Textos de Mónica González

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Por Mónica González Velázquez

 

 

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El inventario y la despedida

I

Miro el horizonte, desciendo. Un cielo rojizo tapiza la ciudad; tantas veces odiada–amada–odiada, y anhelo fugaz de quien jamás la haya caminado. En la periferia de esta fauce que engulle, mastica y digiere sin distinción; en lo más alto de la vida horizontal, habitan mis pertenencias: un libro a medio leer (entre el sueño, el ocaso y los turnos de espera), una vasta colección de síncopas intermitentes (voces y sonidos metálicos que dan vida al atardecer), una cama (donde a ciertas horas, los milagros son posibles y los pactos de paz han sido firmados, no hay hambre, enfermedad y los niños no son el blanco de ataques extremistas, y el que camina lo hace con el espíritu), una almohada (donde reposa la furia de tantos días de activismo combativo y el eco del grito libertario desde la selva), sábanas blancas (donde los ángeles copulan), una mesa con cuatro plazas, un lirio en su centro y espacio para compartir las viandas y el corazón; quien también consta en el inventario junto con un par de piernas que lo transportan y unas manos que lo entibian, un par de ojos que lo miran latir a pesar del horror y la sangre derramada –pero de eso estamos hechos principalmente: sangre, huesos, dolor– al lado del dolor habita la esperanza, un par de maletas, zapatos de viaje para la travesía y paisajes inimaginables en este sitio donde los caminos bifurcan.

II

Ahora que por fin te vas, déjame al lado de la carretera y con la boca por delante. Déjame con el bestiario que habita en mis sueños y mis hombres y mis mujeres y mi máquina de olvido y mi historia de familia y mis cuerdas en los zapatos y mis errores y mis pocos aciertos y mi voz cortando el aire, cuando ya nada es suficiente y sólo me consuela el Blues.

Déjame con mis afiches: Goya, Tapies, Bacón, Modigliani. Déjame con los vértigos de Miller y Gil de Biedma severamente enfermo, reposando en la mesilla de noche. Déjame con Luis Urbina: Llora y llora, con su amor como un pájaro loco, dando tumbos en la noche estrellada. Déjame con ansias, el piso alfombrado, los labios, el corazón apretado; mordiscos en la cavidad de la boca y unos labios blanquísimos sin nombre.

Pero sobre todas las cosas, déjame con mi dosis de realidad y un vaso de agua en la mano.

 

Mónica González Velázquez (Ciudad de México, 1973), editora, artista visual y poeta. Han sido publicados sus poemarios: Tríptico de desamor, La luz y las sombras altas, Poesía reunida, Las cosas últimas, Gran mal, Glory box, Las eternas rutas, El misterio de los mundos vulgares, Breviario de la renunciación, Crónica de los días que ya no son (El quirófano ediciones, Guayaquil, Ecuador; antología 2001-2015) y El ruido del mundo. Su poesía ha sido antologada en México, España, NYC, Argentina, Ecuador y en La palabra transfigurada: cien años de poesía visual mexicana (CONACULTA-INBA, 2014). Becada por la Agencia Internacional de Cooperación Española (2010). Mención honorífica en los certámenes anuales de poesía en Badajoz y Alicante (España, 2010) y en el Premio Internacional de Poesía Visual de Badajoz (España, 2015). Ha expuesto de manera colectiva su poesía visual en el Museo de Arte Contemporáneo Argentino, MACO y en la Diputación de Badajoz (España).

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