Dos cuentos de Ulises Paniagua

Tuercas en mi cabeza Ulises Paniagua

 

Dos cuentos de Ulises Paniagua

 

  

Manuscrito

 

Este manuscrito, de elegante caligrafía, fue hallado  por un camarero en una taberna de Ámsterdam, una tarde de noviembre. Su destino fue el cesto de la basura. A manera de advertencia debemos comentar que el manuscrito viaja, entre líneas, de una época histórica a otra,  en diferentes dimensiones territoriales, como si el espacio-tiempo fuese un lago cuyas aguas pretéritas y futuras se juntan, de forma discreta e imperceptible, de vez en cuando. El asunto del texto, sin embargo, es claro: se trata de una numeración acerca de los problemas que enfrenta un escritor, en su afán por publicar libros.

 

 

Tuercas en mi cabeza Ulises Paniagua

Presentamos aquí nuestra versión del texto, al que llamaremos “el texto fantasma”:

19 de abril, 2017: Amanece: Leer. Leer hasta el fin; hasta que el gusto de libro viejo se enrede en tus papilas literarias con la delicia de un vino añejo, de un buen café.

Mediodía: Dice William Blake que lo que hoy es evidente, una vez fue imaginario. Nada más cierto para comprender cómo fueron fundadas las sociedades antiguas y las modernas.

Por la tarde: Los buenos escritores deben ser fieles a sus fobias y manías; aunque equilibrados en la prudencia estética.

Otoño de 1895: Enloquecer del todo no te garantiza ser un escritor; por otra parte, no dejar un rastro de locura en las letras es timidez que no te permitirá figurar con una obra digna.

23 de abril, 2057: No desesperes. A los editores les encomendó el diablo la misión de avivar las angustias de los autores, y sobre todo, de los antologistas.

Madrugada: Tengo la impresión, con base a las últimas ferias de libro a las que he asistido, que lo que se promueve no son los buenos libros, sino una lectura fácil, casual, light, que deje plata a las editoriales.

Despierto: Lo menos que puede pedirse a un autor agrio y mezquino, es sentido del humor entre las letras.

Es de día: el oficio de escribir es como cualquier romance: puedes enamorarte de tu obra, pero no obsesionarte con sus destellos.

12 de julio, 2097. Hay tres tipos de personas superficiales: los estúpidos banales, los banalmente estúpidos y los estúpidos hasta en su banalidad, procura no acercarte a alguna de estas tipologías, no importa que se trate de escritores.

Año I A.C: Ama la obra por encima de quien la escribe, aunque quien la escribes seas tú.

Al alba: La obra es sublimación; tú, en cambio eres terrenal a pesar de tus anhelos. Los ídolos literarios se hicieron para todo aquel obsesivo que necesite llenar su vida con la vida de otro, que por cierto, no siempre es tan emocionante como pudiera pensarse.

Amanece: Los escritores que alcanzan el nivel de verdaderos artistas, son pocos.

Anochece, 2097: Lo que hacemos hoy, mañana será crónica de otros.

 

Este manuscrito, este «texto fantasma» rescatado del cesto, formó parte de la colección de un ermitaño excéntrico, y fue revendido a un amigo poeta. Este último —mi amigo—, asegura que el documento puede leerse en cualquiera de los equinoccios del año. El resto del tiempo, es invisible. Quien se interna en los mensajes del texto consigue, después de sacrificios, acceder a sus secretos. Poco perceptible, el mensaje se revela ante el asombro del lector como una metáfora de la vida, algo difícil de comprender. Es incierto el idioma original desde el cual ha sido traducido dicho manuscrito (en el supuesto caso que se trate de una traducción). Una sola vez me permitió el poeta tener acceso a este texto. Por más que insisto, no he tenido una segunda oportunidad. No importa, por fortuna tengo una memoria fotográfica, privilegiada. Así me ha sido posible compartir tan extraño documento.

 

 

 

Otra ciudad invisible

 

A Ítalo Calvino, con profunda admiración

 

Existen dos Azoguias: una nacida  en el cruce de cuatro caminos; y otra que tuvo origen en una pesadilla, en una bocanada de humo. De esta última se cuenta que cada calle, cada banca, árbol o habitante, posee un reflejo en una ciudad idéntica (la primera Azoguia). Es decir, existen dos versiones de la misma urbe, pero una de las dos es falsa.

Al viajero le cuesta trabajo reconocer las diferencias por sutiles; sin embargo, si se mira con atención es posible distinguir lo verdadero de lo superpuesto, pues la primera está repleta de códigos electrónicos inconexos, de mensajes que no buscan cifrar un sujeto u objeto y se pierden en la vanidad de la existencia, en la espectacularidad de los anuncios luminosos. En tal lugar se intenta tocar las paredes de los edificios o las puertas de los santuarios sin conseguirlo; es posible atravesar las imágenes como un puño atraviesa una capa de aire. Esa Azoguia es un andamiaje sin alma.

La otra, la verdadera Azoguia, permanece dormida detrás de las representaciones virtuales. Dicen que se cimentó con la sangre de muertos muy antiguos, con deseos marchitos de suicidas y activistas que desfilaron por avenidas y plazas; pero también con la esperanza de niños que jugaron a la pelota entre sus barrios; con la risa de adolescentes que se besaron a escondidas en cines o callejones, con los cantos de los abuelos mientras amasaban el pan. A esta urbe, a la segunda, es difícil hallarla. Se muestra de vez en vez cuando los viajeros puros de corazón mantienen la vista entornada en el instante del ocaso, justo en ese resquicio que da paso a la noche. El viajero que consigue entrever algo debe estar atento, pues el milagro no dura más de un segundo. Después,  la otra Azoguia, la que fulgura entre anuncios de antros, automóviles, campañas publicitarias o políticas, vuelve a exhibirse amplia, una tramposa promesa del futuro, ahíta de términos que los habitantes han decidido atribuirle para no perder la cordura dentro de sus circuitos inventados y sus incesantes, salvajes, centros comerciales.

 

*Del libro “Las tuercas en mi cabeza” (Camelot Ediciones, 2019).

 

Ulises Paniagua (México, 1976)

Narrador, poeta, videasta y dramaturgo. Posee dos posgrados en la especialidad de imaginarios literarios.  Es autor de las novelas La ira del sapo (2016), y Ese lugar existe (2017); así como de cinco libros de cuentos: Patibulario, cuentos al final del túnel, (2011), Nadie duerme esta noche (2012), Historias de la ruina (2013), Bitácora del eterno navegante (Abismos, 2015), y Entre el día y la noche (UAM). Su obra incluye cuatro poemarios: Del amor y otras miserias (2009), Guardián de las horas (2012), Nocturno imperio de los proscritos (2013), y Lo tan negro que respira el Universo (2015); así como los CDs sonoro-poéticos: Cuadriversiones (2013), Clandestinos y nocturnos (2014), y Mientras nos queden labios con qué cantar (2016).

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