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Kathy Serrano y sus historias húmedas, sucias y violentas, entrevistada por Iliana Vargas

 

Kathy Serrano nació en Venezuela, en 1968. Es actriz, directora de teatro y escritora. Obtuvo un Master en Artes por el Instituto Estatal Ruso de Artes Escénicas de San Petersburgo. En 2019 su obra de teatro En muchos lugares del mundo fue seleccionada como una de las diez ganadoras del Concurso Internacional de DramaturgiaPor los que tuvieron que partir”. Sus cuentos han sido incluidos en las antologías Bestiarios (Editorial Sherezade, Chile, 2019), El Día que regresamos (Pandemonium Editorial, 2020), En el Camino. Nuevas voces de la minificción latinoamericana (Quarks Ediciones, 2020), y en el libro colectivo Una voz que existe (Planeta, 2019). Actualmente dirige laboratorios de escritura creativa y tuvimos la oportunidad de charlar con ella a propósito de su libro Húmedos, sucios y violentos, publicado por Estruendomudo, Perú, en 2020.

 

Entrevista

 

  1. Húmedos, sucios y violentos es tu primer libro de cuentos publicado; sin embargo, a través de sus páginas se nota un ejercicio de años, constante y certero en torno a los temas y a la estructura de una voz narrativa muy concreta. ¿En qué momento, dentro de tu carrera como actriz profesional se detonó esta necesidad de dedicarte también a la escritura y elegir, además, la minificción para ello?

 

Creo que la semilla viene desde mi infancia. Escribir para contar historias, escribir para entender lo que me hería, lo que ocurría alrededor; escribir para crear personajes, situaciones, para escapar, indagar, comunicar. Siento que la escritura en mi vida ha ido avanzando de forma paralela, como acompañándome en ese deseo, repleto de intentos que no prosperaron en su momento. Cuando era niña, me gustaba mucho leer. Una de mis hermanas tenía una agenda donde transcribía algunos poemas. Yo amaba aquella agenda, quería escribir de esa manera y creo recordar que lo intentaba. Amaba escuchar música mientras leía aquellos poemas o algún libro que hubiese caído en mis manos. Quise estudiar los dos últimos años de la secundaria en un liceo público porque solo allí podía cursarlos en humanidades, pero a mi madre no le agradó la idea. Luego me fui a estudiar teatro a Caracas, unos días antes de cumplir 17, y ahí encontré la primera oportunidad de escribir algo bajo la guía de un maestro que recuerdo con mucho cariño: Orlando Rodríguez. La vida me llevó a concentrarme en mi camino como actriz. Luego viajé, a los 20 años, a Rusia con una beca de la Unesco. Fui a estudiar dirección de teatro. Y otra vez, la escritura surgió como una compañera fiel. Escribía mucha poesía, muy mala y oscura, imagino. Intentaba crear historias, personajes. Pero una vez más, todo se quedaba guardado o en intentos sutiles en medio de una vida de estudiante repleta de disciplina y exigencia, en un espacio hermoso pero muy difícil. Luego vine a Lima, de pasada, y terminé adoptando al Perú como mi hogar. Aquí he intentado la escritura desde diversas trincheras: el teatro, el cortometraje, la narrativa. Escribí el guion de un cortometraje titulado: ¡Vuela!, la adaptación de Carmen, de Prosper Mérimée; para teatro escribí cuentos y hasta comencé una novela que quedó inconclusa en una laptop que unos ladrones se llevaron de mi casa y de la que no tenía ningún back up. Hace más o menos cuatro años comenzó el camino serio, real. Conocí el microrrelato a través de Ricardo Sumalavia, en uno de sus talleres al que fui invitada. Son dos los microrrelatos que me enamoraron en ese momento con su perfección y magia: “Ecosistema” y “La memoria confusa”, ambos de José María Merino. Desde ese día comencé a leer, escribir, estudiar sin pausa la brevedad. En realidad, la brevedad ya estaba instalada en mi vida. Pasé alrededor de doce años dedicada a la exhibición y difusión del cortometraje en el Perú. También trabajé como actriz y directora de microteatro en Lima. Entonces creo que desde ese lugar, la brevedad ya acompañaba mi camino.

