pecho de la noche,
y regresa a la casa
para respirar en la boca
de una mujer.
De: “Alba de proa” Antología sonora de poesía colimense
Semblanza.
Oscar Robles (Colima, 1985). Es licenciado en Letras Hispanoamericanas por la Universidad de Colima. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Caleidoscopios (2008, Secretaría de Cultura de Colima), Mar vitral (2012, Puertabierta) y El cuchillo en la mirada (Mantis Editores), traducido al francés por Georgina Navarro. Ha publicado en las antologías de poesía Los trabajos del mar, editada por Víctor Manuel Cárdenas y Parota de sal: 22 poetas de Colima, de Ada Aurora Sánchez y en la Antología de poesía Transvolcánica, del Colectivo Transvolcánico. Es co-organizador de los Encuentros Transvolcánicos de Poesía en todas sus ediciones, incluyendo la del 2020, en formato digital. También ha publicado en algunas revistas de literatura de circulación nacional como Fósforo, en 2021.
Realizó estudios de Teoría literaria y Literatura española en Alicante, España y participó en el Festival Internacional de la Poesía en Trois-Rivière, Quebec, en 2008.