Un Archipiélago de voces (segunda parte)
Por David Anuar
En enero de 2021 nació un peculiar archipiélago de naturaleza doble: oceánico y continental a un tiempo. Oceánico pues en enero de 2021, sin ningún asidero tectónico, se originaron de la explosión volcánica del sueño y de la poesía las tres primeras islas o grupos de nuestros talleres literarios. Fueron 16 habitantes quienes pisaron, por primera vez, estos territorios vírgenes que, desde entonces, han dado cobijo y cuidado a más de 200 personas, según lo indican las estadísticas de nuestro último censo a las ya ocho islas que conforman nuestro archipiélago, cuya geografía genérica se ha expandido desde la poesía hacia el cuento, la novela, la dramaturgia y la crónica.
La naturaleza continental de nuestro archipiélago es más sutil, como lo es el lento desgaste y desmoronamiento tectónico que da nacimiento a los conjuntos de islas cercanas a grandes masas de tierra y de las cuales se desprenden lentamente: como las Antillas o las Islas Baleares. Así, la dimensión continental de Archipiélago: talleres de literatura radica en su constancia, en su permanencia, en su sesionar ininterrumpidamente por ya casi cuatro años y durante esas sesiones limar, desmoronar, soltar, sedimentar los textos de los habitantes, siempre buscando la mejor expresión de cada poema sin traicionar su intuición profunda.
La dinámica de nuestro Archipiélago es sencilla: nos reunimos una vez por semana a comentar los textos de los habitantes y, una vez al mes, revisamos una lectura colectiva previamente consensuada. Aunque de vez en cuando tenemos actividades especiales como visitas de revistas y editoriales o pequeñas clases sobre algún tema. También hemos procurado, desde el inicio del taller, dar muestras públicas del trabajo literario que llevamos a cabo en nuestras aguas, es decir, el cuidado de los textos de los habitantes, siempre desde el respeto e incluso el cariño, sin renunciar, por supuesto, al rigor.
La primera publicación del taller se realizó tan sólo unos meses después de nuestra génesis poético-magmática, pues entre marzo y abril de 2021 se publicó de forma virtual una muestra poética dividida en tres partes en el suplemento cultural Vértice y que incluyó la obra de 12 habitantes. Un año después, en marzo de 2022 publicamos nuestro primer volumen colectivo con la editorial Limo Sediciones del Caribe: ¿Quién mora en estas islas? Archivo abierto del taller de poesía archipiélago. Fueron 19 habitantes quienes, acompañados por las ilustraciones de la collagista yucateca Alexandra Canto, dieron a conocer su obra en este pequeño libro artesanal de 108 páginas en formato 1/4 con un tiraje de 150 ejemplares.
Para conmemorar nuestro ya próximo cuarto aniversario y aprovechando el generoso espacio de Carátula, hoy damos a conocer, divida en dos partes, la obra poética de 12 habitantes de Archipiélago: talleres de literatura. En este sentido, pienso que una de las misiones fundamentales de un taller literario es ayudar a sus integrantes a encontrar lo que románticamente hemos denominado “voz propia”, es decir, un estilo, una cierta forma de enunciar, un tono al que se acude regularmente –aunque siempre se puede huir o descansar de él: experimentar–, ciertos temas recurrentes, obsesiones a las que se retorna una y otra vez, palabras que se apropian, en suma, la confección de un diccionario personal, una posición del yo en la hoja: detectable y reconocible a tal grado que podamos decir “conozco esta voz”.
