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LOS PRECISOS GESTOS IMPRECISOS DE LA POESÍA: DEL RÍO QUE CORRE: POESÍA EN BLANCO MÓVIL A TRAVÉS DE 30 AÑOS

Por Blanca Luz Pulido

 

“Decidimos vivir. Algo sigue sustrayendo

fuerzas a la tierra. Porque existe un espacio

que no se entrega donde los enemigos se reconcilian.”

Rafael Cadenas

                                                                                “Adentro algo baila”

                                                                                                                    Valerio Magrelli

                                                                                               “Sólo el silencio está donde solía”

                                                                                                                      Eliseo Diego

 

Del río que corre. Poesía en Blanco Móvil a través de 30 años, nos entrega una colección de 126 poemas, en cerca de 170 páginas de poesía de varias épocas, países, tonos, formas, modos, estilos, autores. Cuando una publicación literaria realiza la hazaña de perdurar treinta años, entonces es posible realizar esta clase de recuentos, de ediciones que celebran esa rara avis que, contra todo pronóstico, sobrevive en el esforzado medio de las publicaciones literarias periódicas, en un país donde pocas personas gastan en libros y menos aun en revistas de literatura.

 

La publicación de esta antología cumple varias funciones: además de celebrar la perduración del proyecto editorial de Blanco Móvil, es una especie de extensión y prolongación de la misma revista, en este caso, bajo la forma de una antología poética. Y además, una antología útil tanto para lectores jóvenes que hallarán en esta obra grandes ejemplos de poetas contemporáneos cuyos libros no son fáciles de conseguir, como para lectores más experimentados, o profesores, que quieran observar de manera sincrónica los poetas que, en un corte cronológico, han sido importantes sobre todo en las letras de América Latina. Se trata, así, de una especie de brújula, de guía de lectura para asomarse a la selva llena de milagros y misterios que es la poesía.

         En estas páginas, los lectores tendrán epifanías varias, por la calidad y el número de poemas no sólo buenos, sino excelentes, reveladores, sorprendentes, que aquí encontrarán.

         Son tantos los poemas y poetas sobresalientes que corren por este río, que demasiado largo sería mencionarlos todos. Destaco sólo algunos de ellos, en una mención a vuelo de pájaro. Los menciono en absoluto desorden, tal como en la imaginación se mezclan versos, poemas, patrias, fechas y nombres: Jorge Boccanera y “Servicios del insomnio”, Pablo Antonio Cuadra, con sus “Exilios”; Horacio Costa y “Un día de gloria”; la famosa “Canción del perito en nada”, del entrañable peruano Carlos Germán Belli; “La luna” melancólica de Verónica Volkow; “Yo soy mi río” del gran venezolano Eugenio Montejo; “El deseo de la palabra”, de          Alejandra Pizarnik; el bellísimo “Solsticio” de Pere Gimferrer; la elusiva “Esquina” de Antonio Deltoro; “La cerca” que señala los dominios de Lêdo Ivo; y ya para terminar esta lista que prometí no sería extensa, los poemas aquí incluidos de David Huerta, Fabio Morábito, Juan Gelman, Juan Bañuelos y Valerio Magrelli.

         Tan sólo en una rápida ojeada al índice, podemos ver el carácter inclusivo y plural de esta selección. Edades, generaciones, países, temáticas se mezclan y conviven sin muros ni juicios. Tan sólo poesía y más poesía.

         Vayan aquí unos cuantos ejemplos: tres o cuatro poemas entre los 126 que el libro incluye. El primero, un poema del nicaragüense Pablo Antonio Cuadra:

 

Exilios

Pablo Antonio Cuadra

Cuando canta el gallo me levanto

            y veo el amanecer de mi patria

Es hermosa y radiante

            y mi corazón es un rey

            que recibe su trono

No. No me iré de mi patria. Aquí moriré.

Pero se pone el sol y vuelvo mis ojos

                        al país de mis sueños

y toda la ceniza del mundo cae sobre su faz.

Entonces quisiera ser extranjero

para regresarme a mi patria.

Entonces oigo el rumor feliz

            de las ciudades que no son mías.

Oigo la noche llena de exilios

Debo partir, me digo

Y mi sueño es un viaje bajo la tutela

            de los astros.

Hasta que canta el gallo

y otra vez el amanecer

            se apodera de mi canto.

No. No me iré. Y vuelvo

a levantar el muro con las piedras que cayeron.

         Se trata de un pequeño gran poema. Entre lo subjetivo, lo real y lo soñado, el día y la noche. Entre los recuerdos y la punzante nostalgia del presente, habla de Nicaragua, de México, de ayer y de hoy.

 

         El segundo poema es de Valerio Magrelli. Elusivo, misterioso, con la capacidad de hacernos ver, en sus versos, lo invisible:

Amo los gestos imprecisos

Valerio Magrelli

Amo los gestos imprecisos,

al que tropieza,

al que derrama un vaso,

al que no recuerda,

al distraído, al guardia

que no puede evitar la leve

palpitación de los párpados;

les tengo cariño

porque veo en ellos el temblor;

el conocido tintineo

del mecanismo roto.

Calla el objeto intacto, no tiene voz,

sólo movimiento. Aquí, en cambio,

falló el artefacto,

el juego de las partes,

se desprende una pieza,

se anuncia.

Adentro algo baila.

         “Adentro algo baila”: este verso podría tal vez definir a toda la poesía, y quizá incluso a todo el arte.

 

         Tercer y último poema: uno de Francisco Hernández. Aquí termina esta breve nota, que espero haya logrado en algún lector el deseo de acercarse a las páginas de este libro-río de poemas.

Hecho de memoria

Francisco Hernández

El poeta no duerme:

viaja por la cuerda del tiempo.

El poeta está hecho de memoria:

por eso lo deshace el olvido.

El poeta se oculta:

es difícil sorprenderlo

en el camino de su extrañeza.

El poeta no descansa:

el tiempo lo desgasta

para probar que existe.

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