 

  1. El libro, dividido en cuatro partes, abre con un golpe muy fuerte en la sección de “Furiosos”, donde están compiladas historias que denuncian de forma cruda, directa y dolorosa -en tanto que narras desde el punto de vista de las víctimas-, la violencia social y el abuso sexual contra mujeres y menores. En varios casos aludes a la figura paterna o a determinados servidores públicos como los principales ejecutores de estos actos. ¿Consideras que al escribir sobre esta situación, tan vigente y avasalladora en todo el mundo, realizas un ejercicio de catarsis, pero también de venganza o justicia, a manera personal?

 

Los personajes y los temas fueron surgiendo de manera natural, espontánea. Son temas que me atraviesan, que me duelen, que me interpelan. La violencia está presente en nuestro diario vivir desde que abrimos los ojos en este mundo. Está presente en la casa donde creces, en la escuela en la que te toca la “suerte” estudiar, en la interacción con los y las demás, con conocidos y desconocidos. Está presente cuando te atiende un médico que sobrepasa los límites e invade tu intimidad, está presente en el profesor que se insinúa, en el vecino, en el vendedor de la bodega, en el novio, el amante o el marido, en las madres y los padres, en algunas mujeres que se van cruzando en el camino. Nada se salva. En ningún lugar, en realidad, puedes asegurar que estás a salvo. Por otra parte, la educación patriarcal trae su cuota de violencia, de normalización de la misma en la palabra, en los gestos, en las costumbres. En la costumbre de opinar sobre el cuerpo de las niñas, adolescente y mujeres. En el “deber ser”. Creo que una ya está muy harta. Me gusta la idea de crear personajes femeninos que tengan la capacidad de reaccionar, de voltear la tortilla, de regresar el golpe, de vengarse. Quiero personajes femeninos que logren levantarse, sacudirse el polvo del vestido y tomar las riendas de su vida y su destino. Creo que trabajé cada microrrelato en su momento como un grito. Pero algo que es muy importante para mí es que no quiero convencer a nadie de nada. Es como cuando montas una obra de teatro: de alguna manera colocas un espejo en el que deseas que el público se refleje y sienta el golpe de aquello que está en el escenario, pero sobre todo, deseas que cada ser humano sentado en esas butacas del teatro viva esa experiencia artística, creativa. Lo mismo pasa con los lectores. Quiero escribir libremente sobre todo aquello que surja de mí como una necesidad impostergable e irrenunciable.

 

  1. Algo que me llama la atención de tu libro es la naturalidad con la que te deslizas entre lo violento, lo erótico y más adelante lo fantástico, haciendo un constante uso de humor negro y destacando diversos aspectos sensoriales para mezclar eros y tánatos como sellos determinantes del entorno y el destino de tus personajes. ¿Por qué te interesan particularmente estos elementos y en cuál de ellos te gustaría enfocarte más para próximos proyectos?

 

Me gusta mucho la muerte como personaje. Es para mí un gran misterio. Ha estado presente en mi vida desde niña. La he tenido cerca, ha venido a buscar a gente amada. Con ocho años la vi llevarse una tarde a mi padre. Un tiempo después, a mi bisabuela Julia. A mi abuela no la conocí porque la recogió cuando ella apenas tenía unos 37 años, eso creo. Se llevó a una sobrina mía que acababa de cumplir 18. Yo misma he estado al borde de la muerte unas cuantas veces. Me gustan algunas películas en las que la muerte es “humanizada”. Recuerdo que a mis 17 o 18 años, me impactó la escena de la muerte jugando ajedrez en una película de Bergman, o la muerte vestida de negro queriendo llevarse a un poeta en El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela. O a Brad Pitt, encarnando una muerte curiosa por descubrir qué es la vida en la película ¿Quién conoce a Joe Black? Siempre he buscado trabajar la muerte en algunas obras de teatro donde me he desempeñado como directora. Creo que tengo la fantasía de saber qué siente la muerte frente al tremendo trabajo que realiza a cada instante. Por otro lado, lo erótico me es muy atractivo. Creo que están muy cerca, que a veces se mezclan, se retan, se unen. Lo erótico atraviesa nuestras vidas. La mayoría de veces, en la vida de muchas mujeres, es silenciado. Desde siempre el deseo ha sido asociado al pecado, a lo prohibido. Y creo que justamente explorar lo erótico a través de la palabra me parece fascinante y retador. Y en medio de todo esto, el humor negro me gusta mucho. Creo que yo tengo un humor a veces muy negro o sarcástico. Por otra parte, lo fantástico es un terreno que deseo explorar a profundidad. Estoy convencida de que todos estos elementos pueden confluir, mezclarse, y creo que me inclino a seguir explorando en esa mezcla sin verme obligada a elegir alguno en especial. Quisiera seguir explorando lo erótico y la muerte con humor negro en medio de espacios y sucesos fantásticos, mientras pruebo jugar con el lenguaje dejándome llevar por todo aquello que quiera salir de lo más profundo de mi humanidad.

