Pena de muerte de mi amor por una interpretación fatídica. Guillermo Samperio

Te busqué en el olvido de triple fondo. En la hondura de los cuartos más silenciosos. En el momento en que la bola rojiza del sol fallecía tras los montes y en la noche de chapopote que se expandió y enfundó la ciudad. Allí te busqué y en el túnel hondo de las chimeneas industriales. En las rayas de las banquetas, a la vuelta de las esquinas, bajo las cornisas, en los pliegues de las abandonadas cortinas metálicas. En las valencianas de los pantalones guangos de los bailadores de música tropical interpretada y cantada por Beny Moré y sus amigos. En el Hades y en el Mictlán, en el sarcófago egipcio que trajiste de tu viaje a la bruma ya la confusión. Bajo la mesa y la cómoda donde ponías tu bolso desguanzado. Del otro lado del espejo, donde sólo encontré un botiquín de incertidumbres y cerrazones irresolutas. Te busqué en los huecos sucios de las coladeras metálicas que eructaban fetidez. En la oscuridad de las cerraduras, donde se intensifica y se extiende el insomnio. En el closet magullado donde me topé con unas medias rotas y un cigarro a medio consumir. En las grietas de un terremoto, entre los escombros, entre el sonido de las ambulancias y en los chistes que hace la gente sobre el presidente del país. En los sartenes y en las cafeteras vacías y en los botes de harina llenos de desierto. En los poemas-cartas que te escribí con una caligrafía ansiosa y tal vez embarazosa de comprender. En el bote de la basura te busqué y en el tanque de gas. En la azotea nocturna donde los cables ya no sostenían mis calzones en forma de trusa japonesa. En mis bolsillos y en la cartera atiborrada de tarjetas de fulanos y señales te busqué. En las campanas silenciosas de las iglesias y la catedral. En el gran almacén del último barco que atracó y las ratas me caminaron de un brazo al otro por los hombros y la espalda como si me conocieran. En las salidas traseras de restaurantes y bares del centro histórico donde camina un sinfín de gente. En la estación de trenes abandonada como gigante museo desastrado. En el ojo de vidrio de una ciega que hablaba con una lengua que hubiera perdido. En el piso treintainueve de los edificios te busqué y en sus escaleras de servicio. En la calle de tu barrio, una sombra de mujer, que daba la vuelta en la esquina, pero la sombra no llevaba mujer y la sombra no se te parecía. Te busqué tras las hojas pálidas de mi colección de libros y bajo las losetas del jardín público. Debajo de la mesa de las veladoras que le puse una foto oval tuya. En los huecos de las letras caídas de comercios y hoteles. En los focos fundidos, en la desgracia de un accidente de coches mientras el anciano vomitaba sangre; escudriñé bajo la cama, en el sótano del edificio. Te busqué en los cementerios y me dieron un número. Te busqué en el número, pero encontré tu sepulcro destruido y tu ataúd destapado. Voy de prisa hacia la casa. Te busqué en el olvido de doble fondo. En la hondura de los cuartos silenciosos. En las ollas y en las cafeteras vacías me busqué. Bajo la mesa y la cómoda donde ponías tu bolso. Escuché que abrían la puerta pero sólo era una sombra sin mujer, que pasó de largo y se tiró por la ventana del tragaluz. en el sótano del edificio. Te busqué en los cementerios y me dieron un número. Te busqué en el número, pero encontré tu sepulcro destruido y tu ataúd destapado. Voy de prisa hacia la casa. Te busqué en el olvido de doble fondo. En la hondura de los cuartos silenciosos. En las ollas y en las cafeteras vacías me busqué. Bajo la mesa y la cómoda donde ponías tu bolso. Escuché que abrían la puerta pero sólo era una sombra sin mujer, que pasó de largo y se tiró por la ventana del tragaluz. en el sótano del edificio. Te busqué en los cementerios y me dieron un número. Te busqué en el número, pero encontré tu sepulcro destruido y tu ataúd destapado. Voy de prisa hacia la casa. Te busqué en el olvido de doble fondo. En la hondura de los cuartos silenciosos. En las ollas y en las cafeteras vacías me busqué. Bajo la mesa y la cómoda donde ponías tu bolso. Escuché que abrían la puerta pero sólo era una sombra sin mujer, que pasó de largo y se tiró por la ventana del tragaluz.

¿Verdad?

 

Guillermo Samperio. (Ciudad de México, 1948-2016). Fue autor de más de treinta libros de cuento, novela, ensayo, literatura infantil, poesía, crónica y filosofía. Fue Miembro del Sistema Nacional de Creadores del FONCA. Sus más recientes libros son: Maravillas malabares Ediciones Cátedra, España, 2015. Libro antológico de la colección Letras Hispánicas que incluye cuentos publicados e inéditos, poemas en prosa y una novela breve de título «Anteojos para la abstracción». Historia de un Vestido Negro, FCE, México, 2013; ¿Te acuerdas Julia? , Alfaguara, México, 2013; Al fondo se escucha el rumor del océano . Raymond Carver ad honore. Ediciones de Educación y Cultura / Trama Editorial. México- España, 2013. Publicó en diversas revistas de México y el extranjero. Su libro para niños Emiliano Zapata, un soñador con bigotes forma parte de la biblioteca de educación básica. El libro Después apareció una nave está dentro de la biblioteca de educación media. Obtuvo el Premio Casa de las Américas y el Cervantes de París y el Premio Letterario Nazionale di Calabria e Basilicata 2010 al mejor libro de un autor extranjero por su obra La Gioconda en bicicletta , publicado en Italia por Aljon Editrice, e impartió por más de 35 años en México y el extranjero.

                                

 

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