Cómo nos vamos a morir, cabe una reflexión que puede ser poética: Enrique González Rojo Arthur

Moisés Ramos Rodríguez

 

Al ofrecer la conferencia inaugural del “xiii Congreso Internacional Poesía y Poética. La poesía al margen del canon”, que se celebró en la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el poeta Arturo González Rojo Arthur, inició leyendo “dos o tres poemas que aluden a la finitud de la vida, un problema de todos. Claro, es un problema más inmediatamente asumido por gentes como yo, que acaba de cumplir ochenta y cinco años. Pero es un problema de todos: todos nos vamos a morir. Y como todos nos vamos a morir, cabe, desde luego una reflexión que puede ser espiritual, filosófica, pero también puede ser poética. Estos tres poemas aluden a una reflexión sobre la finitud de la vida”.

Moisés Ramos Rodríguez

 

[Texto publicado originalmente el 10 de noviembre de 2013. Entrevista que forma parte del libro Palabras de duración mínima. Entrevistas a poetas, de inminente aparición bajo el sello de Valparaíso Ediciones y la Dirección de Fomento Editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla]

Al ofrecer la conferencia inaugural del “xiii Congreso Internacional Poesía y Poética. La poesía al margen del canon”, que se celebró en la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el poeta Arturo González Rojo Arthur, inició leyendo “dos o tres poemas que aluden a la finitud de la vida, un problema de todos. Claro, es un problema más inmediatamente asumido por gentes como yo, que acaba de cumplir ochenta y cinco años. Pero es un problema de todos: todos nos vamos a morir. Y como todos nos vamos a morir, cabe, desde luego una reflexión que puede ser espiritual, filosófica, pero también puede ser poética. Estos tres poemas aluden a una reflexión sobre la finitud de la vida”.

El congreso en el que González Rojo Arthur fue el primer ponente, se celebró en la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (buap), a través de la Secretaría de Investigación y Estudios de Posgrado y la Maestría en Literatura Mexicana. Pero la presencia del creador del Poeticismo hace sesenta y cinco años, pasó prácticamente desapercibido para la prensa e incluso para los poetas poblanos, pese a tratarse de un oportunidad única de escuchar no sólo al creador de esa corriente, sino a uno de los grandes poetas vivos de la lengua española que, como lo indica el título del congreso, ha hecho “poesía al margen del canon”.

El encargado de presentar al autor de “Para deletrear el infinito” fue el poeta Víctor Toledo, quien celebró “la presencia maravillosa, por su juventud y su inteligencia, de Enrique González Rojo Arthur, uno de nuestros poetas más importantes, más legendarios y de los más críticos”.      

Toledo recordó que, con Enrique González, fueron Arturo González Cosío, Marco Antonio Montes de Oca y Eduardo Lizalde los creadores del Poeticismo, y consideró a los dos más destacados al propio invitado y a Montes de Oca. Cabe recordar que la corriente creada por estos poetas, a la que Evodio Escalante llama en el libro que le dedicó La vanguardia extraviada, no incluye a González Cosío e intenta mirar al movimiento desde fuera, al contrario de lo que hicieron Montes de Oca en el prólogo de su libro de 1971Poesía reunida y Lizalde en su Autobiografía de un fracaso, de 1981; de González Rojo Arthur, como él mismo lo precisó se puede tomar su libro Reflexiones sobre la poesía para saber algo de lo qué piensa sobre el Poeticismo.

Sin embargo, nada como escuchar a este poeta, que cumplió ochenta y cinco años el pasado mes de octubre, en vivo, y explicar la corriente que fundó: “Es en Reflexiones sobre la poesía de la editorial Versodestierro, donde hago un repaso teórico y al mismo tiempo emocional de toda esa etapa de la juventud y de las ideas poéticas que teníamos.

”El crítico Federico Patán dice que todos los que fuimos Poeticistas, conservamos unas cicatrices del Poeticismo, es decir, que de alguna manera hay una impronta, una huella de aquellos escritos juveniles en los cuatro escritores que formamos la corriente Poeticista, cuando éramos muy jóvenes.

“Voy a leer algunos poemas de diferentes épocas; creo que son más reveladores de mi concepción actual, de mi vida actual y de mis cicatrices”.

Y fue así como inició una sesión histórica en la buap, donde leyó poemas inéditos y algunos ya publicados.

