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La tiranía de la guerra y la enfermedad en Tribulaciones de un fariseo de Álvaro Chanona Yza por Jorge Manzanilla

La lectura de guerra ha sido tradicionalmente vista desde las crónicas y documentales que han mostrado de forma visceral la realidad en la que viven los pueblos y grandes ciudades por el escarnio gubernamental. En la literatura, existe una tradición basta que han vislumbrado guiños de lo atroz de la guerra, tal es el caso de Anna Ajmátova, Wilhelm Klemm, Apollinaire que abordaron el tema de la Segunda Guerra Mundial o en México hay indicios de la poesía bélica desde el himno nacional de Francisco González Bocanegra, esto sin contar la amplia literatura de la Revolución Mexicana, por mencionar algunos ejemplos. En nuestro contexto actual, la guerra del narco ha dejado que la narrativa mexicana deja un gran legado sobre los rostros y horrores que se han vivido y se siguen perpetuando. Teniendo en cuenta estos antecedentes, la poética de Álvaro Chanona Yza establece una poética espiritual del despejo de todo vestigio bélico que yace desde los pasajes bíblicos. Tribulaciones de un fariseo es un viaje a Londres, Auschwitz, Washington y Tierra Santa. Esto, porque todo el dolor, es propio de cualquiera parte y los muertos tienen el peso de la memoria y un descanso eterno ausente, una deuda eterna que nos remonta a la Biblia y a los procesos más oscuro de la fe.
La culpa, el desasosiego y la distancia promulgan apatía, en la voz poética se perpetúa como un fantasma que persigue verso a verso: En este desierto / que habito /lejos de las orillas del Jordán / tengo lástima/ de mí mismo (31). En el libro de Chanona Yza hay una depuración del vestigio de guerra y de los pasajes bíblicos como parte de la zozobra de la deshumanización en la que constantemente, a través de la historia, nos repetimos y excomulgamos nuestros ángeles, dando paso amplio a los demonios que nos gobierna. Chanona Yza nos transmite por medio de un yo en primera persona, como un narrador testigo y luego es el cómplice de los pasajes versales:



“Yo no puedo
ver esto sin decir nada
yo no puedo gritar
porque no sé cómo
porque no soy judío.
Sólo creo
que si lo escribo así
aquí, ahora,
valdrá la pena nuestro silencio” (37).

Luis Villoro en su ensayo “La significación del silencio y otros ensayos” comenta que:
“Si el silencio es ausencia de palabra, ¿cómo puede ser una posibilidad del habla?” (Villoro: 2018, 14). En este punto entra la poesía, pues el silencio es significación dentro de un esquema poético y, por ende, ejerce su lenguaje. En esta antítesis, Chanona calla para hablar por el poema. “Nuestro silencio” es un yo plural que comunica su forma de entender la angustia y su estoicismo al momento de vivir su propia guerra, pero ahora desde la enfermedad que lo va deteriorando.
“el miedo ingenuo de este tumor
encerrado aún en mi pelvis profunda
no creo en los profetas
tampoco en la cruz o la piedad
de una corona rota de espinas
sólo creo en lo que soy
en lo que tengo:
voy a romper, uno a uno,
los siete sellos del Apocalipsis” (49)


Chanona transmuta entre tres poéticas, la guerra, lo religioso y la enfermedad. Esta trinidad edifica nuestra intervención como lectores, puesto que esta es la rutina de nuestras vidas y de cómo las guerras personales nos apartan o nos acercan a lo religioso y esto nos abra posibilidades de entendernos a nosotros mismos a través de situaciones de riesgo. La poética del libro es una moraleja de cómo nos aproximamos hacia el viaje intrínseco de qué nos representa y de cómo el silencio es partícipe en reproducir significados de un libro que constantemente va abriendo portales que van desde el Antiguo Testamento, hasta las llanuras de un yo en constante agonía por la enfermedad.

A lo largo de los pasajes poéticos del libro, hay una constancia por un retorno fetal, como un reinicio a todo y así comenzar de nuevo la historia de nuestras vidas, este eterno retorno Nietzscheano genera una antítesis entre los capítulos que no concuerdan y esto lejos de ser negativo, termina siendo complementario pues la ruptura corporal del libro permite que la voz poética tenga más presencia fragmentaria. En este sentido, la guerra es algo que queremos dejar atrás, sin embargo, la memoria y las imágenes se perpetúan en nosotros mismos como un fantasma que nos visita y nos convierte en su lugar de apariciones, esto se antepone a regresar a un yo de la enfermedad que desdibuja las desdicha y los errores de la vida que vamos sellando día a día. ¿Cómo los pasajes bíblicos intervienen entre la guerra y la enfermedad?

Chanona va construyendo posibles respuestas y más allá de buscar enmendar la voz poética de una vida con errores, busca el diálogo consigo mismo y esto es una constante en su poética, pues en libros como: La alforja de los desprendimientos (2008) y El evangelio turbio de virgo (2013) mantiene esta voz que va modulando su espiritualidad en torno a la experiencia de las constantes guerras personales. Esto a madurado a lo largo de los años y los libros que van abriendo heridas para buscar extirpar tumor de odio que nos succiona los músculos de la vida. Tribulaciones de un fariseo es un diálogo abierto a libros canónicos de la tradición mexicana como es el caso de Enriqueta Ochoa, Efraín Bartolomé, Elías Nandino, Concha Urquiza, Rosario Castellanos y Dámaso Alonso. Voces que han influenciado y configurado a Álvaro Chanona, como poeta de ruptura de la generación de poetas yucatecos nacidos en los años sesentas y un poeta de transición mexicana al canon actual que predomina desde el yo plural.

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