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EL DEFORME PASCUAL DUARTE DE PABLO ANTONIO JUNCO


Yo no soy malo ni estoy tan feo, la psilocibina lúcida y la fisonomía ilegal anguilan
mi lengua con blasfemias. El fuego ardiendo dentro del corazón apabulla en varios
defectos físicos, otros más de orden psíquico hacen siempre humor animal o negros
humos al soltar tal cual y por doquier, empecinado, reniegos o abruptos emperrado,
todo musgo espontáneo que medra hecho a hierro, áurea sustancia u orina tórrida.


Ante alacranes desiertos apiade un sol tanto grande, en las Américas María Sabina
siendo poeta lo supo: el horizonte vital es la muerte. En su carácter decadente a la
vida se le odia con rencor nuevo, cada día un ahuyente al violento mal pensamiento,
alimañas que nomás anublan u oscurecen, defendiéndose. Levemente funesto hallo
entorno, rumbo, árida tierra baldía y gracia engarce al ojo el lago estancado.


¿Quién aquél? Tonto llovido del canal, podrido cuasi hongo ennegrecido, sucio. No
somos de celuloide, hemos, más bien dicho, bichos minúsculos convertidos a nada,
desprendiendo polvo al camino del cardo, perenne hacia el encéfalo manchado. Esa
objetividad maldita de cuchillo, que carnívoro jura vía navaja, desdicha la luna pícara
en malaya hora, riña trasmitida con deseo afilado e impreciso suspiro añorante.


La espesa existencia de fuerzas a monstruosa potencia, sorpresa, pseudo asusta.
Valorar seres es un consenso harto peligroso, abrir holística mandíbula con ideas
frágiles y raras paraliza, como bárbaro imbécil, gimiente, perplejo. La bruma parece
brama, resulta una dama o doncella sórdida, dolorosa rabia. Este divino desorden y
dilatado absurdo arremete, parásitos que devoran el alma ¡oh Pater orbis!


Antes de reventar completo, ya se me dijo: seré un exiguo ahorcado, torturado para
bajar del patíbulo todavía latiendo y sobre una mesa poder ser castrado, eviscerado,
deshecho. Barbarie con público exaltado. Ansiosos deudos ávidos que abalanzarán.


Los héroes que han prestado servicios eminentes a la humanidad son dioses. Luego
mi condición restante, observar, mediante fantasías de humillación por largo lastre.

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