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Lo consciente e inconsciente en El sueño que no era de Luis Mendoza por Jorge Manzanilla


Una de las tantas formas de juzgar la realidad es lo vivido, lo tangible y la percepción, estas son subjetividades o ideologías basadas en solo creer, este es un plano, que a su vez puede dividirnos entre la vigilia o lo onírico. Recuerdo que durante muchos años juzgué mi realidad y culpé todo lo vivido. Los planes astrales y el entorno social son tan susceptibles, tal como ocurre con la ficción y la realidad, pero al hablar o referir a sueños las preguntas se repiten: ¿Qué es lo real? ¿de qué realidad hablamos cuando hablamos de realidad? Muchas veces las causalidades irrumpen las casualidades y esto nos despierta o nos redirige a nuestra consciencia en el presente narrativo de nuestras vidas, pero esto ¿cómo interpela nuestra cotidianidad? ¿qué tal funciona esto dentro del contexto acapulqueño? Cuando hablamos de sueños que ocupan un papel más importante que nuestra realidad es para pensar en un cobijo y en una alteridad a lo vivido, eso como Harry Potter escondiéndose de un mundo mágico al igual que Narnia, los libros y lo fantástico nos sitúa en un plano que nos apasiona y nos alimenta.

Luis Mendoza presenta historias desde las calles, busca la cotidianidad e interpela al lector como parte de un narrador protagonista, tal como sucede con Alicia que rompe la cuarta pared para hablarnos de sus relaciones entre amantes y narradores. El sueño que no era le pertenece aparentemente al personaje Horacio, quien nos recuerda los momentos bochornosos a todo aquel que ha tenido altercados o incomodidades con policías. No es lo mismo hablar de los policías en México que especificarlo en Acapulco. La violencia y levantones constantes, -sin importar el gobierno en turno-, nos recuerda que no siempre podremos superar las adversidades del contexto, todo nos rebasan y amanecer vulnerable ante múltiples factores y situaciones de violencia, es el pan de cada día y es aquí donde entra la ficción y se abren canales comunicativos entre personajes que quieren cambiar de realidad con su lector en turno. Horacio es parte de varias realidades que va conociendo y va gateando en sus contornos, nadie entiende lo que pasa, incluso el narrador que va descifrando con el lector cada suceso.

Sagrario es el personaje que sobresalta lo consciente y lo inconsciente del resto de El sueño que no era. Ya que este personaje por si mismo dialoga con el contexto de lo que significa ser madre en un Acapulco acaparado de violencia e hijos desaparecidos por la delincuencia organizada, en este sentido, estar desaparecido significar estar muerto y no extraviado. Es interesante que la voz narrativa involucra al lector como un narrador testigo que está vinculándose y es parte del detective para conocer y aproximarnos a qué pasa con Horacio y cuál es la participación de Sagrario, esto me recuerda en los Estudios Emocionales que abordó Susanne Knaller: “Los sentimientos nunca son fenómenos aislados, sino complejos multiestratificados y diversamente interrelacionados. Por lo tanto, como primera definición, las emociones están siempre ligadas al conocimiento, así como las acciones prácticas y condiciones en el mundo de la vida. Se basan en lo conceptual y lo abstracto, pero también surten efecto práctico” (18). En este sentido lo que percibimos en Sagrario es la relación emocional de una madre con su hijo, ahora situándolo en su contexto político de desaparecidos en Acapulco, tiene una lectura emocional y política sobre lo que viven. El significado de madre naturalmente tiene connotaciones religiosas que van desde la imagen guadalupana hasta la imagen de Magdalena, ser madre en este símil cristiano, es crecer en el dolor de los hijos. El yugo de la pérdida marca una finitud en Horacio, a pesar de que “está” aunque no es su contexto, es una pérdida de creerlo y asimilarlo en la cercanía con su madre. En la lectura de Estudios Emocionales y con el desdoblamiento de los personajes, el desapego es pérdida.

Avanzando con la lectura y pensando en todas las cargas emocionales que se van sumando, el puerto acapulqueño rompe el constructo vacacional y cliché de lo que representa. La violencia marcó una directriz de cómo es el Acapulco de ahora y esto lo sabemos por todos los medios informativos y digitales que nos han transmitido su representación, sin embargo, Luis Mendoza nos lleva cual periodista Gonzo a conocer la vida de sus personajes desde una óptica detectivesca y fantástica. El horror ya tiene una carga fantástica en llevar las situaciones en la hipérbole de la muerte, no obstante, aquí exploramos los planos de consciencia que hay en cada uno y así nos sentimos más apegados a cada uno de los personajes señalados.

“El hombre que viajó en tren” y “Nadie desaparece del mar” también forman parte de este compendio fantástico de las rupturas de los planos narrativos, la inconsciencia de sus protagonistas nos permite cuestionarnos en dónde están parados y por qué están viviendo lo insólito, lo que nadie puede creerles, pero como lectores, tenemos una empatía y angustia de buscar la manera razonable de nuestras emociones. Una de las tantas tareas que tiene la literatura está la empatía, que el lector conecte con el personaje. Soñar el sueño como un pleonasmo infinito que se reproduce en la consciencia e inconsciencia de los personajes. Pienso también en la consciencia colectiva que ocasiona repensar en estos personajes difuminados entre el tiempo y su espacio narrativo que transcurren entre sus cápsulas cuentísticas. Es interesante que cada uno de los personajes busca escapar de su contexto, lo ficcional es lo empático en estos testimonios. La función de lo fantástico es una representación y un mundo alterno, aunque este es desdibujado y sus coprotagonistas de alguna manera buscan regresarnos a la realidad narrativa, siempre queda sellado el paralelismo. Existe también la representación de la consciencia del pasado y se estaciona en forma de trauma, tal es el caso de Alejandro que ha marcado infancias y que este se mantiene estático como parte del dolor que no se olvida. Otro punto interesante está en cómo se relacionan los personajes con el ambiente, ya que siempre se presentan territorios de pobreza, se refuerza el asfalto, el sol como elemento apabullante en medio de las crisis sociales. El sueño que no era pareciera que su escenario es parte de reforzar los discursos subalternos, lo que no se oyen o lo que no podemos palparlos en las historias, los que quedan fuera de las notas o los solo desaparecidos sin nombre. El subalterno como parte de lo fantástico, existe para ocultarse de su estatus social y de los señalamientos del poder. Es por ello, el narrador enfatiza lo subalterno y el lector es la consciencia en la que, desde lo emocional partimos como Horacio y sentimos las penas de Sagrario.

Pienso que, a lo largo de este compendio de cuentos, abre nuevas maneras de mirar al puerto acapulqueño, notamos la violencia impregnada en las decisiones y en las omisiones que sus personajes presentan. Por último, recomiendo leer estos cuentos como un espejo social, una consciencia colectiva de conocer la violencia desde sus protagonistas y desde el dibujo crítico que Luis Mendoza nos entrega.

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