Esteban Couto autor de Orbes
Esteban Couto consigue en Orbes (Editorial Aletheya) apropiarse de un habla de otros tiempos, coloca en funcionamiento un lenguaje cosmogónico que atraviesa lo cotidiano: el recuerdo del hogar, el pequeño poblado, el sonido de la lluvia sobre el pasto, los cabellos de la abuela, los ojos de la madre, un diálogo con nuestros hijos.
La religiosidad es un elemento que no podemos eludir en la construcción de este mundo poético, pero no se equivoque lector, no se trata de adoctrinamiento. La palabra poética emerge en estos textos como un canto profético y una conexión con la tierra, un nexo con nuestros antepasados, con las historias que nos educaron sentimentalmente y que están vivas a nuestro alrededor, pues heredamos los significados y las palabras.
La palabra emerge en estos versos, no en un hablante esporádico y huidizo que se esconde tras cada texto, me atrevo a señalar que existe una voz medular, un habla transversal de un caminante que recorre el poemario como en el Monogramático o aquel que osa situarse ante el Aleph y va concretando la realidad a medida que descubre, ese que al dar nombre a las cosas, les da sustento y se otorga a sí mismo dimensiones, sin embargo este hablante duda, pues las palabras también son pequeñas cárceles que limitan nuestro conocimiento de la naturaleza, es así que los poemas se debaten en un proceso de hilado imperecedero, una cinta de Moebius que se desdice.
[La telaraña cósmica de la historia tiene códigos indescifrables de estrellas que no cesan de repetirse, como en un bucle de tiempo infinito rueda rueda rueda sin misericordias de dioses]
Contrario a la volatilidad de los días que corren, en que el decir es una moneda que se transa sin mayor reflexión o que por el contrario, todo se asume como una verdad castigadora, Orbes desafía a su propio tiempo y la manera en que los creadores piensan, incluso poéticamente, cayendo en recursos y formas prestigiadas o al uso.
Esteban Couto se aventura a edificar su propia voz, libre de convencionalismos y consigue establecer con honestidad un nexo con paraísos perdidos y senderos primigenios que, por lo cotidiano, han perdido para nosotros todo carácter mítico y ancestral. La poesía del autor vivifica el pasado, es un canto que nos permite reapropiar la espiritualidad desgastada y en esa medida, es un diálogo abierto con la sabiduría que se encierra en ese otro gran orbe, la memoria: El abuelo decía que no debíamos matar las hormigas del jardín porque podían ser reencarnación de algún familiar difunto /o un ser amado traído por la pasión de la memoria.
A partir de Ichus Negro de Osman Alzawihiri
La lectura de Ichus Negro (Cascahuesos) me ha llevado a conocer la obra del autor, profundizar en esta y con ella acercarme a una serie de nuevas voces del sur del Perú, las cuales no me son ajenas como lector y de las que ya tenía noticias producto de la cercanía natural del norte de Chile con Tacna, Arequipa, Puno y en estos tránsitos por el tripartito, también la poesía de Bolivia.
Tras terminar la lectura de Ichus Negro, me encontré con una cita de Darwin Bedoya respecto de un libro anterior de Osman, «Sudario 2981» que dice «El lenguaje reconstruye el mundo y el pensamiento se hace sensorial en estos poemas nacidos de la lejura y llovidos desde algún sitio del silencio». De algún modo, este párrafo me permite introducir un texto a manera de diálogo con Ichus Negro
En los 3 cuerpos que componen el libro, tal como señala Bedoya, podemos observar poéticamente como la lluvia, el paisaje compuesto principalmente por una inmensa variedad de plantas y flores, el molle, agave, capulí entre otros enunciados a la par de la yesca y la constante remisión a materiales secos, al borde de la extinción, tentando constantemente al fuego, generan un abanico de colores y aromas que edifican la construcción de un mundo sincrético en que la naturaleza se hibrida en un imaginario mágico, tal como lo expresa de manera ideal el título que abre el poemario, al hablarnos de una masa de nubes que son más bien un amasijo de hojas que llueven ichu en forma de ceniza, naturaleza desbocada, luto y cierto tono apocalíptico plagado de belleza, una belleza en constante ruina, debacle, volveré sobre este tópico más adelante, lo que me interesa resaltar en este punto, es la riqueza polifónica del texto y su lengua a través de un proceso poético por el cual el sujeto va conformando un discurso descentrado, heterogéneo, múltiple, que enuncia y traduce una biculturalidad con elementos antagónicos que no se resuelven, sino que evidencian la tensión no zanjada, la «totalidad contradictoria», las experiencias «dispersas, quebradizas, inestables y heteróclitas»
El poeta dice:
Lo cual me remite a lo que el investigador Iván Carrasco señala como «enunciación sincrética»: «La enunciación de los textos de doble codificación es el resultado de la mezcla de categorías y elementos etnoculturales incorporados en la instancia de emisión y recepción. El hablante de estos textos, asume el saber de su grupo étnico, pero también el de aquel con el que se conecta o sobre el que habla. Resulta evidente que el destinatario de un texto en doble código es, lógicamente, también doble, debido al uso de códigos lingüísticos diferentes»
Lo que me resulta atrayente de Ichus Negro, es su capacidad natural de articular una multiplicidad de voces, imágenes, tradición, oralidad y elementos coloquiales, escrituras que el poeta reescribe, describe, glosa y actualiza, provocando contrapuntos y registros, sin perder el ritmo y la gesta de una atmósfera que nos envuelve como lectores, se trata de una lengua desatada, memoria y arquitectura testimonial que nos introyecta y transporta al punto de origen, por tanto me parece reconocer tras la fuerza y vigor presentes en cada poema de Ichus Negro, no un espíritu sublevante que interrogue a la hegemonía del centro, sino como plantea Julio Noriega, un hablar desde un universo escindido, para reincorporarnos al espacio sacralizado del origen en un viaje imaginario a través de la lengua y de la memoria, y desde un «discurso mítico» vamos de la despedida a la reconquista y del desarraigo al retorno mítico. Por eso el poeta señala:
y aunque muchos de los poemas están cargados de una oscuridad palpable, el imaginario es fértil y entrañable entre osarios, sangre y olvido.