Por Indran Amirthanayagam
Hay que reirse de todo y de nada, deja que las endorfinas solucionen la sopa
del día, que la vuelva un caldo claro, sencillo, y vendido a cinco soles. Así
puede ser factible, la vida en Lima, no importa si los edificios son encrustados
de cenizas impactadas, esa famosa patina oscura de la época de gaz de plomo,
de secuestradores de diplomáticos, de matanzas de paisanos, lo que la memoria
insiste revelar a pesar de las apuestas a un futuro incierto donde las mariposas
y los canarios siguen cayendo como tropas del primer batallón de las especies
del mundo contra el olvido. Así que Limeños, olvidemos y recordemos
nuestros pecados, y dediquémonos a cuidar a nuestros dependientes. Dice
mi estudioso de la selva que nuestros niños no alcanzarán los añs que hemos
gozado en esta tierra. Le respondo que no debemos revelar estos secretos a ellos.
Olvidemos y hagamos lo que podamos: buses inteligentes, ciclovías, mariposas
cultivadas bajo paneles solares, detrás de vidrio transparente, con una huella
ecológica inexistente, mi invernáculo, mi vida, mi bebé, bienvenido.