Las tres tierras de Kary Cerda

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Por Marco Antonio Murillo

 

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Tierra nueva, de Kary Cerda es un libro que encapsula la voz de la tierra femenina entre sus versos. No es el canto hacia la mujer, tampoco el homenaje para ella (eso sería sencillo hoy en día), sino es la femenización del mundo a través de la escritura y su referente inmediato la fotografía paisajística. El letimotiv de los poemas, desde mi punto de vista, es la naturaleza y también su transformación en las cosas que rodean al humano. Desde este punto se articula la vida de la poeta y los referentes que son herramientas para descubrir su mundo interior. La poeta va recreando esto a través de una tierra nueva donde los símbolos que han acompañado al hombre a lo largo del tiempo, pesan ahora de distinta manera. Así, las palabras Savia, Jaguar, Piedra, Maguey, Montañas, Sacrificio, entre otras, adquieren una nueva frescura al ser puestas en diálogo con lo femenino trascendental:

 

Se han roto todas las magias y todos los amarres, y suelto como una bestia, lo oscuro se ha instalado en mis sustratos. (…) El mapa lo constata, pero yo, necia en mi extrema necesidad de cumplirme, insisto. Necesito un paraje donde pueda florecer este clamor para iluminar con esa hoguera el fondo del acantilado.

El libro, que intercala fotografías y poemas de la autora, se encuentra dividido en tres apartados: Clamor, intemperie y canto.  Clamor pone sobre la mesa de la imaginería el campo semántico que se va a ir desarrollando a lo largo del libro. Aquí encontramos esos poemas en los que lo trascendental se vuelve femenino y reclama su pequeña porción de paraíso fotográfico. Los poemas, que acaso por influencia de las fotos que lo acompañan parecieran ser hechos a cielo abierto, en realidad exploran paisajes interiores y nos recuerdan que la conciencia del ser siempre está en jaque y nace desde los adentros mismos, tal como en este poema que es de hecho una reescritura femenina de las oraciones cristianas:

Soy versión insustituible

del quehacer de vivir

me bendigo me respeto me amo

camino por valles de sombras

confiada en la fuerza eterna de la luz

que anima toda vida desde mi centro

 

soy mi más sólida conquista

mi cimiento estructural

 

capitana de mi ejército

señora de mis reinos

 

Intemperie, por otro lado, es un salir de la conciencia de uno mismo y buscar explicaciones afuera, en los acontecimientos que rodean una historia personal. Su primer poema es revelador, recupera el mito del padre que deja el hogar y se va lejos de la vida familiar, para posteriormente hallar un cierre de ciclo en una acción similar ejercida por la poeta años más adelante. Esta vez la salida no es trágica, pues hay una experiencia previa que transforma el acto en responsabilidad humana:

 

Hoy también como tú

me voy al otro lado

 

pero me voy con todo y chamaco

el que traigo adentro

para que no le falte nada

ni crezca como huérfano

 

Posteriormente, en este mismo apartado encontramos algunos otros poemas que sirven de reclamo al mundo y la injusticia que rodea a la poeta: la objetualización de la mujer, la malacrianza por parte de la madre, las dificultades que hay de ser madre soltera, la destrucción de la infancia que hay en la violación de menores, y, por lo tanto, el reconocer que Soy hija de un  mundo ahogado / en la insensatez de la guerra / donde si no mueres / sobrevives ebria de zozobra y pérdidas. Para mí, esta es la parte del libro a la que hay que ponerle mayor atención, pues nos invita a concluir que si bien el mundo (recreado en las fotos) es paradisiaco, hay un infierno brotando en él, muy a pesar de él.

Canto, que es el apartado final, propone una serie de poemas líricos en donde la voz femenina de la  poeta se funde con su entorno; es decir, pierde su forma material para volverse una canción inmanente, impregnada en la propia naturaleza. Todo está en uno y uno está en todo, entendemos cuando leemos: soy mi amante y soy mi novio amante / ávido esposo aguardando mi llegada / un atardecer en Egipto. El erotismo está presente en estos poemas finales, pero no es el típico que reconoce la necesidad carnal del otro, sino este es panteísta en cuanto a que siente su presencia en los tonos de la naturaleza: cada ola tiene un acento / y un tono / las tuyas saben a piel dormida / sobre la arena oscura de la noche.

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