 

  1. En varias de tus historias hay asesinatos y accidentes donde los personajes que fallecen son quienes narran en presente o en futuro el suceso que los llevó a la muerte, como si estuvieran tratando de asimilarlo o de tomar conciencia de ello, o incluso como si quisieran señalar de alguna forma al culpable. Esto crea una atmósfera fantasmagórica que se refuerza con los detalles visuales que usas, y que nos refieren al cine de terror y misterio. ¿Qué tan fuerte e importante es la influencia cinematográfica en tu escritura?

 

Para serte muy honesta no puedo ver películas de terror con mucha frecuencia. No podría explicarlo. Pero me gusta mucho ver documentales sobre mujeres y hombres, asesinos. Y debo confesar que he sido fan de series como Criminal Minds, CSI entre muchas otras. He visto miles de cortometrajes de todo tipo, pero siempre me costaba más visionar los de terror. Por otra parte, soy terrible como espectadora, muy difícil. Si no me atrapa la película, soy insoportable. Hay películas maravillosas que me han atrapado a tal punto que me es imposible quitar la vista de la pantalla. Réquiem por un sueño, Los Otros, Sexto sentido, Atracción fatal, Relatos salvajes, Amores perros, Dolor y gloria, Pulp fiction, Her, Hannibal, Parásitos, Joker, Once Upon a Time in Hollywood, La grande Belleza, son una pequeñísima muestra del tipo de películas que me han hipnotizado. Amo cuando una película o una obra de teatro logran hacerme suspender la noción del tiempo. Olvido el reloj y todo a mi alrededor desaparece. Hay películas que ya son clásicos maravillosos que puedes ver una y otra vez. Por ejemplo, hay una película ya bastante antigua que me marcó y que gracias a su titulo surgió en mí el título del libro, es Brutos, sucios y malos, de Ettore Scola. Entonces creo que tal vez a nivel inconsciente muchas de las películas que he visto están allí en mí y tal vez sí existe esa influencia que yo no logro distinguir de manera consciente.

Ahora mientras te respondo esta pregunta llego a una conclusión: todo lo que hemos visto, leído, observado, vivido, saboreado, sentido, odiado u amado, sufrido o padecido, influye de una u otra manera en nuestras expresiones artísticas. Somos esa suma de vivencias, de huellas en nuestro subconsciente, de heridas, de golpes, de furia, rabia, miedo y satisfacción. Y creo que las impresiones más fuertes provocan en nuestro ser necesidades profundas de decir, mostrar, compartir ese dolor, esa herida, ese deseo. Yo lo he hecho a través de mi cuerpo cada vez que he encarnado un personaje, o a través de otros y otras, cada vez que he dirigido una obra. También lo he hecho cada vez que realicé, produje una muestra de cortometrajes, un evento cultural. Y ahora lo hago a través de la palabra, de estas historias, de estos personajes encerrados en esa brevedad. Y creo que todos los microrrelatos tienen algo de toda esa información acumulada a lo largo de la vida.

 

  1. Noté que en los cuentos dedicados a lo fantástico prevalecen la ambigüedad, la incertidumbre, la extraña sensación de una realidad dividida por el sueño o por algún elemento ajeno a ella. Las transformaciones o el intercambio identitario entre humanos y animales u otros seres nos hace cuestionar la procedencia de los personajes o el mundo en el que se encuentran. ¿Cómo fue tu acercamiento a lo fantástico y qué elementos de este género te interesan abordar en particular?

 

Debo reconocer que siento un placer enorme en la exploración de las estructuras, en la experimentación con el lenguaje, las transformaciones, las realidades paralelas, los bestiarios. Durante todo mi camino como estudiante de actuación y después en dirección, siempre sentí una atracción por el absurdo, por las obras con realidades paralelas o en lugares como el purgatorio, el infierno o mundos imaginados. Por ejemplo, amé con locura A puerta cerrada, de Sartre, esa habitación donde tres personajes que han muerto llegan a la conclusión que el infierno es el otro. Por ello siento que lo fantástico también me atrae desde siempre, como espectadora, como lectora. Recuerdo que durante los doce años que me dediqué a la exhibición y difusión del cortometraje, siempre sentí una preferencia por todos aquellos de corte fantástico. Fueron muchos, muchísimos los cortometrajes visionados aquellos años y creo que la brevedad y lo fantástico se quedaron en mí.

