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EL CADÁVER DE CANTERVILLE


Después de distintos tantos la vida nunca es justa. Qué suerte que no lo sea. Una enorme desilusión existe y el mundo injusto, tan sutil e inútil. Antes, mucho soñador con delirio tremendo sucumbía, pocos opiados ya carcomidos vía sífilis, paganismo e ideas medievales modernas de antigua magia: llevar sortijas en los dedos del pie, uñas pintadas esmeralda tipo cortesana babilonia, contrario al rojo de superpiruja.


Hay injurias de las que se puede acusar inmoralmente y qué bien que así lo sea. En la noción está el cínico en pelo lacio largo, medias de seda, zapatos de charol cuasi porcelana, con lirios níveos y el girasol, frecuente látigo flácido, entre su pulgar. En la otra mano pasmosa, palanca suave, dos cigarros insertos cual fingido y afectado teatro, grotesco, entumecimiento por continua contorsión e incesante circo, enredo.


Sonrisa falsa, cosida. Bigote blanco-negro en flagrancia; frac, mancuernillas al oro, anillos varios incrustes, argollas en pezones. Pliegues u oídos perforados, encaje a presión de micropiedras preciosas por intracutáneas. Un errabundo castigado con la fosa común, dandi dientes cariados, esa bondad profunda del mal encarnada en tal máscara. Drene total de líquidos o ligereza entrañable, aunque visceral desecho.


Se tiene lo que uno es en el interior. No sólo tripas o coágulos, esófagos y tuétanos. Todo. Relativo a la experiencia la forma tergiversa, morgue por mimetismo. Cuerpo en blando resto sin decoro ni recato. Los gusanos, en atrevido anticipe crudo comen. Desnutridos, caníbales, chinches, dondequiera que anden inspiran aversión en pus, claudique desgaste como rata intestina, hinchazón vulgar de ventrílocuo hablador.


Más allá de la historia oficial este organismo remoto no halla hoy aún cárcel que lo contenga. El soplo anímico famoso, aquí finado e ido será turbio disturbio digestivo, aristotélico alarido, láudano y lauros para las esferas de infusión en su sangre.


El entusiasmo duró nada, casi nomás desapareció. Ya estaba muerto, empero, fue resucitado en músculo célico y piel de sátrapa, persa.





Por Pablo Antonio Junco

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