Hortensia Carrasco
Detrás de un mezquite, espío a los que trabajan
Muerdo la cáscara del mango y brota un jugo apetecible
Lo bebo y los hombres ya se han quitado las camisas
Sus cuerpos se abandonan a la hierba
hurgan entre tallos, ramas y hojas
Hortensia Carrasco (1971) Estudió periodismo en la UNAM, carrera que ejerció en distintos medios impresos nacionales como el unomásuno y la revista México Desconocido. En 1999 obtuvo el premio de poesía Navachiste Jóvenes Creadores, en 2010 ganó el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero que organiza la editorial Versodestierro. En 2014 ganó el premio de poesía La Maga, creado por la editorial Bruma, en 2015, obtuvo mención honorífica en el concurso La crónica como antídoto que organiza la UNAM. Ha publicado los libros Jaulas Ocultas, Ciudad como seca hierba, Poemas del encierro, La Habitante y Quemar el Silencio. Sus poemas han sido publicados en antologías como Pájaro de agua de editorial Praxis, Musa de musas de proyecto Literal, La mujer rota de ediciones Literalia, El chamote, antología de poetas latinoamericanos, de la editorial argentina Punto de encuentro y en Grito de mujer, antología internacional de mujeres poetas, entre otras.
Libro de mal amor
PARVADA
He amaestrado a los cuervos
Los he alimentado y les canto cada mañana cerca de la milpa.
Ellos graznan y tiemblan su negror
Plumarean y saben que como cada día
A la orilla del río colgaré mis vestidos entre los cañaverales
Destrenzaré mi pelo que suave cubrirá mi espalda.
Emprenderán el vuelo y sin tardanza regresarán
En silencio por el bocado entre sus picos.
El agua encenderá mi cuerpo
Un astro espía palpará en mi pecho.
La parvada se habrá marchado.
Estoy a solas con un puñado de ojos.
RUIDOS
Anoche madre dijo que los gatos hicieron mucho ruido.
El calor atormenta al pueblo.
Me enteré de que mucha gente salió a sentir la brisa nocturna.
Yo no salí.
En el dintel de mi ventana había dos ojos suplicantes
Los trapos que mi cuerpo sostenía colapsaron
Acerque mi pecho al vidrio y la frescura hinchó mi sexo
Luego algunos dedos buscaron mi hendidura
Los ojos miraron a través de ella y había luz
Un arroyuelo reservado y tembloroso resbaló por mis piernas.
Hubo muchos ruidos.
Madre no pudo conciliar el sueño.
COSECHA
No desearás el azúcar de la caña ajena
Así llegue a ti el olor dulce cuando empieza la zafra
Y mires a las mulas reventar sus lenguas en la acequia
Y perturbe tu oído el jadeo de la tórtola en el árbol
La tromba de perros tras la última hembra.
Si cierras los ojos no cabrá en ti más imagen
que aquella de cuando la mujer espera en la choza
y su amado prepara la lumbre y entibia el agua
y escuchas cómo remojan sus pies y sus bocas.
Trémula irás entre sombras hacia la cocina
Morderás pan e higos frescos y por la ventana
Verás cómo una joven tras el burladero que forma la hierba
Espera febril la caricia de un recién adolescente.
Con premura lamerás la miel que escurre de un tarro
Sobre el pasto un gemido aturdirá el silencio de los pozos.
Esperarás el amanecer.
De pie, frente al sembradío, piensas que será para ti
El mejor fruto de la próxima cosecha.
ORGÍA DE ALEBRIJES
Quiero ir a tu monte
Cuando esté en la cima
Arrodillarme y besar la alegría del musgo
Después encaramarme y contemplar la llanura
Mirar el pozo que resguardas justo al centro
Preparar mi caballo y cabalgar guiada por los violines de la fiesta
Asomarme y distinguir ahí en el fondo
Alebrijes que bailan con los sexos alzados
Liebres-dragón masticando cazahuates
Coyotas con alas endulzando vulvas con aguamiel y piloncillo
Culebras llorando por que las han mordido las violetas
Pájaros-lagarto copulando con ciervas y sirenas
Flores lechosas demostrando su abundancia.
El sol echado en las alcobas atestiguará el banquete
Justo al retirarse y atisbar tras la montaña
Estallará el color de todas las especies.
MARADOL
Detrás de un mezquite, espío a los que trabajan
Muerdo la cáscara del mango y brota un jugo apetecible
Lo bebo y los hombres ya se han quitado las camisas
Sus cuerpos se abandonan a la hierba
hurgan entre tallos, ramas y hojas
Las papayas son la única sustancia femenina
Óvalos naranja resistiéndose al machete
Mayo trae lumbre en el aire
Y el campo se vuelve nidal de la lujuria
Yo no dejo de mirar
Hay alguno que suda y juega a hacer el amor en los papayos
Otros orinan anhelando encontrar el rastro de un orgasmo
Hay uno cuya boca guarda el escozor de la lascivia
Sabe que bajo mis telas
Una maradol se abrirá lechosa y gentil.
LA NOCHE PICOTEA EN MIS COSTILLAS
Se siente apenas el suave coro de la lluvia
En mi casa han venido a quedarse las muecas
De un jardín que esperaba tu presencia.
Ahora que bajo la mesa y las sillas
Silba la ausencia y en los platos se enfría la espera
La noche picotea en mis costillas
Se clava como espina negra entre mi carne.
Me envaro en la necesidad de no dormir
Sé que afuera un alarido de ave romperá la niebla
Que la lechuza o el cuervo serán el agüero
Aquella mala noticia que aletea en mis oídos.
Será entonces que tendré que habituarme
A una mirada nueva cada día
Al olor violento de otros hombres
A sentir la lujuria en la punta de mi lengua
A aprender que más vale bien acompañada
A tener el sexo abandonado, frío.
LUNA DE MEZCAL
La noche de bodas entraron cinco personas por los balcones. ¡Cinco! Representantes de las cinco razas de la tierra, el europeo con su barba; el indio, el negro, el amarillo, y el norteamericano. Y usted sin enterarse.
Federico García Lorca.
La vereda es aún acosada por la sombra
En la ranchería quedaron los indicios de la fiesta
Los perros olfatean desquiciados el olor de los borrachos
las plumas de los pájaros huelen a caña
al maguey que amoroso entrega lágrimas.
Mezcalizada, la novia baila, la novia canta
Se desviste y bebe solitaria.
Luego corre desnuda a tenderse sobre paja
Tiembla su vulva, su piel, su pecho
Cuando un susurro sobre su oreja se vuelve tibio
Y caen en sus muslos las manos ebrias
Lenguas calientes y leche fresca.
La novia canta, la novia baila,
Desnuda, lúbrica, dulcemente mezcalizada.
EL HOMBRE DEL COSTAL
En la infancia miraba cómo la nitidez del alba
Alumbraba la figura de su madre.
Escuchaba la advertencia
Aquella que le exigía un buen comportamiento
De lo contrario
Un hombre de rara corpulencia
La hundiría en un costal raído.
Ahora a los dieciocho
Mira los zanates que aún almuerzan junto al río
Atraviesa matorrales y arroyos
La nitidez del alba alumbra una extraña corpulencia
Lo espera llegar y luego
Deja que la hunda en la maleza
Gime entonces una mujer
Y un hombre se vuelve el amoroso animal que la perturba.
Sobre ellos el costal raído los ampara.
LA HUERTA
La madrugada disuelve el ímpetu del viento
Un joven anda camino a la huerta
Entre el polvo triscan las hojas
Animalitos disecados que pueblan la vereda.
La sombra aún habita los caminos
Y la voz del río huye sigilosa.
En el vergel los frutos ya se hinchan
Hay mangos, duraznos y manzanas.
Muchachos y muchachas son árboles enardecidos
Se muerden unos a otras
Se pelean por las cañas y los higos.
El mozuelo sucumbe a la dulzura de los plátanos
Al acoso sexual de los pepinos.
“EL AMOR SE HA VUELTO MALO”
Has dicho que debo dejar que cualquier cosa me parta
que allanen mi cuerpo líquenes siniestros
que entregue mi valor como las palomas en los cables
que a diario caigan mis ojos sobre lo marchitado de las casas.
Corro a perseguir el diáfano sudor de los días
Lluvia rara que hincha el dolor y enmohece las buenas intenciones.
Me arrimo a la única rama que cuida de mi sombra
porque no puedo sostener la mirada de un muñeco mutilado
ni la presencia de una señora que come lodo y grita.
Esa resonancia del llanto es el creciente balbuceo de las heridas
un asomo de la lastimadura que causa que el corazón sea un desperdicio.
Aún así te escucho decir que debo doblegarme
de hacerlo vendrían los cuervos a anidar en mis cabellos
abrevarían en mí los felinos y las ratas
crecerían raíces de cizaña cerca de mis labios
sobre mí las piedras y pústulas en lugar de flores
luego mi lengua hecha una brizna
un pasto seco babeado apenas por unas cuantas palabras.
Debo decirte que no hace mucho la gente está quebrada
ruedan en las calles sillones de hospital y máquinas traga monedas
algunos tipos llevan en hieleras refresquitos de sangre
otros coleccionan cuerpos de mujer y los apiñan en baldíos
es por eso que la gente se acostumbra a ver de rojo los follajes
y busca entre los coches ramitos de dientes pero solo hay lumbre
panoramas chamuscados donde el amor se ha vuelto malo.