Fina Selección
Vaso vacío
Guillermo Martínez Wilson
EDITORIAL CUARTO PROPIO
Santiago – 2022
por Víctor Hugo Díaz
La lectura de Vaso vacío de Guillermo Martínez Wilson (Chile, 1946) resulta una experiencia refrescante y necesaria, pues beber de sus páginas, se asemeja a sentir que al pasar por un lugar tan familiar y cotidiano, todo de pronto nos pareciera nuevo y sorprendente. Como si aquello que estuvo siempre ante nuestros ojos adquiriera un nuevo sentido, dejándose ver en toda su profundidad.
Ya desde el primer cuento, el que da título a este volumen, nos encontramos desconcertados frente a un espectáculo tóxico.
Al interior de un cabaret travesti clandestino, repleto de tipos ebrios con las narices sobre estimuladas, un joven judío con muletas observa horrorizado desde el público. Sobre el escenario hay cuerpos desafinados blandiendo sus nalgas bajo los focos; llevan el rostro maquillado con rímel, pero sin sus uniformes puestos. El lugar es un antro donde importantes agentes de la dictadura vienen a divertirse.
En este relato Martínez logra desplazar con singularidad, de forma estética y contundente, lejos del panfleto y lo evidente, aquellos arquetipos más reconocibles y frecuentes dentro de la narrativa y el cine chileno producidos en relación a este trágico período.
No hay frenadas nocturnas ni cuerpos sin encontrar, ninguna gota de sangre se dispara sobre el papel, no huele a pólvora, nadie planifica una matanza; solo hay un lisiado abstemio con un vaso vacío en la mano, sin vida propia, sin piernas ni país, incapaz hasta de despertar alguna sospecha. El que solo tiene como telón de fondo el necesario y merecido cadáver, de quien comete suicidio por error: un reflejo de la dictadura desde el espejo más sórdido.
Todo el conjunto evidencia el ojo y el talento del autor para aprehender los detalles y situaciones mínimas significativas. En Migas por ejemplo, junto con revalorar la escena rural, citada en “Modo paisaje”, el hablante nos expone la dura condena que es para un simple repartidor de pan, el estar atrapado y no poder decidir; atado como caballo de tiro al pesado carretón que simboliza no tener ninguna alternativa.
La capacidad de percibir la actualidad, de valerse de los acontecimientos y su contexto, se ratifica en Quiebra. Aquí, mientras nos conmovemos con el deleznable pasado y el amor enfermo de un sujeto rehabilitado de su adicción a la pasta base; tenemos al mismo tiempo que aguantarnos la risa al escuchar los delirios empresariales de un cuidador de autos emprendedor, que después del Estallido Social terminó volviendo a vivir bajo uno de los puentes del Rio Mapocho, debido a la imposibilidad de ir a trabajar a la Plaza: “era un buen barrio”.
Este libro se presenta desde la visualidad y lo táctil; solo hay palabras indispensables. Cada escena, cada objeto, tiempo y personaje, es un signo que nos susurra algo más. Esta escritura no solamente se lee; también se habita.
Por ejemplo, Un papel en los hechos sorprende a los lectores no solo por la locación elegida, Birmania, un país socialista post revolucionario del sudeste de Asía, sino también por su fascinante desarrollo y desenlace. Nadie sabe qué pasará y todo depende de alguien más, en otro ministerio.
Abrir por error o distracción un sobre, se vuelve un asunto de Seguridad Nacional que pone en acción a todo el aparato burocrático-policial del Estado; iniciándose así, una exhaustiva investigación dirigida por una nueva camada de millennials que, desde su asunción, pretenden dejar establecido quiénes son los que manejan ahora las cosas, aunque los hechos señalen en otra dirección.
Más tarde, a la vuelta de alguna esquina y si miramos atentamente, seremos testigos, en El encuestador, de los actos impuros de un joven tramposo que manipula y falsifica las estadísticas de las cuales es responsable.
En esta narración Martínez Wilson vuelve a fijar su puntería en la realidad chilena actual, metaforizando a partir del fenómeno de las Encuestas, cada vez más frecuentes, a las que se somete a los consumidores-votantes del país. Mediante un certero uso de personajes entretenidos y diálogos inteligentes, consigue desenmascarar los turbios objetivos de lucro que se disfrazan tras inocentes preguntas de interés comunitario.
Leer los siete cuentos que componen Vaso vacío es sin duda un ejercicio muy estimulante, en donde todo es más de lo que aparenta. Donde en un mismo trago fuerte y cargado, se combina con sutileza el humor y lo irreparable.
Es la aventura donde se hacen carne esos destinos que se cruzan en los terminales de buses, pero también en donde el envío de un pésimo dibujo puede llegar a ser algo muy peligroso, peor aún, terminar transformándose, a través de los oscuros pasillos de un edificio de oficinas capitalino, en un vertiginoso y confuso laberinto que por un momento nos involucra en los ajustes de cuenta de una pandilla de gatos domésticos y al siguiente, nos transporta a cualquier otro lugar impredecible que este intenso y potente libro guarda con entusiasmo para nosotros.
Guillermo Martínez Wilson nació en El Barrio La Chimba, Santiago de Chile en 1946. Estudió en la Escuela de Bellas Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, Facultad de Arquitectura. También cursó estudios en la Escuela de Grabadores Forun Grafik en Malmo, Suecia. Fue Director de la Sociedad de Escritores de Chile y colaborador en diversos medios periodísticos cómo: Diario Atacama, Diario Chañarcillo y Página virtual AtacamaViva.
Ha publicado El juicio final y otros cuentos en 2006, Entre pata de cabra y cantina y Los Caballeros de La Sirena Negra en 2011, El Traductor en 2016, Josefov en 2019 y Oficios fantasmas en 2022. Además, paralelamente desarrolla su obra como destacado grabador, en la que observa, recupera y exalta, con profunda y certera mirada poética, escenas en luz y sombra de hechos, oficios e imaginarios atávicos de nuestro continente.