En Octubre la ballena vuelve al mar
Octubre es la raya en el agua, el momento para formar la aegis y llevar de nuevo la
ballena al mar, de levantar las nueces del olvido y regresar al cuaderno amarillo con
la única humildad posible para levantar las hojas caídas y ponerlas en el centro de la
corriente, de resistir al viento y prolongar el grito.
Octubre es una codorniz al inicio de su vuelo, una yegua desbocada, pequeñas flores
de otoño bajo el sol y el recuerdo de la lluvia.
Octubre no se olvida. No se olvida nunca. Nunca.
En Octubre el conejo cubre a la Luna y con una sonrisa escucha las mentiras del
sortilegio de la meiga de la tarde azul.
En la mitad de Octubre es la flor del desierto debajo de la estrella y el otro lado de la
medianoche.
El veintitrés de Octubre es fiesta y alegría cuando el Sur mira al Norte y el Norte se
ilumina.
Octubre es magia, es el recuerdo de un deslizador, una canción favorita, una liviana
falda blanca a la salida del Metro, una calle de Praga y una rueda de la fortuna, un
vagabundo triste, una gabardina con el cuello alzado, el filtro de una noche a pleno
día, unas medias negras, los primeros amores inolvidables, una bicicleta bajo las
gotas de lluvia, es la dulce vida y los encuentros cercanos.
Octubre se construye con la misma materia con la cual se forman los sueños.
En octubre brota el aceite en la roca de Eichstadt y en Finisterre hay que atrapar al
lobo porque la madrugada es más boca reseca y menos sueño, la carne más tacto y
despedida.
Octubre tiene la complicidad de las ternuras.
Octubre es el signo de la serenidad, es como el pálido fuego insatisfecho después de
los besos robados, puede ser un puente como una promesa como una cadena como un
relámpago como la otra orilla como la otra imagen.
Octubre abriga todas las respuestas.
Joaquín-Armando Chacón (1944)
El Norte y los meses (1991). Gobierno del Estado de Chihuahua. Programa Cultural de las Fronteras del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes