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Espera, ponte así (fragmento)*

Andreu Martin*

 

Estoy sumergido en la bañera. Hundido. Acaba de suceder algo muy importante en mi vida. Pero no sé qué es. Estoy sumergido en la bañera, pensando en Laura y los niños, recreando algún recuerdo apacible de los juegos y rutina conyugal, la paz del hogar, las risas infantiles y entonces entra ella, desnuda y perversa, y se arrodilla junto a mí, y mete las manos en el agua jabonosa para jugar con esa porción de mi persona que hace unos instantes le ha procurado un viaje de ida y vuelta al Paraíso. No disimula su fascinación por el placer sexual, el regocijo que le causa provocar y notar su resurrección.

Me acaricia con las yemas de sus dedos, como comprobando si está dormido, calibrando su consistencia, fingiendo que no tiene ningún interés en despabilarlo. Pero también lo acaricia, y más interesante, con su mirada impúdica, y con sus intenciones, que se pueden advertir solamente viendo como frunce los labios. Me fastidia, me fastidia muchísimo. La he dejado rendida sobre el lecho de los revolcones, los gritos y el forcejeo, la he dejado exhausta en el campo de batalla, lasa, aparentemente dormida, muerta, olvidada, y me irrita sobremanera que se haya despertado, y que venga a interrumpir mis reflexiones acerca de la fidelidad y la infidelidad pasajeras. Me estaba limpiando el cuerpo y el alma de culpabilidades, liberado de toda lujuria, y no es el momento adecuado para mezclar sentimientos. Mi cuerpo, sin embargo, a pesar de mi rabia, o precisamente a causa de ella, está reaccionando. Lentamente. Ella contempla el fenómeno con curiosidad y ternura, con brillo triunfal en sus pupilas, como si intuyera mi rechazo y se supiera la más fuerte de los dos, como el encantador que consigue despertar a la peligrosa cobra y obligarla a bailar frente a los turistas fascinados. Contempla la emersión de mi virilidad como se mira un artefacto cuyo funcionamiento no conocemos bien pero que, por alguna razón oculta, responde correctamente a nuestras manipulaciones. Me domina. Se ha apoderado del extremo más frágil y desprevenido de mi personalidad y tira de él, y arrastra una larga ristra de sensaciones y sentimientos, encabezada por lo más ignotos y que termina en aquellos sobre los que yo siempre había creído tener mayor control. Me enfurece que mi cuerpo vibre contra mi voluntad, que la boca se me llene de saliva densa y dulce, que la respiración se me altere. La recuerdo hace rato, en la cama, a horcajadas sobre mí, abriéndose la vulva con los dedos después de un par de infructuosas embestidas, la recuerdo haciendo una “o” admirativa con los labios, ojialegre, dando a entender que el asta que debía empalarla era excesivamente grande, y que le hacía ilusión verse ensartada por ella. Revivo sus (nuestros) estremecimientos iniciales, la húmeda languidez que nos invadía, la tensión de nuestros cuerpos. La veo vencida y encabritada, de espaldas a mí, echando la cabeza atrás, arqueando atrás el cuerpo, poniendo al alcance de mis manos sus pechos llenos y enhiestos. Ella y yo camino del orgasmo. El galope, la impaciencia, la inconsciencia, la descarga simultánea. Recuerdo su grito. Y mi excitación, respuesta a sus manipulaciones, ya es más que manifiesta. Levanta ella la vista, buscándome los ojos. Para pedirme permiso, quizás, o para ver qué efecto me hace el dominio que ejerce sobre mí. Son de color de miel los suyos, y hablan un idioma que sólo puede comprender alguna parte muy irracional y remota de mí. Tengo la sensación de que me hablan de mi futuro desgraciado. La bruja. La brujita. La puta. ¿Por qué esta sensación de fracaso si todo ha ido bien? Ha gritado, se ha estremecido, se ha dejado caer sobre las sábanas, exhausta. ¿Qué me ha dicho que me ha afectado tanto? La agarro por los cabellos de la nuca, por sorpresa, y le doy un firme tirón. Cabrillean sus pupilas, se entreabren sus labios gruesos y prominentes. Su mano se ciñe con fuerza a la empuñadura y la empuñadura se endurece más todavía. —No te enamores de mí —me lo ordenó—. Ni se te ocurra. Tengo esposa. Y dos hijos. Tengo la vida montada, y bien montada, y no tengo ganas de que una putilla como tú me la estropee. ¿Entendido? Asiente. Entrecierra los ojos y la boca. Y asiente. Entendido. —Pues ahora, chupa.

 

[Número 86 – Erotismo en Español]

 

*Nació en Barcelona en 1949. Sus obras de novela negra han recibido numerosos premios nacionales e internacionales, de sus múltiples obras editadas mencionamos. Prótesis. El hombre de la navaja, el señor Capone no ésta en casa. Por amor al arte. Es autor de guiones de cine y tele la última visión. Ha escrito obras de teatro y se ha dedicado a la literatura infantil y juvenil. La última obra publicada. Bellísimas personas, ganó el premio Ateneo de Sevilla. Recibió el premio La Sonrisa Vertical 2001.
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