 

El Poeticismo en su voz

A pregunta expresa del poeta Víctor Toledo,  Enrique González Rojo Arthur, hijo del poeta Enrique González Rojo y nieto del poeta Enrique González Martínez accedió a hablar de Marco Antonio  Montes de Oca, su compañero de ruta, ya fallecido, y con él del Poeticismo. La siguiente es una transcripción de su intervención.  

La corriente Poeticista acuñó este nombre, un poco extraño ¿no? porque no nos queríamos llamar poetas sino Poeticistas, porque estábamos en contra de la poesía que se hacía en ese momento y de la falta de compromiso político y social que caracterizaba a esa poesía. Entonces, forzando un poco los términos dijimos que, más que ser poeta habría que ser Poetiscista, es decir, un poeta que lleve consigo mismo un crítico. Es decir: no ser sólo el que canta, como un jilguero, sino alguien que reflexiona en ¿por qué está cantando?, ¿qué es lo que está cantando?, ¿a quién está destinado lo que canta?

Esta es una reflexión sobre la creación, no diría yo que es estrictamente una escuela vanguardista; más bien es una reacción contra el vanguardismo, contra el racionalismo que caracterizaba al vanguardismo en aquella época: al futurismo, al surrealismo, al ultraismo, al generacionismo y a nuestro estridentismo que, en general, reaccionan en contra de la literatura tradicional, a la que podríamos en este momento llamar, en un sentido muy general, romántica y la neoclásica; reaccionan y, en concordancia con el Psicoanálisis, ponían el acento en lo irracional, en el inconsciente.

Pero, nosotros los Poeticistas, no íbamos por ahí: queríamos encontrar un camino diferente donde jugara un papel importante la Razón, pero no nada más ella: desde luego el sentimiento, la emoción, las vivencias y la tensión más profunda que sea dable pensar; pero sí que estuvieran acotadas, de alguna manera por la Razón. Por eso digo que, si bien tuvimos alguna influencia de la vanguardia en general, más que ser una vanguardia fuimos una reacción contra las vanguardias y en ella pusimos el acento en muchas cosas, pero entre otras en las metáforas; nos interesaba muchísimo la metáfora como superación del símil, que es una simple comparación entre dos cosas que de alguna manera se parecen o pueden parecerse, y si se parecen corresponden a la realidad. Un símil es real, como real es que el mar se parece al cielo, y si lo ponemos en un poema, es un símil y al mismo tiempo es una realidad. En cambio, si eliminamos el “se parece”, eliminamos el símil y nos quedamos con la metáfora y decimos: “El mar es un cielo”.

Pero quiero subrayar esto: aunque todavía no le dábamos ese nombre, nosotros veíamos a las metáforas… Traíamos nuestros instrumentos de trabajo: una libretita, un sacapuntas y un lápiz. Esas eran nuestras herramientas de trabajo. Entonces, de pronto teníamos una ocurrencia, pero una ocurrencia poética a la que no le dábamos el nombre de metáfora, sino de hallazgo. Le decía yo a Eduardo Lizalde: “Te voy a leer esto”. Y Eduardo decía: “Es un hallazgo”.

Toda nuestra actitud en ese momento era salir a la pisca, a la cacería, mayor y menor, de hallazgos. Y resultó que el mejor de nosotros en piscar hallazgos era Marco Antonio: ¡tenía una capacidad para dar con esos hallazgos…! ¡Nos quedábamos con envidia…! En ese sentido, yo diría, que aunque él no lo quiso confesar, aunque él no se atrevió a decirlo, el que continuó, no sólo teniendo cicatrices, sino realmente heredando porciones importantes, somáticas, por así decirlo del Poeticismo, fue él. Porque Marco Antonio, si ustedes lo leen, es un muestrario de extraordinarias metáforas. Nadie ha hecho en México las metáforas de Marco Antonio Montes de Oca.

Pero Marco Antonio tiene un problema, el problema con el que se tropezó el Poeticismo: le falta unidad; son chispazos, metáforas, imágenes extraordinariamente ingeniosas, extraordinariamente novedosas; a nadie, salvo Montes de Oca se le podía ocurrir eso. Por eso es un deleite leerlo. Pero de pronto, cuando está uno leyendo los poemas, y pasando de una imagen o una figura a otra, a otra, a otra, de repente uno se pregunta: “Bueno ¿y qué quiso decir con todo esto…?”. Perdón Marco Antonio, pero aquí está el Talón de Aquiles de Marco Antonio.   

