Por Moisés Elías Fuentes
¡Dejémoslos morir tranquilos!
Disonantes y cacofónicos,
que ellos sí pensaban
en los disléxicos y los afásicos
y en la apraxia de Ravel.
Suficiente tuvieron en vida
con la hipocresía de los lectores
y la burguesa insolencia del rey
como para que insistamos
en espetarles
aquello de que el arte es azul.
Eso de sobra lo sabían
porque ellos la pintaron de azul
y la tiñeron con la tristeza parduzca
de los miserables y con
la negrura de los heraldos.
¡Dejemos de revolver la intimidad
de sus manuscritos tachonados de dudas!
El secreto de pronunciar al mundo
como si todo naciera por primera vez
quedó escondido en las odas relumbronas
por el uso cual cosas elementales.
¡Dejemos de ofender sus cantos
con la usura ampulosa de las academias!
¡Dejémoslos morir tranquilos!
Que ellos sí supieron escuchar
la pronunciación del mundo,
cacofónica y disléxica.