En esta segunda parte de la muestra encontrarás seis voces reconocibles o que comienzan a tomar una forma reconocible. En todas ellas hay una suerte de visión amorosa de la realidad, un detenerse en distintos aspectos del mundo, incluidos el amor y la familia, como en la primera parte. Sin embargo, aquí aparecen nuevos giros, entre ellos, la tecnología y sus consecuentes complicaciones en la socialización y vinculación humana, como nos lo muestra Karla Elizabeth Santos (Veracruz, 1994) en tres textos de su poemario “Palomas azules revolotean en mi cabeza”, merecedor del tercer lugar del Premio Nacional al Estudiante Universitario José Emilio Pacheco. Corina H. Reyes (Ciudad de México, 1985) se aproxima al mundo alimenticio de los carbohidratos y los cereales, donde deja ver un agudo sentido crítico e irónico. Sus poemas se alimentan, asimismo, de los discursos asociados a este universo: recetas, etiquetas de información nutricional, un cierto aire publicitario. Janinna Aguilar (Morelia, 2008), la integrante más joven de nuestro taller de poesía con tan sólo 15 años, se interesa por el terruño y los alimentos, aunque éstos son siempre una metáfora de algo más, ya sea el amor, la familia o conflictos a punto del hervor. Todavía en una fase de exploración, su voz tantea distintos registros que van de lo solemne a lo lúdico.
Masiel Montserrat Corona (Hidalgo, 1987) ostenta un voz madura y concentrada que gravita en torno al verso breve de imágenes abstractas y esenciales. En sus poemas se pregunta por la conexión entre lenguaje, identidad y lugar, con alusiones a los pueblos originarios de México y el sur de Estados Unidos. Marisol Salmones (Ciudad de México, 1960) se mueve en el verso libre con un ritmo semilento, reconcentrado, tendiente a la tranquilidad y por momentos a la contemplación y el asombro, todo ello poniendo siempre por delante la sutileza, el insinuar más que el decir. Sara Hernández Romero (Toluca, 1999) radica desde hace muchos años en la península de Yucatán. Su verso breve oscila entre lo encantatorio, lo narrativo, los terrenos de la infancia y una ciudad junto al mar, su voz y su obra es, sin duda, una de las más frescas en el panorama caribeño del sur de México. Así, lector, se bienvenido a este archipiélago de voces, y que cada una de ellas te diga sus secretos, sus obsesiones, su particular forma de pronunciar el mundo.
David Anuar
Mérida, Yucatán
15 de noviembre de 2023
Karla Elizabeth Santos
(Veracruz, 1994)
Ghosting
a veces me atraviesas
tu hombro toca mis pixeles
me arrancas de la acera
reaccionas a estas líneas
(♥)
y quedo a la merced de los autos
recorro tus estados
de noche
la calle que se hizo calle
solo porque tú la recorrías
pequeño chat de madrugada
Scrolling
mi dedo índice es un tren
mis ojos viajeros
buscan en la plataforma
el mito de tu carne
descienden por el feed
hasta encontrarse con tu nombre
cualquier nombre
una voz resuena en los altavoces
los viajeros recorren
tus contornos en 2D
una sonrisa fragmentada
es mi pantalla rota
repeat repeat repeat
el reel solo dura diez segundos
pero yo viajero permanezco
en el mismo andén hasta quedar fatigado
y entregarme a la lluvia
Alexa, esto no es una crisis
rechaza la llamada
borra todo lo que dije hoy
apaga la luz
temporizador en 5 minutos
bloquear contacto
recuérdame
mañana 11 am
quemar papelera de reciclaje
borrar publicaciones
estrujar mi corazón cobarde
Alexa, reproduce en bucle
back to black
Karla Elizabeth Santos (Jalacingo, Veracruz, 1994). Licenciada en Ciencia Política y Administración Pública. Ha tomado cursos y diplomados de escritura creativa. Actualmente estudia Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Ha participado presentaciones de la revista La Palabra y el Hombre. Obtuvo el tercer lugar en el Premio Nacional al Estudiante Universitario José Emilio Pacheco (2023).
