Espejo con botella y vértigo. Hugo Garduño

 

 

La liberación

 

 

Reintegrado a las calles                                                                     Para el Mocoyoyo

que te dejaron hollín en los recuerdos.

Una plasta blanca que te veló

hasta desaparecer, todo lustre a esas paredes

el paisaje conocido y hasta el anhelo.

 

Muy temprano ese candor roto

ante lo cortante de un despertar en sal

en mañanas déspotas y frías.

Y el ineludible intercambio con la malicia

y mendacidad que te circundaron.

 

Viviendo casi huérfano y aprisa

entre el vértigo hostil de los escaparates.

La alquimia en el doblez de los rostros.

La ebria media luz de antros ruines.

Hasta esas puñaladas

que te hicieron encerrar en una jaula.

 

En el reclusorio de los cínicos lamentos

de la ácida maldad, religión de grasa negra.

Donde se obtiene maestría para diseccionar

cuerpos y cosas, para arrebatar el privilegio ajeno.

 

Tu escéptico mirar de plomo

se tornó en odio necesario.

 

 

 

No hay quien reciba al que partió

porque nunca le perteneció a alguien.

Sólo es un ente conocido y rencoroso

que por intimidada cortesía

se le palmotea en la espalda.

 

Desde donde creías podía partir

algo que te mirara: es una vacía cuenca.

Como huecos están para ti todos los rincones.

Aunque haya donde dejan un momento que te sientes

pero contando cada minuto para que te vayas.

 

En botellas de cerveza que pronto se entibian

se desvanecen las pastillas dadas por psiquiatras.

De ellas bebes con los siempre advenedizos al vicio

y con mujeres que están ahí, porque hasta ahí llegaron.

 

Mañana el despertar de estrangulará

con su resaca de realidad y liberación hacía nada.

Con una burla a tus todavía jóvenes venas

y un mohín de desprecio a lo que eres.

 

 

 

 

 

 

 

Alrededor de la roca

 

 

En una nube de cloro.

Olor extraño de medicamento envenenado.

Sabor sintético de fino carburante.

 

Se nubla la vista entre las paredes

se enturbia el aire que muy lento circula

se contrae la realidad temerosa.

 

Fulguran las rabiosas ansias

por una quimera inaprensible de sulfuro

que embruja, pero no se alcanza.

 

El temor se acerca a la ventana

en una mirada paranoica hacia afuera.

Se desconfía de la realidad del mundo

que adentro se aniquila.

 

Al sumirse en el pozo blanco de la bruja roca.

El breve éxtasis: demonio paraíso en un punto

que se confunde con cada partícula blanca

cuando la necesidad es un arrebato.

 

El tiempo y las noches no son más que sirvientes

a los que se les destaza el cuerpo para el banquete

de las ansias.

Y se les deshecha en una cámara de limbo torvo.

 

 

Alrededor de la roca la cofradía de los fantasmas

que ya poseen su color, olor y ese humo en las venas.

Enardecidos por ese tizne blanco que les flota

al arrebato para poseerles.

 

Desde adentro, con inusitada fuerza que se obtiene

y se desvanece en un segundo pulverizando a las vértebras.

Dejando ahí mismo ese hueco enorme que exige

más de ese sutil gas que nunca sacia.

 

Y fuera de esa hambre todo lo que existe es nada.

El piso siempre caminado se podrá romper

se podrá volver sólo escollos sin que importe.

 

La ventana del porvenir habrá de tapiarse

se procurará ignorar como mal presagio:

Burla adelantada, nubarrón o lastre impertinente.

 

Enfebrecidos en las tinieblas de la calle

o al digitar un número para obtener el papelito

para regresar a la mudez apretando las quijadas.

Para volver a al éxtasis, de ese demonio paraíso.

 

 

 

 

 

 

 

La misma esquina

 

 

Aquí, alguna vez con el nada saber de la inocencia

acariciaste la luz sobre los edificios.

 

Era lo magnífico, sólo, lo que brilla.

Y parece sonreír siempre sin importar dónde se posa.

 

Pero pronto el despertar entre las ruinas

en el soez trajín de la inmediatez tan burda

se te dibujó en el gesto, cínico mohín entre los labios.

 

También olvidaste el respiro por una rendija

que por ahí estaba, para absorber otro aire.

Pues sin saber, cada día tus rodillas se fincaban más

en ese cemento.

 

La bellaquería y la maliciosa andanza

el botín y el vicio, la cara conocida

de jauría de famélicos lobatos.

 

Repitiendo historias ya vividas.

Los viejos que al verles escupían su desprecio

su pasado hecho en ese mismo suelo con burla les guiñaba

al mirar nueva versión de su fracaso.

 

Con la vitalidad indiscutible y hasta alguna apostura.

El desparpajo y la estridencia no ocultaban

la ya acumulación de aceite quemado

y el correr en círculos ahí en ese laberinto.

Después sería difícil recordar

cada una de todas esas locas noches

en las puertas de las vecindades

y en todos los rincones que servían para atiborrarse.

 

El poder ser duro y malo

era un fluido que enervaba endureciendo de eso el ansia.

Era vivir en el eléctrico y polvoso ruedo.

Y también se mentía para poder mimetizarse en ese potaje espeso.

 

Uno a uno el tiempo o la desgracia desbandó.

La pura necesidad de hacerlo empuja poco a poco;

o el arroyo de un golpe de infringe la fractura.

Sin saber si fue o no quimera

pues ésta no se desenmascara, sólo envejece.

 

La vida lleva las mismas prendas que siempre ha usado

sólo con colores distintos para cada cual de los presentes.

Hay quien se sujetó quizá sin saber a una prenda vieja.

 

Envejecido adolescente, cada tarde te cae cada vez con más peso.

Quizá sin que lo sepas, pero agravando tu rencilla con la vida.

 

Estás sin querer ser amargo y ya nada esperando

parado como siempre, en esa misma esquina.

 

 

Hugo Garduño. Poeta y novelista. Ciudad de México 1968. Es autor de la plaquette, No se colmará tu sed (Inferno Ediciones 2012); los libros de poesía Luz Parda (Verso Destierro 2007), Isla de Abismo (Inferno Ediciones 2017), Reloj de Arena (Ediciones Camelot América 2018); de la novela Huida hacia el Delirio (Ediciones Camelot América 2019); y de la novela corta Los Días Contados, aparecida de manera virtual en Amazon en 2014. Está incluido en los libros antología 24 años 24 poetas, del Tianguis Cultural del Chopo (2004); Descifrar el laberinto (El laberinto, Verso Destierro 2005); en 40 Barcos de Guerra (2009); Poesía México Hoy: Escritos de Norte a Sur, aparecida en Chile (Letras. s5, Chile 2012); y en la Antología de poetas mexicanos traducidos al portugués, editada en Brasil y Portugal, Tenho tanta palavra meiga, (Anomelivros/Ediciones Libera, traducción al portugués de Leo Goncalves, 2013). Su obra poética ha sido publicada y reseñada, en más de una docena de publicaciones como Metáfora, Verso Destierro, Bitácora (revista del Centro Cultural de España y El faro de Oriente), Horizontum, Deriva, o La Piraña, México. Ha aparecido en numerosas antologías y recopilaciones en México, Chile, Brasil y Portugal.

 

 

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