Buscar

Violenta sinfonía latinoamericana. Hugo Plascencia

 

Primer asentamiento

no he venido a traer paz sino espada…

Mateo 10, 34. 11,1

Toda la noche hubo luz pero sin canto

─una plaga de otra pintura hizo cesar la música ─.

Bajo la sangre de ahuehuetes y piedras de hondo cáliz

encendieron su fuego con el ocote de las venas

y las raíces de los pies,

─no fueron expulsados del parnaso─

a diferencia de los templarios

sus huellas construirían los cimientos,

como quien cuelga de un cable los zapatos

pendieron las cabezas como cordones umbilicales

de un árbol pagano.

Lo que brota por las venas

al secar las lágrimas de los puñales

fue su canto de obsidiana sin tambores.

Besaron los pétalos de asfalto

como quien sopla un instrumento de viento

y nacieron flores rojas.

 

 

Ciclo

Con carne y médulas de perro

el Imperio romano alimentó

la encía sangrienta de los Godos

y engendró en su odio la sublevación.
Mil años después, los perros de los conquistadores

sofocaron su hambre amazónica

con la carne y sangre evangelizada de los indios,

y cuando los soldados terminaron sus reservas,

la rabia hambrienta de sus entrañas sació con canes

el cuerpo y el alma de Jesucristo.

 

A cinco siglos, aprendimos de la civilización

a tratar a los perros como humanos
aunque ni siquiera nos acompañen al inframundo.

 

 

Pistas para una novela negra

 

Cuando Pollock “pintó” el “Red, black & silver”

entre las faldas del bastidor se coló como el frío

un pelo de osa polar,

ese sería el cadáver en la escena del crimen,

el ADN en el cuerpo acrílico de 55 × 55 cm.

Así lo determinaría.

 

Sabemos que…

̶ ¡A nadie le importan esos millones de dólares!,

sólo queremos saber si es ¿verdadero o falso? ̶

Dijo la familia de Ruth Kligman, su amante.

 

Sabemos que…

a Mr. Pollock le gustaban las mezclas duras

como el polvo de un disparo de Burroughs,

el jazz feroz de Kid Row Cornelius

y pisar a fondo el acelerador de su Oldsmobile

con su amigo Johnnie Walker.

Sabemos que…

un oficial de tránsito lo detuvo y lo reconoció:

Pollock bajó del lienzo la música de Kid Row

como Burroughs bajaría su arma

después de jugar a Guillermo Tell,

y el oficial de tránsito lo dejó ir

como el ave que en la próxima curva

encontrará goteando a cuentagotas

el árbol de constelaciones de su pintura.

 

 

La plaza se colmó de luces

 

“El cielo ha muerto,

su cadáver vagabundea” sobre la plaza nublada

que aquella tarde se colmó de luces

en el atabal del silencio.

Sin saberlo,

fragantes danzaban en sus palomas las manos,

el águila y la flor abrigaban los besos

encallados en boca de los amantes,

sobre su piel de venado el cielo redactaba su canto

en una caligrafía de lluvia:

atavío de transparencia en los danzantes,

entre el fulgor de semillas y sonajas

sembraban estrellas para cosechar soles

en mazorcas de sueños

-tan remotos como la esperanza-.
Por un altavoz vino el soplo del verbo,

huyó el rocío de sol y cayó una ráfaga

como pezuña hundida de metal,

el dardo de la palabra se afianzó

a escurridos cuerpos sin vientres

por los que descendían

sincréticas

alfombras

rojas,

antesala de tezontle donde comulgaban

pirámides, misterios, ofrendas y sacrificios

sin compasión ni asilo de la iglesia,

sin expectativas de ningún dios ni deidad.
Primitiva fue la noche,

aún más primitivo el simulacro del día,

diarios y noticieros dictaminaron:

despertó el ombligo del mundo

con ojos blancos de clavel,

dejando la fe rastros de una raza.