Corina H. Reyes
(Ciudad de México, 1985)
El oficio de coser
un hilo blanco desde tu lóbulo derecho
sube con ternura por tu hélix
pequeña carretera por la sien
hacia tu cráneo rapado
la aguja perfora con cuidado
el hilo pasa con cuidado
antes de que despiertes
me quedo
a la mitad
inmóvil con la vista fija en tu coronilla
mi brazo al aire sostiene
mi mano al aire sostiene
el índice y pulgar presionan
mi suspiro
para embellecer tus orillas
no hace falta que yo te ame
no eres un delincuente
ni un tipo amable
duermes en piyama
tienes un perro
le prestas tu almohada
sacudes sus pelos
te dejas la sangre seca
en el cuello torcido
pero eso es mi culpa
Banquete familiar
blanco puro purísimo
vaciar diez kilos
llenar una olla de diez litros
meter las manos
cerrar los puños
acercar el rostro
tallar los granos de los párpados a las mejillas
arriba abajo arriba
como quien trata de escapar
abajo arriba abajo
como quien escucha secretos
pero es arroz
proceder de noche en un momento de calma
aprovechar el insomnio
mantener productivas las manos
mejor que arañarse el rostro
mejor que tensar los hombros
mejor que sacar el álbum familiar y preguntar
quién disparó la cámara
quién falta en esta foto
es la madre siempre la madre
limpiar el arroz
sin meter la cabeza en la olla
encontrar respuestas
sin contarle a nadie
Sobre las propiedades amorosas del cereal
No debe perderse de vista el enigma de las cajas de cereal. Nuestro consumo no se detiene si la etiqueta dice 82% de grano puro o composta edulcorada. Si los militares prohibieran su consumo, esconderíamos leche en la mejilla derecha y cereal en la izquierda. Somos sus esclavos desde que podemos servir leche sin derramarla: más cereal cuando sobra leche, más leche cuando sobra cereal. Nadie queda saciado, es imposible el balance. De plato en plato, una caja tras otra, lo hemos probado todo y seguimos dedicando mañanas y noches a rumiar. Si unas devoran como sus grandes amores, otros sorben con fuerza para olvidarles. Si unas lo esquivan, otros agotan kilos de rueditas porosas. Indiferente flota hasta desintegrarse. Le dedicamos tanta vida y, sin embargo, ignoramos si prefiere viajar en cuchara de plástico o metal. Nadie sabe comerlo correctamente, sin distraerse, sin avergonzarse de sus tazones, sin lastimar a quien se acomoda, cerca y en silencio, con su propio plato. Pobre de quien, con las manos vacías, nos pregunte por nuestra marca favorita.
Corina H. Reyes (Ciudad de México, 1985). Estudió la Licenciatura en Relaciones Internacionales en el Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México. En junio de 2020, comenzó a formarse en escritura creativa a través de talleres literarios en línea. Sus textos han sido publicados en el Periódico de Poesía (UNAM), Rio Grande Review (UTEP), Temporales (NYU) e Inubicables poesía. Vive en Noruega donde trabaja en una escuela primaria.
Janinna Aguilar
(Morelia, 2008)
¿Qué debo comer mañana?
en mi plato un rico Arándano con miel
de cabellos como dolores de crepúsculo
que cae entre mis manos como arena
sus ojos de frijol
lunares de pan y mostaza
soles viejos que caen entre hortalizas
Arándano de alma pura entre huevo de días
cantera ceniza rubia escarlata
color muerto y bronceado de pan
pero un negro cabello
crea la duda del día
una Tostada me atrapa
ahora me encuentro indecisa
un Arándano o una Tostada
tiemblo y caigo derrotada
me meto en la cama y pienso
¿qué debo comer mañana?
Tu no digas frío, aunque te cobije el hielo
cuarenta y ocho
número del arte
el mar da clases
a cambio de una tostada
las reglas se cumplen
solo tocándome los dedos
imagínate bailar en la luna
no hay cuerpo
qué poder tiene
la alegría de los muertos
soy la f de las vocales
yo tengo pantalones
era eso
ahora hablo con un loco
¿cómo te llamabas?
