Ensáyandola (Disertaciones sobre la exáfora) por Uylder Torrez

 

 

 

Todo buen discurso inicia con la historicidad que las ideas tuvieron a bien crear, no se pretende la excepción, pero desde aquí, frente al computador y un teclado iniciamos el diálogo sobre una nueva estela de sonidos, colores y siluetas que estallan en nombre de imágenes no vistas como apariciones desconocidas hasta el hecho; y es desde aquí, el corredor de una casa tradicional chiapaneca en El Parral, donde da comienzo esta trama para que el protagonista (que a bien desear será el lector) pueda llegar al objetivo: romper la forma.

 

Lo anterior es un deseo a raíz de los sismos históricos vívidos que sacuden los rizomas de una patria y un continente que no ha dejado de ser descubierto, con todo lo que ello representa y arrastra ; no hay habilidad adquirida sin ejercicio constante del acto, pero es esto mismo lo que produce cauces por donde todo circula. Una variable de cultura general para mi gusto distópica. Este proceso bien podría llamarse “desfase supracultural”, y para no combinar con el paisaje recrea y dirige buena parte de acciones en todos los sectores humanos  de “un mundo bombardeado por tecnología desechable y redes sociales como nuevos medios de interacción global”. Son discursos ya bastante andados y también dislocados en la bina teórico-práctico, podrían pensar tal y como su servidor en su momento. Para ilustrar, el desmembramiento del espacio natural y humano con respecto de los anuncios comerciales de algunas empresas responsables de ello, socialmente responsables por cierto; como otro minúsculo ejemplo es la teoría enseñada en las escuelas superiores, misma que no coincide con lo realizado al interior o exterior de las instituciones y sus funciones para con la sociedad actualmente y en el pasado reciente, algo así como un guión de teatro bufonesco en cuyo gusto hay personas muy dispuestas a llevarlo a cabo, podríamos seguir un poco más hasta tocar fibras más sensibles de nuestra sociedad latinoamericana: su historia, su vida, su hambre y su muerte.   Eso que tenemos mucho de común con el resto del mundo que también ha sufrido dictaduras letales bajo la piel, los ojos y la lengua. La operatividad de la familia y los grupos como células orgánicas del consumismo, se ven  amenazadas por los círculos activos de los inconformes respecto al género, los deberes y obligaciones ciudadanos, las economías cuasi colapsan mientras el monstruo cambia de piel y de estrategia, mientras que el hambre y las pandemias siguen azotando el lacerado cuerpo de la humanidad, algo así como una metamorfosis inorgánica en cuya porquería se llevan a término todos y cada uno de los menesteres sociales de la época, en ese contexto el individuo se aleja más de ser y se aferra a poseer, al grado que si bien no hubo una total fusión al menos se contenga la dilución de nuestra individualidad colectiva, como desgarbado sueño en un mundo de impacientes.

 

Si no es fácil decirlo imaginémonos el proceso, deslumbrante.

 

Pese a todo esto, creer o peor aún afirmar que la literatura como transmisora directa de cultura general, filosofía e historia, debe repetirse ciclo tras ciclo siguiendo las líneas o suavizándolas tal vez en afán de no incomodar el buen avance y progreso comercial o la buena armonía de su entorno personal, sea este citadino o campirano, para no abrumar a los partidos políticos que bastante trabajo tienen organizando las vestiduras del país, y pasar desapercibidos y solo aparecidos ante los premios o las ceremonias de gala institucional o de buen relleno en las bibliotecas escolares o dando conferencias sobre temas ya bastante andados y cuya ineficacia es en exceso probada, etc.

 

No es sinónimo esto de incultura o insensibilidad, de maldad o de buenaventura, de ignoro o servilismo; simple y llanamente es inhumanidad, solamente eso.

 

“…el poeta es el cronista de su tiempo…” afirmaba hace más de medio siglo un gigante del sur.

 

Y el poema, ¿Cuánta hipocresía grita o cuánta verdad calla? En estos días en que la penumbra no es impuesta por la ausencia de sol, sino por los “tapabocas”.

 

Decir la verdad y actuarla en un lugar donde la distopía es aire y sustrato, demuestra buena conciencia resiliente o buen dominio de la cuerda y el trapecio, y no con ello quiero decir que se trabaje en algún circo donde las revoluciones fueron permitidas cuando los animales ya no divertían a los niños, no, esto es tan real y tangible como recibir el pago por un oficio indeseado.

 

Si fue asignado tal valor al jarrón de Pandora, buena razón hubo para abrir el sello. Hasta que broten alas a quienes de algún modo escaparán de este mundo siniestramente caricaturesco, las ventanas se mantendrán cerradas.

 

Reescribir figura tras figura en los mismos esquemas, perpetúa también los dogmas y costumbres bien sabidas de otros tiempos, la dislocación teórica afecta por igual a la literatura y la filosofía como creación.

 

Reconsiderar la evolución de una poética preciosista, contemplativa o de ficción, no hace bien ni mal al caso, solo basta para mantener los márgenes en el desarrollo de los procesos lingüísticos e históricos de los pueblos y su sociedad, de igual modo para la academia y los talleres de creación artística. Llevar consigo una carga crítica a la hora de representar simbólicamente las ideas, es introducir vegetales y mucha limonada sin azúcar en el banquete anual de comensales carnívoros o símiles. Puede llegar a ser algo incómodo o ridículo dirían aquellos que cuya sola idea inconforme no permita ver más allá de lo señalado.

 

El carácter crítico del discurso no concluye con manifestar una inconformidad, misma que a mayor grado de violencia verbal pueda ser más crítica, no, ese no es ni el objetivo ni el método; el discursar crítico surge de observar a fondo una situación o fenómeno, revisar las causas, las consecuencias, los márgenes, los alcances sociales y culturales que ello implique, del mismo modo hacer un mapeo de su posible historicidad o vanguardia en los hechos tangibles, antes que juzgar con lupa el contenido y posibles efectos en el entorno actual de las ideas y los actos humanos. No suena refinado y puede afectar los tímpanos, salvo que utopía fuese un mundo y no un concepto, eso es aquí y ahora necesario.

 

Tomarse el riesgo de avanzar es la aventura, el verdadero asunto vendría a ser: a cada paso estar más cerca o más lejos de lo pretendido. No hay claridad en lo turbio salvo la firmeza de la idea a la hora del salto, caída que con algunos trazos puede llegar a ser acto y consecuencia, el detalle está en explorar el entorno, no en suponerlo o mucho peor aún tomarlo por cierto como nos han dicho que es, cosa esta demasiado habitual desde que los intereses se anteponen a lo común.

 

No existen a mi gusto una poética cierta o una equivocada, una corriente buena o una corriente mala, estos vendrían a ser pleonasmos innecesarios en la lógica de la verdad, en palabras de Wilde, “no existen los buenos libros ni los malos libros, solo libros bien escritos o mal escritos”  y si agregamos: fueron bien pensados o solo influenciados. Los círculos son planos, las espirales no podrían serlo, viajar a lo tendido del sistema solar es imposible para la carne, pero puede ser solo un salto desde el pensamiento, y no es que seamos seres electrónicos por poseer neuronas y un cableado nervioso, o funcionemos como transmisores o antenas que buscan señales perdidas, pero poseemos la capacidad del pensar, una dimensión poco explorada en estos días de bombardeo desinformativo/ des in formativo, la ley del uso y el desuso puede guiarnos en sentidos adversos y la selección llegar a ser puramente artificial, estimado lector (por aludir a Sade) estos y otros tantos fantasmas son el precio a pagar o el riesgo a tomar en la aventura de ser uno mismo dentro de la dimensión del pensamiento.

 

Ahora plantearemos una etimología que si bien no es necesariamente simbólica es bastante para sostener la raíz del concepto.

 

EXA.- de origen jónico, del griego έξα (éxa) que significa  10006 o 1018

 

               Prefijo que indica el equivalente de un trillón

 

FORA.- de origen portugués,  de etimología indeterminada, tiene como significado

“fuera”

Al hacer la montura mórfica de ambos términos, siendo la primera un prefijo que refiere cantidad, y el segundo una suerte de sufijo / afijo que indica estar fuera, posiblemente de todo, colisionan en el nuevo concepto “exáfora”; se incluye el acento en la raíz a sazón de provocar una pronunciación ágil y armónica en el idioma español y añadiendo “voces” para referirse a las diversas manifestaciones del pensamiento, significa entonces: “un trillón de voces fuera”.

 

Si partimos de aquí, entonces comienza el viaje.

 

La inquietud como inherente en el origen de todo, se hace de nuevos asombros tras la explosión del eco, circunstancia esta donde el hombre pertenece al tiempo y tiene la facultad de crear nuevos puntos de partida, en la rapsodia del sueño al trazo. Pensar en la mitología como la descripción de lo inexplicable o los reflejos y sombras de la habitación vecina, agrava un poco más la situación actual de la crítica como unidad potenciadora en todos los ámbitos del ser humano, luego el peso del pecado sobre los intelectuales académicos, cuyas envestiduras se ven anacrónicas y cuasi perpetuas, pero si por el contrario se favorece con abrir paso a la disyuntiva del diálogo dialéctico podremos entonces pasar de jueces a testigos y de allí a protagonistas y hacedores; hasta el mundo de los sueños tiene su propia dialéctica, estoy seguro.

 

Cuéntense  muchas historias de aquel animal que por miedo se volvió necio, impactándose contra la pared de una máquina que no habrá de caducar en su tiempo, nótese bien; pero en casos cuánticamente posibles la luz llega a equis punto neurálgico, piensa entonces en introducir el error y aparecen de un flanco inesperado paradigmas previos, antiquísimos. Ajenos siempre al orden armónico e inaparente de las cosas. Un espacio irreconciliable como el desierto absoluto mencionado por Camus, allí donde se crea y se destruye la memoria, cohabita el material del paradigma; buena razón aquella de Nietzsche, el abismo también te ve y si decides combatir monstruos es porque también eres un monstruo, simple. ¿En qué otro lugar ocurriría eso si no al interior del volcán?

 

En cierta ocasión alguien contó que la miel y la abeja no se correspondieron sino hasta que una necesitó de la otra y la creó, de allí que coexistamos todos en un orden donde las invenciones no necesariamente son funcionales y por el contrario las funciones suelen también ser invenciones, no hay suerte de héroes aquí, solo colapsos uno tras otro hasta el horrizonte; desde una calle empedrada un niño de harapos recientes saluda al futuro que no conocerá pero le deslumbra.

 

Los sueños no mueren una vez aparecidos, son el primer poema… idea bella pero bastante romántica, antagonismo que se paladea en el barro del psicoanálisis moderno de las lenguas y los haberes de la pluma, el pensamiento como reducto último de la libertad, esta que no se define aún entre sueño y utopía. Apocalipsis sonoro de las especies pensativas, pues es su mundo el que está en juego y riesgo.

 

¿Debo detenerme a pensar en el dolor perdido?

 

¿Debo deconstruirme y luego existir a partir del todo?

 

¿Vivir es consecuencia de la desarticulación?

 

¿Amar sería entonces perder tiempo invirtiendo cuerpo?

 

No importan tanto los preceptos como los pasos, esos que llevan su tropiezo y su salto, los que transforman en móviles cada expresión neuronal y sensorial;  lo que humaniza, el acto no el melodrama.

 

No basta solamente recrear el lenguaje diario comunal o selecto, ni perforar las paredes para espiar otros decires, si no declara lo que buena parte de su tiempo el artista ha teorizado y en el mejor de los casos “manifestado” en su creación. La exáfora es una carta de invitación para ello, a su vez desde un metalenguaje que desnuda y desteje rocas en tormentas, que toma la materia sinóptica y la replantea desde nuevas imágenes y arritmias a modo de terremotos lingüísticos, sacude las ideas petrificadas de la creación poética desde la segunda década del siglo XXI hasta el espacio último posible, no pretende confrontar entre figuras retóricas ninguna, solamente tomará su espacio, cual innovarán más adelante en el tiempo nuevas figuras y símbolos, tendencias o vanguardias.

 

La exáfora es una espiral que gira sobre tres ejes: crítica, dialéctica y metalenguaje.

 

Pero ello corresponde a otro discurso.

 

Antes de concluir, puedo a la sazón afirmar que si anduve por estas coordenadas y pude amar, mi madre era entonces una exáfora.

 

Salud  y bello día.

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