Desde la hamaca – La posible ciudad en ruinas, poesía de José Manuel Vacah
(Columna)
Por Mercedes Alvarado
‘¿qué había antes?’, es la pregunta en la que se insiste y a partir de la cual José Manuel Vacah crea un espacio en el que detiene a la ciudad para recorrerla con la mirada, a modo de panorámica, como el espacio en el que se han apareado animales y humanos por igual; el mismo espacio en el que él mismo habrá de reproducirse y vivir, bajo las lucecitas artificiales de las casas del cerro.
Hay, en la poesía de Vacah, una cierta certeza del futuro; sabe que el tiempo ha de venir, intuye que habrá amores, pérdidas y ganancias, y explora sus posibilidades a partir de los dolores presentes, como quien sabe que, si algo cae hoy, mañana construirá sobre sus ruinas.
Cicatriz
Salimos de la fiesta a comprar cigarros.
Desde el cerro una cicatriz de pequeñas casas,
iluminadas por el rencor de las estrellas,
se desgarra
y la luz hierve en el cielo oscuro.
Dentro de aquellos muros
—la noche nos está gritando—
una madre violenta,
un padre idiota,
se acuestan, se penetran las entrañas;
dices que lo sabes y te quedas señalando a los fantasmas.
Hemos salido entonces para conocer la cólera
y el amor que crece
en nuestro lado del frío.
Te he dicho que ya no convoques aquellos frutos,
que no los comas,
¿qué había antes?, te pregunté.
Te abracé
mientras las gatas maullan para atraer a los machos.
El cerro es un animal
de huesos brillantes,
es injusta la visión,
¿qué había antes?,
porque tú y yo salimos de la fiesta hacia la noche
felices
y de pronto
has pensado en las consecuencias
y yo he quedado triste.
Tus pasos resuenan todavía sobre la calle rota.
En esta soledad larga de la calle
tus pasos
día, noche, todavía resuenan sobre la calle rota,
las manchas de óxido en nuestra piel
lucen bajo las lámparas
cuando la última tienda está cerrando.
Tuve miedo,
era sólo un muchacho que registraba tu voz
pidiendo que la noche no terminara.
He corrido a comprar los cigarros,
la perra luz,
aquella luz enferma de las casas,
ha encendido el primero.
El humo se espesa en las cicatrices,
¿qué había antes?,
en el silencio de las premoniciones,
la música que llega
es atravesada por la muerte.
He guardado la visión de tu cuerpo
a esa hora;
atrapado en el lugar más oscuro de la ciudad.
Tus ojos mirando a las luciérnagas que no se mueven;
tu mano señaló una casa entre todas,
atravesó el futuro:
“esa es la nuestra,
allí llorarán nuestros hijos,
llevarán nuestro nombre
y nuestras cicatrices”.
Tuve miedo entonces del mañana,
¿qué había antes?,
te he preguntado.
“Primero fue la fiesta”, me dijiste,
“ahora es la noche”.
El encuentro
Todo ha muerto tranquilamente.
No hay certezas, nada hay,
cómo podría saber que no hay dudas,
acércate,
aquí está el rastro del amor más firme,
los signos y las advertencias,
por eso acércate muchacha,
aquí está mi ternura y cada quién en su sitio.
Depende de ti saber qué momento es éste,
de mí dudar.
Está bien que haya un instante preciso,
no te arrepientas.
Qué dirás de mí si llego tarde…
No mires atrás,
doblaré en la primera esquina,
entre animales nocturnos
podré caminar hasta perderme.
Aunque a la distancia sean recuerdos
estos tatuajes, todos son palabras y música,
y esto que llevo bajo la chamarra es un libro,
no desconfíes.
El último pájaro ha pasado.
Cómo podría yo saber que abriste la jaula
o que la cerraste,
puede ser…
Pasaste tú y detuviste el tránsito de las bestias.
Lustré mis zapatos con saliva de la mañana,
planché mi camisa,
me froté poemas en el pelo,
recorté mi barba.
Si me pongo bajo la luz,
mírame,
mi pelaje es gris y suave.
Islote bajo las sombras,
mírame solitario,
yo soy un perro manso,
y aquí hay militares haciendo rondas,
peces de dientes puntiagudos
ratas que devoran ratas,
lobos,
serpientes sigilosas,
y no te voy a morder esta noche.
Vals nocturno
Bebo de este amor, y vuelvo a empezar
como si nunca la hubiera besado.
Este vals a la orilla de la tarde herida
que moja su cola en el río de los autos…
La tomo de la mano, bailaré con ella,
mientras los edificios sigan siendo el piano
enloquecido de alcohol y de ternura,
enloquecida ciudad de amantes y asesinos.
Este vals que tomo entre mis manos
se convierte en pájaros, ay, cómo vuelan;
guardaré esos trinos para ti, le digo al oído,
toma este vals de dulces plumas
que desaparecen en las guirnaldas negras de las nubes.
Toma este vals, le digo, mientras la noche nace sobre nosotros.
Este vals, dice ella, me recuerda viejas canciones
que ponía mi padre durante las fiestas.
Pero yo la quiero, y bailaré con ella
por melancólicos pasillos y oscuras sendas.
La beso sobre las sombras, en los libros muertos
y en la locura de los perros ladrando a las estrellas.
Este vals, este vals, este vals
que pinta de azul el lomo de las ratas,
pinta de blanco el pecho de los ladrones;
mientras la beso en nuestra cama hecha de luna
en cada esquina un fragmento de nuestro amor
sin que nadie se dé cuenta.
En cada esquina está ella y estoy yo,
locos al sentir que todo está en armonía,
ay, el mundo a cada paso nuestro,
el amor a cada paso cortando de la noche las espigas,
a cada paso reventando los sepulcros de la acera,
sanando las heridas de las calles rotas.
José Manuel Vacah (Estado de México, 1990). Escritor y periodista cultural. Es editor de los diarios digitales Tercera Vía y Revueltas Times. Su obra poética incluye los títulos Desearás irte, Los perros tras de mí y Demasiada luz en esta noche. Obtuvo el primer lugar en el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero 2018 organizado por Editorial VersodestierrO.