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La importancia de tutear a una mujer cuyo nombre termina en A

Pablo Antúnez

 

Lo acepto, me da por acostarme con cuanta mujer me insinúa ser una fiera flotante en la cama sólo para cotejar si nuestros cuerpos encajan debidamente al momento de copular. Eso sí, en los espacios académicas soy un hombre pulcro y decente. Pongo mi cara de hombrelechuza capaz de amargarle la noche a una mujer con planes  irrevocables de encajar sus uñas en mi espina dorsal; por eso, cuando Camila  asomó en el laboratorio con una sonrisa insultante, le hablé de usted para marcar distancia de una buena vez. Pese a ello, me lanzó su aire de mujer insolente sin pudor alguno.

Dejó su bata sobre un anaquel y acercándose hasta mi escritorio murmuró con insidiosa claridad: ¿Quieres apretar mis cosas bellas?

La prudencia me indujo a ponerme de pie al berrido: “Camila, no hago eso, no le quiero faltar al respeto”.

—Pero es viernes y traigo unas ganas imperiosas de que me falten al respeto, respondió la diabla.

Le ordené detenerse de inmediato.

— ¡Bah!, ¿te haces el indispuesto eh?

No, no era una pregunta, en su libertina voz identifiqué el tono de una mujer que se siente desafiada por una razón gratificante.

Leí en sus ojos aquellos apetitos soberbios imposibles de amordazar con una charla improvisada de un tema académico que suele funcionar en mi universidad.

—Veo que tus principios académicos te afectan demasiado. Relájate, nadie se asoma a estas horas y las cámaras instaladas en este laboratorio no funcionan, conozco bien estos edificios. Llevo tres años en esta universidad.

Su voz no sólo estaba en su boca sino en sus ojos y movimientos también. En cualquier caso, caí en la cuenta que yo era proclive a caer en su diversión siniestra.

Camila cerró la puerta y regresó con agilidad felina hasta donde yo sostenía aún el matraz con 10 ml de agua destilada.

Miró reprobablemente mi camisa aún abotonada y sin mayor ceremonia colocó las cosas dónde debían estar.

— ¿Estás segura que las cámaras no funcionan? Le hablé al advertir mi situación irremediable. 

Ella notó la inquietud en mi rostro, y ¿cómo no? Pensé en el tiempo invertido para acreditar las ocho pruebas y ganarme la estancia de investigación en aquella Universidad, y una fiebre en la primera semana podía arruinar mi estancia, tal vez me quitaban mi pasaporte o me hacía acreedor de una amonestación severa por falta a la moral. Pero las palabras dóciles de Camila derribaron de raíz mis preocupaciones y las comisuras éticas de mis adentros.

—Lo que me figuraba: haces abdominales. Murmuró al retirar las últimas prendas de mi cuerpo. Tomé aire y delegué las labores subsecuentes a mis manos wilas, siempre generosas y colaborativas en tales empresas.

Su gemido agitado me indicó que el sostén debía volar por los aires en el mismo instante. A estas alturas me importaban tres pepinos si los gringos me regresaban esa misma tarde a México.

Rocé sus pezones con mis labios arrancándole un pequeño alarido mientras se erguía.

— ¡Mételo, que me derrito! Exclamó Camila al aferrar mi pulsante vida con sus alargados dedos. Me rehusé a obedecer sus órdenes y preferí seguir el estricto orden de las cosas sin precipitar nada, fue hasta después cuando me dejé caer dócil sobre ella y me hundí lo más hondo posible, ahí permanecí inmóvil por unos segundos. Camila me afianzó con sus piernas y detuvo sus ojos sonrientes a la altura de mi boca como buscando una palabra tierna, pero en ese momento no se me ocurrió ninguna frase ridícula, mejor opté por empujarme más para luego iniciar aquella rítmica faena hasta concluir como si el desenfreno en realidad existiera.

Después de nivelar los ánimos, caminé hacia el escritorio vecino, tomé el matraz con agua destilada y el sensor de pH para continuar mi actividad prevista como si fuera posible dominar el impulso ante ciertas acciones efímeras y gratificantes de una mujer llamada Camila.

Pablo Antúnez.

Poeta y narrador. Premio estatal de poesía IMAC, Durango, 2013. Ha escrito Fuera de cualquier paraíso habitual (libro de poesía), Amárrate a una escoba y alcanza el cielo (libro de poesía), Lecciones del cuervo y otros cuentos (libro de narrativa), El amor es una bestia sin huesos (libro de poesía) y Mi casa se ha vuelto ave (libro de poesía).

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