Vestigios de juegos pirotécnicos sin milagro

donde el incienso aún huele a pólvora.

 

 

Just do it Rarámuri

 

En lo alto de la Tarahumara

bajo el sol de Hiperión

asfixia la pureza de los atardeceres.
El Hermes de Manhattan fue estrategia publicitaria;

espejismo mercadológico de rascacielos;

quimera descalza de pléyades en el desierto,

le hurtaron el alma con la que trotaban sus áridos ancestros;

a ras de suelo, remplazaron sus sandalias aladas

con las que levitaban sus desérticos pies ligeros.
En la cima, el emisario de la Sierra Madre corre

con un hueco hondo como el hambre,

corre entre patrocinadores de estrellas y fronteras,

el hambre cazadora del hombre blanco

en un espectacular de la 5ta. Avenida y Broadway.
En la cima de la Sierra Madre el emisario canta,

en la cima de la Sierra Madre se escucha una plegaria:
“heyana eii    heyana eii”

-el ritmo del soplo que corre

hilvana un nudo en la cuerda por cada falta-,

“heyana eii    heyana eii”

el Hermes caza suspiros con flechas de

memorables cenizas en sus costados,

“heyana eii    heyana eii”

Intuye que un oficio de imaginería

ya no es cruce de vientos para declarar principios,

“heyana eii    heyana eii”

-bajo el vertiginoso jadeo de la noche

ya no hay plegaria alguna

que invoquen los ancestros-,

heyana eii …

-ya no hay danza, carrera ni ritual

donde galopen las visiones,

todos los caminos llevan a Ixtab-.

 

Bajo el desértico barranco de ramas sin vida

yace el mito que no fue, la causa perdida,

los fatigados Nike del Hermes de Manhattan

penden sin prisa.

 

 

Radiografía de un desaparecido

 

La cabeza de Túpac Amaru, está viva y llegará el día en que regenerará todo

su cuerpo para retomar y restaurar su imperio.

Mito de Inkarri
¿Cuál es la radiografía de un desaparecido?,

“bajo la sombra de los duelos no realizados”.

¿Cómo encarnar la ausencia de esperanza

ante los estigmas de su sombra?,

¿dónde su voz, sus manos, sus piernas?,

¿dónde las huellas de sus prendas como reliquia?,

“índice de ausencias y archivos de vacío”,

¿dónde quedaron sembradas las raíces de su cuerpo

de sublime mirada carcomida por roedores

bajo el lecho húmedo de la lluvia en lo alto del monte?,

donde levita aún el vapor sublime de su ropaje

como una segunda piel calcinada entre apiladas piedras,

entre la maleza que crece del ombligo telúrico

hasta su seno desde hace siglos,

¿dónde encender el perfume resignado de los crisantemos

y el humo de una corona de espinas?

si nuestros desaparecidos no son cenizas de sol

ni roja arcilla seca esparcida en las entrañas de la tierra,

si no tienen la tranquilidad del Cristo Velado

ni sus palabras el luto de una pintura negra.
 

(*Los presentes poemas forman parte del libro Violenta sinfonía latinoamericana, 2020. Coeditado y publicado por el CEMCA, y Ediciones del Lirio.)

 

Hugo Plascencia. Escritor y poeta nacido en México en 1978. Su obra aparece en diversas publicaciones y antologías en México y en el extranjero. Fue colaborador de La Jornada Semanal; El Periódico de Poesía de la UNAM, y Le Petit Journal; Tierra Adentro y la Academia Mexicana de la Lengua. Autor de los libros Ahogar el Grito (2005); Todo es Babel (2006); Calandrias Underground (bilingüe francés–español, Écrits des Forges, 2007), y Razón de Bestia, (UACM / 2008). En el 2005–2006 y 2008–2009 fue becario del Conaculta. Parte de su obra ha sido traducida al inglés y al francés.

Compartir

Otras cosas que podrían interesarte