Crucifixión de Sergio Alarcón Beltrán

 

 

TRATADO: ESTÉTICA DE LA VIRTUD Y LA BELLEZA

 

 

Cómo expresar a la flor,

la belleza que habita su fulgor en la corola.

La impresión estética de su virtud fragante y amorosa.

 

 

Acaso, la tesis doctoral de un genio

de la estética, o un tratado de belleza,

pudieran, en su sintaxis, culta y académica,

poder sustentar con irrebatibles argumentos,

ante la opulenta sencillez de tu realeza.

 

 

Tal vez, una aproximación certera,

pudiera verter, la abeja, el colibrí,

el fulgor de luna llena,

el lenguaje convincente del rocío,

la predicación teológica de la mantis religiosa.

 

 

Quizá, un racimo de emociones pudiera,

ante tanta evidencia, apenas, ofrecer, una respuesta,

sencilla y estentórea, como la mar,

o una catedral que frente a sí, reúne,

el fervor de las palomas.

 

 

Quizá, ni la razón más pura

y absoluta de las luminarias griegas,

ni la certeza de un teorema,

o la sabiduría de la lógica,

o la expresión algebraica

de la música y la danza,

pudieran explicar, la sencillez

que habita, inmarcesible,

tu voz de azahar y anémona.

 

 

Acaso, un manojo de suspiros y gardenias,

un poema, puedan, quizá, develar,

con la exactitud de un beso,

la dinastía de tus labios,

saber que sois sencilla y dulce,

como la mañana azul

de la estación sublime y nuestra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SU LLANTO MOJA LAS ESTRELLAS

 

 

A los niños de Siria, caídos

en fauces estúpidas de la guerra.

Mi madre sangra desde el fondo

de sus pupilas y su costado izquierdo,

su llanto moja las estrellas.

Yo, la veo llorar, sin poder consolar

el dolor que arde en su pecho.

 

 

Mi cuerpo ha sido arrancado

de sus senos, de la sonrisa

de mi rostro. De lo alto, un misil

alcanzó el patio de mi escuela,

mis compañeros volaron fragmentados,

entre ojivas de aquella terrible bomba

que cayó del cielo.

 

 

No me duele haber muerto,

me duele mi madre,

mis amigos que, sin brazos

y sin piernas, lloran

ante la brutalidad de los que juegan

arrojando bombas a mi pueblo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CRUCIFIXIÓN                                       

 

 

Frente a la indiferencia y el egoísmo

de nuestra sangre homogénea.

Frente a la escenografía

de la pasión de cristo, emerge,

-un México crucificado-

en la casa de los pinos,

en los bosques nevados de Davós.

 

 

Habrá que hallar en las carpinterías,

en los surcos o las aceras,

un bastón de rebeldía,

un puño de palabras

con el rostro de todos,

que arroje de la Catedral

y los balcones de Palacio

Nacional, los mercaderes,

los sembradores de miseria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RETRATO DE SANGRE

A mis padres

 

 

El obturador de la tarde nos alcanza

sentados en el patio de la casa de mis padres.

 

 

Lienzos de luz nos cubren de sol.

 

 

Cítricas extremidades

acarician con azahar sombra al patio.

 

 

-Mi madre- desprende un astro cítrico.

Cuidadosamente le retira la envoltura.

Un dulce sol aparece entre sus manos,

lo separa en gajos.

Nos obsequia, equitativamente,

una fracción de sol.

 

 

Yo, leo un poema en voz alta.

 

 

En tanto, -un colibrí- se mira en el espejo.

Reconoce su plumaje,

sabe que existe, vuelve a la flor.

 

 

Mi padre, sirve generoso, un trago.

Agua ardiente de los cañaverales.

Hierve la sangre desde el primer sorbo.

 

 

-Mamá- ha olvidado que día es hoy.

Ha olvidado si puso sal al mole.

Si agregó levadura al pan.

 

 

A mamá le gustan los huapangos,

aflora el zapateado al ritmo del son.

Rememora a la bisabuela con sus palabras.

¡Parece que no voy a morir!

Mientras en la radio escucha una pieza de Nicandro.

 

 

Mi padre sostiene un libro entre sus manos.

Detrás de sus pupilas, la poesía,

emerge de sus labios.

Papá es un poeta, un sabio.

Papá no tomó cátedra.

Los poetas y los sabios

no se forjan en prestigiadas universidades.

Ellos beben las doradas fuentes colmenares,

las heridas del camino real.

 

 

-Mamá- va y viene del patio a la cocina,

pendiente de todo. Ama su cocina.

Custodia el fuego.

Riega el jardín.

Consiente sus flores.

 

 

-Mamá- un sol que dora las espigas,

amasa, amorosa, la vida.

Sus manos son de maíz.

Las tortillas no faltan a la mesa.

 

 

-Mamá- vuelve de la cocina con una jarra de café.

Ha olvidado que ya lo había servido.

 

 

La atmósfera del patio

se ha inundado del aroma a café recién tostado.

En tanto, las sombras de la tarde escurren

hasta inundar los últimos matices del ocaso.

 

 

Tan puntual, como la llama al candil,

-mamá sirve la cena.

Celebra con espumoso chocolate.

 

 

-Mi padre mira al cielo,

alza su bastón, enciende las estrellas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Semblanza

 

 

Sergio Alarcón Beltrán, Poeta. Nació el 8 de septiembre de 1967, en la municipalidad de Tianguistengo, Edo. de Hidalgo, México. Radica en la ciudad de México. Con estudios en Ciencia política y administración pública por la UNAM. Es autor de los libros: Piedra de todas las edades, Imperio de miradas, La otra cara del gato, Saltarina, Canción de lluvia, Flor de cáncer, Piedras preciosas, Atlas de nubes, Blanca resurrección, Canto astral, Arpa de lluvia, Conversaciones con la lluvia, Retratos de sangre, Residencia de pájaros, Sole mio, Antisuicida, Canciones de sol y la antología de autor A abierto. Su trabajo ha sido traducido al inglés, francés, portugués, catalán e Italiano. Ha sido publicado en revistas impresas y digitales, suplementos culturales. Incluido en las revistas especializadas Círculo de poesía, en la antología del siglo XXI editada en España. Es presidente de la editorial Sepia Ediciones. Presidente del proyecto cultural La Tertulia. Promotor cultural.

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