La ciudad que perdimos en el sistema
Por Mercedes Alvarado
Perdí la credencial de elector, la bendita credencial que se utiliza para decir ‘sí, soy yo’ en cualesquiera trámites burocráticos, legales, bancarios y civiles. Ese pedacito de plástico en el que dice quiénes somos y que somos mexicanos. Esa tarjetita que una carga a todos lados con cuidado y en cuyas fotos nunca creemos vernos lo suficientemente bien.
La perdí y tuve que hacer fila en las oficinas del Instituto. Llegué, eso sí, lo menos despeinada posible, con labios carmín, la tarde libre por delante y un libro en la bolsa. Que no se diga que me faltó previsión. Todo iba más o menos conforme a lo esperado hasta que ese joven -ciertamente amable- consignó en el sistema: ‘lugar de nacimiento: Ciudad de México’.
La ciudad que perdimos en el sistema
Por Mercedes Alvarado
Perdí la credencial de elector, la bendita credencial que se utiliza para decir ‘sí, soy yo’ en cualesquiera trámites burocráticos, legales, bancarios y civiles. Ese pedacito de plástico en el que dice quiénes somos y que somos mexicanos. Esa tarjetita que una carga a todos lados con cuidado y en cuyas fotos nunca creemos vernos lo suficientemente bien.
La perdí y tuve que hacer fila en las oficinas del Instituto. Llegué, eso sí, lo menos despeinada posible, con labios carmín, la tarde libre por delante y un libro en la bolsa. Que no se diga que me faltó previsión. Todo iba más o menos conforme a lo esperado hasta que ese joven -ciertamente amable- consignó en el sistema: ‘lugar de nacimiento: Ciudad de México’.
Y no, Señor, yo nací en el Distrito Federal… Pasamos de los argumentos históricos a los legales, de la importancia de la exactitud a mi voluntad mi derecho… nada… al joven casi se le acaba la amabilidad y a mí la paciencia… en conclusión y pese a una hora de explicaciones racionales, el sistema ha borrado la posibilidad de mi identidad defeña.
Salí la calle derrotada, sintiendo una deuda conmigo, con la ciudad y con los defeños. Cómo íbamos a explicarle esto a Monsiváis, a Huerta, a Novo, a Pacheco, a Nahui Ollin, a Leonora… ¿cómo va a ‘borrarse’ el D.F. del sistema, si hay tanta vida escrita entre sus calles?
Y justamente ahí, por la Santa María, cigarro en una mano y papelito del Instituto en la otra, caminé largamente pensando en estos versos de José Emilio, defeño emérito y bien querido.
Santa María
Jose Emilio Pacheco
Esta ciudad de pronto se inventa otro pasado
El silencio está fuera de lugar
Las casas son indefiniblemente de otro mundo
La noche se desploma sobre otra época
El aire emponzoñado huele a campos antiguos
Y todo se me vuelve aún más extraño
Porque lo reconozco
Porque ya de algún modo estuve aquí
(donde no he estado nunca)
Porque he perdido esta ciudad insondable
Que ahora recobro misteriosamente
¿Y quién podrá decirme la verdad en este cauteloso fin del mundo?
¿Estoy vivo en mi vida pero me adentro en una fantasmagoría?
O todo a fuerza de ser real
¿Me está volviendo un azorado fantasma?