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Las palabras perdidas

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Las palabras perdidas

 

 Alan Aranda

 

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Las palabras perdidas

 

Traigo noticias desde la oscuridad remota,

La parte inexplorada del universo,

La consciencia,

Fundida entre los presagios de los antecesores,

Transmitida como el aliento de la existencia,

Nos muestra partes de un futuro roto,

Encontramos fragmentos en el piso que no encajan en ningún lado,

La mirada del saber parece nublada,

Extiende sus manos para palpar el conocimiento,

Hace una pintura de la realidad con la yema de sus dedos,

El tacto se encuentra con las raíces del rostro,

Marchito, insolente ante la llegada del amanecer,

Desprende sus hojas ante el cansancio de su ciclo,

Resguarda su tallo en la incertidumbre de la niebla,

El viajero antagonista de las leyes encuentra el fruto,

Se remonta a su ancestro primero,

Cede ante la tentación,

Surgen acontecimientos previstos desde un espejo difuso,

Mandato de un libre albedrío inexistente,

Todo se torna en el consejo del viento,

Que recoge las palabras perdidas,

Traigo noticias desde la oscuridad presente.

 

 

 

Advenimiento del infinito

 

Recurrir al principio es el letargo de la sabiduría antigua,

Expuesta ante la luz del futuro,

Con nuevas verdades ocultas solo por el polvo,

Cuantificamos a las personas,

Reconocemos al universo por su lenguaje,

Regido por leyes accesibles para los números,

Que se incrustaron en el pensamiento humano,

En el amanecer de la ciencia,

Describimos la realidad emergiendo de las matemáticas,

Viendo en los pétalos “Fibonacci”,

Creando lazos entre la abstracción y lo material,

Descubrir al mundo es responder las preguntas,

Pero no inventar lo existente,

De las raíces del entendimiento surgen ramas numéricas,

Fruto de la tierra fértil de las revelaciones,

La historia precede al hombre,

A la creación misma,

Entender la insignificancia de nuestros pasos,

Es cualificar a la existencia,

Recurrir al final es el advenimiento del infinito.

 

Las Flores Grotescas del Jardín de Dios

 

Desperté en este jardín,

Las hojas cafés me advirtieron de esto,

Temerosas de morir,

Entre una sombra que las consumía,

Gritaban entre el aire que las acunaba “¡Alevosía!”,

Sabían desde el principio que brotaban del Hades,

Que no eran gratas,

Que su belleza despertaría la rebelión,

Sentí el pasto encadenándome,

En un impulso por robar mi carne,

Mientras se burlaban de mí,

Por tratar de mover mis piernas,

Sangraban mis raíces,

Se mezcló el aroma con el laberinto de pétalos,

Caí en el abismo que esconde lo putrefacto de la tierra,

Me pidió asesinarla con sequías,

Con la mirada del sol,

Que arrancara de su pecho estas dagas/Flores,

Pero el estupro de la abeja jadeante me lo impidió,

Haciendo eterno el sufrimiento,

Entre sus paseos,

El demonio y su hijo el mundo,

Me observaron con desprecio,

Mientras el «padre» decía,

Mira, Ahí están…

«Las flores grotescas del jardín de Dios»

 

 

 

Ciclo Eterno

 

Encontrarse con la noche entre parpados cerrados,

Contraer el alma a la lectura del futuro,

Mostrar la luz a través del vitral roto,

Demostrando la oscuridad del sol,

Quien cuenta supernovas próximas,

Delatando la cercanía del fin,

Ciñendo la sangre de las galaxias a los dedos,

En busca del horizonte absoluto,

Mientras el infinito se convierte en el primer número,

Y el reloj se suspende en el tiempo,

Siendo reanimados por el ciclo eterno,

Nos conocemos en el despertar,

Desconociendo nuestro pasado turbio,

Tenemos los colores de la Aurora,

Terminando de explorar lo desconocido,

Encontrarse con el día entre pupilas dilatadas.

 

 

Diálogos en la Oscuridad

 

Cayendo en las ramas de la lentitud,

Volvimos a conocernos muertos,

Ciertamente tratamos de matarnos,

Siendo inducidos al letargo del fuego,

Quien amablemente nos mostró la eternidad,

Concebida ante mi vista como pútrida,

Un coliseo dedicado a los dos,

Desmembrando el dolor antes que la carne,

Alguien observa al fondo pidiendo clemencia,

Su mirada me indica que será la última,

Le da un beso al suelo,

El verdugo toma entre sus manos la cuerda,

Y cuando la suelta,

Me muestra su sonrisa final,

Regreso la mirada hacia la muerte,

Quien aguarda vestida del filo de la espada,

Descendiendo al corazón del infierno,

Destrozando la humanidad restante en mí,

Resurgiendo desde el abismo de mi alma,

Recordando nuestros diálogos en la oscuridad,

Guiado por el sendero marchito vuelvo,

Irrumpiendo en la soledad de la habitación,

Veo la desdichada pared con el mensaje final,

“Los sueños han de venir pronto”.

 

 

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