    

Un poema inédito

En su presentación en Puebla, Enrique González Rojo Arthur leyó poesía heideggeriana que, aclaró “alude al gran filósofo Martin Heidegger, que tiene como su centro de reflexión filosófica el hecho de que, si no nos hacemos tontos, la esencia del Hombre es el Ser para la Muerte. Ese es el Ser del Hombre: es un Ser para la Muerte”. El siguiente poema es una muestra de ello. Inédito, sólo impreso en folios sueltos, el poeta lo leyó así en la buap.

 

Mi tema

Enrique González Rojo Arthur

Cuando a un ángel se le pregunta “¿Qué es un hombre?”
el ángel contesta: “Un ser que contrajo Tiempo”.
El protagonista esencial de todos mis poemas
de todos
también de los estertores que figurarán en la última página de mis Obras  completas
no es el ir desde un entusiasmo hasta un punto cualquiera y sus suburbios;
no es el comprar con un pasaje la aniquilación vertiginosa del espacio
sino que es el devenir,
el paulatino derrumbamiento no sólo de la arena del reloj,
sino del reloj de arena.
El ser que es, desde siempre, un siendo.
El viajar en la carroza de lo efímero
contemplando cómo todas las provincias de la transformación se le vienen en sentido contrario.
En realidad, no escribo poemas, sino historias.
Hablo, por ejemplo, de la crónica de un suspiro,
de la biografía de un deseo inconfesado,
de la historia verdadera de un silencio.
A veces me duelen los relojes,
tanto, que veo al cucú como la más siniestra de las aves de rapiña.
Pero no puedo cruzarme de ojos ante lo evidente:
soy, somos, seremos personas con las manos empolvadas de tanto acariciar la idea
de inexorables velorios.
La Muerte está a la vuelta de este júbilo,
vendrá el miércoles,
llegará al mismo tiempo que la llamada telefónica que espero desde hace un siglo.
Por eso, el personaje principal de mi lápiz
es el misterio de un verbo crucificado por todas sus modalidades.
Por eso, la obsesión central de mi musa es seguir el rastro de todo coleccionista de huellas.
Mas no puedo dejar de inquirirme
si el protagonista primordial de estos alaridos que discurren
no en verso o en prosa 
sino en Tiempo
es el interminable dejar de ser que en todo existe;
o si, por el contrario
es todo lo que, para ser se embarca a perpetuidad en el moverse.
Lo diré sin reservas:
mi personaje es cualquiera de las criaturas del elenco infinito que puebla y despuebla,
este escenario al que damos el nombre de mundo
no de aeropuerto de ángeles.

 

El crítico de Octavio Paz

El poeta Víctor Toledo saludó “la presencia maravillosa, por su juventud y su inteligencia, de Enrique González Rojo Arthur, uno de nuestros poetas más importantes, más legendarios y de los más críticos”. Recordó que es nieto del también poeta Enrique González Martínez “el famoso poeta de ¡Túercele el cuello al cisne!”, que sería la crítica al gran facilismo cansino, agotado del modernismo y pugnaba por una poesía más reflexiva, teniendo como símbolo o heráldica al búho o a la noche; pugnaba por la esencia Romántica del conocimiento y hasta el momento sigue influyendo en las letras universales del conocimiento romántico”.

Y más: “También es hijo de otro importante poeta, Enrique González Rojo, del grupo de los Contemporáneos, y es el tercero de los tres Enriques: Enrique González Rojo Arthur, y es justamente un poeta que queda como anillo al dedo al tema de este congreso: la poesía fuera del canon, porque siempre su poesía fue propositiva, vanguardista, de gran búsqueda formal y de contenido, pues la suya es una poesía de pensamiento, una poesía profunda reflexión que no siempre existe en las letras mexicanas”.

Para Toledo “La poesía mexicana, en gran parte es muy inclinada a la forma, al significante, y el maestro Enrique González es uno de los poetas que han establecido un equilibrio entre significante y significado”.

Víctor Toledo citó el libro El rey va desnudo de González Rojo Arthur que, aseguró “es una crítica no solamente profunda, aguda, inteligente, sino con un gran conocimiento de la Historia y de los social, una crítica sobre la visión de Octavio Paz sobre la Unión Soviética; el maestro demuestra que en realidad Octavio Paz parte de un supuesto falso, que es que ya había un Socialismo en la Unión Soviética cuando  lo que había, dice Enrique González Rojo era un modo de producción intelectual”.

“Enrique González Rojo es uno de nuestros grandes maestros de sociología, labor que desempeñó en la Universidad Autónoma Metropolitana, además de su poesía vanguardista y revolucionaria, fuera del canon”, concluyó.

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