Bárbara Jacobs
Mi libro favorito no es todavía un libro, sino que empieza por ser un cuento dentro de un libro que se llama Trois contes, de Flaubert. La idea de Trois contes me gusta y, sí un día me animo a imitar a mi vez a Gertrude Stein, escribiré mis Three Lives como ella, por Flaubert, pero las escribiré como to, por ella y por Flaubert, y las llamaré Tres historias, por ejemplo. La idea de Trois contes y la de Three Lives, que es la misma idea, me atrae, decía, pero cuento, la vida, que llamaría mi favorita de esas ses historias, es “Un coeur simple”, de Flaubert, y en segundo lugar “The Good Ana”, de Gertrude Stein.
La idea de estos dos libros, con seis relatos, me parece una idea buena, pero me parece mejor cómo resultaron “Un coeur simple” y “The Good Ana”, aunque se salgan de los libros y no sean libros, sino sólo dos historias, un cuento y una vida, a las que se les sobraron dos vidas y dos cuentos con los que hacen dos libros que, sí, por supuesto que me encantan.
Julian Barnes se adentró en el loro de Félicité, pero lo hizo con tanto amor y con tanto gusto que no puedo protestar porque no haya dejado loro en el cual adentrarse. Desde mi mundo encontraré la manera de acoger al loro y a Félicité, como Gertrude Stein la encontró y como Julian Barnes casi fue atrapado por todo Flaubert y no solamente por el loro de Félicité, y en cambio Gertrude Stein enteramente por Félicité, incluso más que por Flaubert y aun cuando Félicité es de Flaubert, sólo que ella, al igual que “The Good Ana”, pueden andar solas.
Otros que pueden andar solos son algunos de los que andan casi siempre acompañados dentro del libro Dubliners, y también son mis favoritos, pero tampoco es mi libro favorito, es uno de mis libros favoritos, sobre todo si otra vez me detengo en “Eveline”, y me pongo a pensar en lo bien que Joyce supo ser Eveline y simultáneamente Frank, pero las dos rescatadas del abandono por Joyce y por mí, que las visito y las recuerdo de tanto en tanto y las acompaño, porque son de mis favoritas, como lo es el alma de la Flauta, la Flauta abandonada que un día el burro amó.
“El Burro y la Flauta” es una de mis fábulas favoritas, y entraría y encabezaría y centraría y enmarcaría y cerraría, quizás, mi libro favorito, al lado de “Un coeur simple”, “The Good Ana” y “Eveline”, aunque es probable que Monterroso me dijera Está bien; pero mira otra vez. Sí miro otra vez, y encuentro por ejemplo a Luciano Zamora. Y podría seguir. Encontraría “La cena”, por ejemplo, me toparía con “Gertrude died, Alice”. Y me quedaría con todo Monterroso.
Sí, puede ser que hoy por hoy la reunión de estos cuentos, vidas, historias, fábulas y textos haría mi libro favorito. Hoy, a esta hora, sí me gustaría sentarme, abrir este libro y leerlo, de aquí para allá, de allá para acá, por aquí, aquí, esta página, esta frase, hoy. Hoy sí, haría mi libro favorito. Lo llamaría El libro favorito de esta tarde a las seis, por ejemplo.
Pero otro día –u hoy, a otra hora– armaría otro libro favorito.
Porque no podría –sencillamente no podría– dejar de lado Maybe, que es libro, ni Out of Africa, que no dejo ni siquiera en el librero. No podría –sencillamente– no tener conmigo en este momento The Ballad of the Sad Café”, que también es libro y que podría ser mi libro favorito. ¿Qué haría sin Carson McCullers?
Y no podría –no podría– dejar fuera el siglo XVIII ni el XVII ni el XVI. Ni podría –tampoco– dejar tirado en el campo al anónimo de Tormes, por ejemplo, ¡ah! ni el siglo XIX. ¿Y de cuándo son Las mil y una noches, y de cuándo es–? ¡Basta!
Es que creo que no tengo libro favorito. Y hoy no he jugado con las reglas del juego. ¿Quedo, por lo tanto, descalificada?
¿Podría elegir un libro entre todos los libros?
No podría
Porque no he leído todos los libros que sé que van a ser de mis libros favoritos. Y porque un día – a una hora– voy a uno, y otro –a otra– a otro. Y porque no son comparables los filósofos con los narradores, ni los narradores con los poetas. (Historia casi no leo; ciencia leo muy poca).
En cualquier caso diré qué busco cuando leo. Busco estar contenta y busco aprender. Estar contenta –entendámonos– a veces se parece a estar triste; aprender, a saber. Busco experiencia, conocimiento, sabiduría. Busco la corriente literaria, el talento, la originalidad. Si la literatura es una carrera de relevos, o una experiencia en la cual los jugadores de un mismo equipo, al sustituirse, se pasan una cajita con la baraca, busco la baraca reconocible con los sentidos y con el espíritu; busco la magia, busco el don. Busco el asombro y la iluminación. Busco la baraca.
Me gusta Flush, por ejemplo, que es la biografía del perro de Elizabeth Barret–Browning. Flush me parece la obra maestra de Virginia Wolf (¡que me oyeran los conocedores! ¡que me oyera ella!). Flush me paseó por la vida de los perros, y por la vida de dos poetas.
Pero no he hablado de tantos de mis autores favoritos, no he logrado incluir aquí a –, ¿y cómo voy a dejar pasar la oportunidad?