El pan de cada día, poemas de Clara Eugenia Ronderos
Por Mercedes Alvarado
Primero los fuegos artificiales, la montaña rusa emocional, el resplandor en todo lo que nos rodea. Luego los ritos íntimos, el interés por la palabra, el sendero que se aplana a nuestro paso. ¿Qué nos queda después? Un amor pan de cada día, un espacio que no sorprende y que aún nos conforta.
De reyes y fuegos (Ediciones Torremozas, 2018) es un libro de poemas de amor. Nada más, y también, nada menos. Clara Eugenia Ronderos cuenta, desde la voz de una mujer por la que han pasado los años, esta certeza: lo que permanece siempre cambia.
Legado
Debo dejar constancia de estos goces:
un testamento para los días amargos,
para las noches largas
sin el calor de un cuerpo.
Hoy he vivido de placer,
de piel que roza y eriza
y elástica se adhiere a piel
con o sin rostro.
Hoy he entregado todo de mí,
he abierto de par en par el Paraíso
y he perdido la llave
en el fondo de un pozo.
Hoy, que consta de tantos infinitos,
hoy, que corren el sudor y la miel,
dejo palabras
como semillas para los días y las noches
en que la piel se encuentre de nuevo con su miedo
con su sequía y su miseria
con su adiós.
Pasajero
Cuando llegaste,
pensé que eras el sol,
pensé también que yo, montaña o mar,
habría de devorarte en un atardecer
de sangre o fuego.
Te apagaste después
sin más estruendo
que el de una vela de torta cumpleañera
al resoplido de un niño sin edad.
El pan de cada día
No tengo ya palabras de amor para decirte,
solo imágenes que regresan cansadas,
caballitos de un antiguo zoológico de carrusel.
No tengo ya caricias nuevas, ni trucos, ni remilgos,
no tengo sino aquello que soy y que nos damos
en el lecho común, en el café por las mañanas.
Te cuento historias cotidianas
que conoces o imaginas, no hay sorpresas
ni temerosos pasados que ocultar.
Pero hay un milagro que se renueva
en esta paz, en la mano que conoce la mano,
en el cuerpo que se estira con desenfado.
Hay un placer de ojos cerrados, de silencios,
de recuerdos y de triunfos pequeños
en este amor sin adornos
domesticado y sobrio.