no me importa
tus ojos negros
no se comparan con los gatos
no eres arte
solo una ciruela podrida
bailé con los pies y con los ojos
¿cómo? no sé
el frío mata
mira mi mármol
verde de los años
bailé desde mi palastro
mirando a palomas pelearse
Mechoacán
cantera destruida por los bullicios de habitantes
callejones pintados de pasos y bastones
arrugas sumergidas en acueductos de brea
tierra de viejos y piedras anunciados en canoas de madera
pintura y lacre salpicado en los ojos santos y sacerdotes
sol y luna abrazados de un festival de música
besos de virreyes en una historia amarga
lagos y planicies mariposa monarca
Mechoacán abrasado de montañas
mar celoso verde y tierra recaliente
Janinna Aguilar (Morelia, 2008). Una sinvergüenza y soñadora de profesión con demasiado tiempo para poder escribir y publicar los cristales rotos de una tan corta vida que no pasa de la mayoría de edad. Estudiante de preparatoria, bailarina, cocinera de anécdotas y un intento de poeta a la cual no le importa ser un globo de cantoya. Su mayor acto de amor es pensar durante las clases y desespertar a los ansiosos con sus locuras a las siete de la mañana.
Masiel Montserrat Corona
(Hidalgo, 1987)
Encender la palabra
Dentro
hay un ojo de luna
tierra
fuego
agua
vapor
lluvia volcada.
El sonido de la caracola
aviva a los insectos
corta el tiempo
abre la lengua.
*
Tuyo es el temblor
el silencio de plumaje misericordioso
el puño de palabras abundantes
la cuenta de los días.
La casa que habitamos
está en la boca
en las raíces cubriendo
nuestros cuerpos
en el ruido total
bajo las figuras.
*
La energía se ofrenda en el zumbido
en el suave quebranto de las hojas.
Plasmar el trueno de la voz invierte el suelo.
De abajo a arriba
f l u i m o s.
Como manantiales
de fuego
nos alzamos.
*
Bullir a medianoche
ahuyenta el sueño.
Una hormiga gigante
devora
a una mariposa negra
piedras verdes son semillas
serpientes resonando.
Entre las ramas
hay sangre.
Colibríes de picos rojos
revolotean
los corazones abiertos
vibran al sol.
*
El canto se anida en un brasero
se desliza por la garganta
llameante
entra a la carne
penetra
adivina el derrumbe de las pausas.
Las grietas de la montaña
hablan nuestro lenguaje.
En el cuerpo
llevamos silbidos
en el cuello
tonadas pulsantes
sonoras.
*
Regresamos del silencio al pulso
saltamos del agua al fuego
de la luz a la tierra
bebemos soles.
A pesar de los puentes
los hilos y la noche
en nuestros templos
encendemos la palabra.
Masiel Montserrat Corona (Hidalgo, México, 1987). Maestra en Literatura Hispánica y Lingüística (California State University of San Bernardino). Se certificó en la enseñanza del idioma inglés (California State University of Fullerton). Licenciada en Letras Hispánicas y Cultura con especialidad en Estudios Chicanos/Latinos (University California, Irvine). Autora del poemario, Cantos Revolucionarios y La casa que habitamos está en la boca. Ganadora del Premio de Poesía Juana Goergen 2022 por la Universidad de DePaul en Chicago. Ganadora del 2.º lugar del Concurso de Poesía para la Diáspora Mexicana, del Instituto de los Mexicanos en el Exterior y la Secretaría de Relaciones Exteriores. Su trabajo poético aparece en medios impresos y digitales.
Marisol Salmones
(Ciudad de México, 1960)
Transitar
El peso de las cosas
suelta garzas.
Por momentos
las cosas pierden
peso
o lo rebasan
no saben resonar
llenan
apenas
un rastro antes del laúd.
Huellas
que hacen crecer raíces.
La acera desprendida
el prado oculto.
El pacto
se vuelve caracol
lo que venía de atrás
se hace futuro
y no sabemos si
es hueco o es
inicio
este agitarse dilatado
de avanzar.
Acrobacia
Entre el rastro del gato
y su dibujo
de agilidad
el tornasol de la mañana
se quedó
grabado en la cordillera del aire.