Me gusta la ambigüedad. Esa sensación de no saber exactamente qué es aquello que está sucediendo en una historia. Las atmósferas de lo extraño. La duda que se instala cuando no sabes cuál de los mundos que se presenta en una historia es el real. Siento una atracción tremenda por personajes que han muerto, que pueden ver lo que sucede del otro lado, o que toman otros cuerpos que no les pertenecen.

Cuando comencé a conocer y leer microrrelatos me enamoré de aquellos que abordaban lo fantástico con una naturalidad increíble. Recuerdo que leí “Ecosistema”, esa pequeña joya de José María Merino donde un hombre recibe de regalo un bonsái y termina descubriendo que allí habitan pajarillos microscópicos, que se alimentan de pequeñísimos insectos y que también existe una minúscula mujer con la que termina viviendo en ese nuevo ecosistema que ha surgido en la maceta del bonsái. Me parece de una maestría envidiable la estructura de este microrrelato. Me encanta cuando lo fantástico surge de una manera natural, imperceptible y el lector lo acepta con naturalidad, sin ponerlo en duda.

 

  1. A manera de colofón, Húmedos, sucios y violentos incluye una pequeña pieza teatral que cierra el círculo con el que inició el libro, pues vuelve al tono de denuncia social, esta vez haciendo énfasis en la violencia contra los migrantes. ¿La escritura de esta pieza parte de tu propia experiencia como migrante, o fue detonada por un suceso específico?

 

En Muchos Lugares del mundo surgió a partir de la convocatoria para una temporada especial en microteatro Lima, Por los que tuvieron que Partir, realizada por el productor Igor Olsen con el apoyo de la ACNUR en el 2019. La convocatoria fue a nivel internacional y el tema de las obras era la migración. Yo había participado el año anterior como directora de dos obras en una temporada de Microteatro Lima que también tenía que ver con la migración, pero en este caso, con la migración venezolana. Fue una temporada que llevó por nombre: Por Venezuela. Siento que esa experiencia dirigiendo dos obras removió en mí todos los cimientos de mi venezolanidad. Jamás imaginé que pasaría esto con mi país de origen. Cuando me fui de Venezuela en 1988 era impensable que en algún momento los venezolanos y venezolanas se vieran obligados a migrar de esta forma. Cuando en el 2019 se lanza la convocatoria, surgió en mi cabeza la imagen inicial que aparece en el texto, una actriz y un actor que representan innumerables mujeres, hombres, niñas, niños migrantes. Luego ya el resto surgió cuando comencé a trabajar la estructura. Todo está basado en noticias reales. Algunas de esas noticias ya las tenía en archivos, otras eran muy recientes y una de ellas me la aportó una amiga. No están las noticias tal y como sucedieron. Las tomé como detonante y las llevé a la ficción. La obra fue seleccionada junto a nueve más y luego me invitaron también a dirigirla. Fue una experiencia inolvidable. Inolvidable escribirla, inolvidable dirigirla. Atravesar estas historias fue complejo, fuerte, doloroso. Primero en la escritura y luego en el proceso de montaje. Pero lo más fuerte fue en el momento en que teníamos a los espectadores frente a nosotros. Para la actriz y el actor fue de mucha exigencia emocional. Cada día hacían cinco funciones. Eran cinco repeticiones del proceso de atravesar la muerte de cada uno de los personajes. De ponerse en los zapatos del otro.

 

En enero de 2020 decidí incluir la obra en el manuscrito que se convertiría en Húmedos, sucios y violentos. Me di cuenta de que la obra estaba atravesada por los mismos temas que los 66 microrrelatos y que completaba el libro de una manera natural.

 

Ileana Vargas. Escritora y traductora mexicana. Licenciada en Letras Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México ffyl (unam). Ha colaborado en publicaciones impresas y electrónicas mexicanas y extranjeras como Antología virtual de minificción mexicanaAsfálticaAxxón (Argentina), AzothBlanco Móvil, Brevedades LiterariasTierra AdentroEntremaresmagazineLa Rabia del Axólotl, entre otras, así como en programas radiofónicos y televisivos.

 

 

 

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