Volvieron un instante
las piruetas
los cinco años
el mundo enorme de la hondura larga
el sigilo
el zarpazo
los escondites del jardín.
De la quietud
a la fuerza pausada
las pupilas azules
me desplazan
al destello feliz, a la mudanza.
Sin ruido
un gato cascabel
salta sobre la acera.
Traza un tiempo de luz
al otro lado.
Satie
Sonaba jazzopédie
la vida era un estambre
que encontraba
en el barullo de las fibras
su lugar
su momento.
Rasgar de luna
en horas insolentes.
Hoy casi somos viejos.
Un callado felino
atemperado
en la experiencia
sabe llegar sin prisa.
Sustraído
al imperio del tiempo
el animal
doblega la cuadrícula
se enreda en las madejas.
Marisol Salmones (Ciudad de México, 1960). Licenciatura en Ciencias Humanas (CUIH). Especialidad en Literatura Mexicana del siglo XX (UAM-Azcapotzalco). Máster en Escritura Creativa (Universidad de Salamanca). Impartió clases de literatura en preparatorias de la UNAM y en el Bachillerato Internacional por más de veinte años. Ha publicado poesía y ensayo. Autora de tres libros. El más reciente: Al ras de lo posible (Monosílabo, 2021).
Sara Hernández Romero
(Toluca, 1999)
en nombre del Naufragio
el Mar Abierto
y la Eternidad
confieso
he regado sal negra
sobre su nombre
no la conocía:
hay ciudades
que por más
que una las transite
siguen siendo impenetrables
pero la recorría de todas formas
confieso
odié esta ciudad
plagada
de aviones:
criaturas acorazadas de pálpito rojo que siempre se alejan
y me recuerdan todos los lugares que he tratado de habitar
sin éxito
confieso
quise verla
arder
en mi memoria
antes de que ella
me olvidara
imaginé conseguir
suficiente gasolina
para incendiar
tres facilidades portuarias
y un aeropuerto internacional
no obstante
la mañana después del huracán
vi la ciudad-nudo
de raíces expuestas
asfalto roto
hilos de sol
ahora
conozco la razón
por la que las aves
regresan a este sur
cada invierno
tattoo
la calle blanca
desierta
excepto por sus treinta y siete
de sensación térmica
preguntaste
tienes miedo al dolor
tenía más miedo
de quitarme la playera
dijiste que lo pensara bien
que la gente a los quince
nunca
sabe
qué
quiere
yo
me quité la playera
y me entregué a la mano de un viejo rastafari
que antes tatuó a mi mamá
dije sí
–en realidad no dolía
cuando preguntaste–
para que tomaras mi mano
ya está hermano
no la toques
el plástico se retira
en cinco horas no olvides
ponerte bepanthen y dejar
que cicatrice
pero tú te ibas pronto
no tenía miedo de adolecer
todavía siento
el eco de esa primera caricia
y algunos días
encuentro abierta
la abrasión
de niña siempre pedí cosas extrañas
un globo terráqueo que marque
todas las migraciones
del mundo
un gallo mascota
y alguien
con quien guardar
silencio
la pajarabrújula
encerrada en mí
se estrelló
sigue apuntando
al norte de tu pecho
proyecta en mi esternón
el ballet de las medusas
un beso de cerátidos
caballitos que galopan
sobre hectáreas de coral
no necesito ver de nuevo
las escenas
que me mostraste
reconozco esta luz
que se mueve
detrás de mis costillas
Sara Hernández Romero (Toluca, 1999). Reside en Cancún desde el 2009. Autora de zhi lan (The Ofi Press, 2022, edición bilingüe). Ganadora del Premio Peninsular de Poesía José Díaz Bolio 2021. Becaria del Curso Xalapa de Creación literaria de la FLM y la Universidad Veracruzana (2021). Su obra ha sido publicada en espacios como Tierra Adentro, Tropo a la uña, Craken Fanzine, Pliego16, entre otros. Forma parte de la antología Novísimas, Reunión de poetas mexicanas Vol. II (Los libros del perro, 2021).