Homenic Fuentes
Mas allá del smog
entre la luz del semáforo que parpadea sangre
y destila hambre de un tiempo inexistente
En la respiración de los full inyection
en el trajín de los intestinos infestos de carbohidratos
en el sonsonete de un mundo metalizado e hiriente
donde los cables y el satélite
son más que el mar y el guajolote.
sobre la mirra el ajenjo y los muros de miedo
bajo las líneas del metro cementerio de egos
Homenic Fuentes
Mas allá del smog
entre la luz del semáforo que parpadea sangre
y destila hambre de un tiempo inexistente
En la respiración de los full inyection
en el trajín de los intestinos infestos de carbohidratos
en el sonsonete de un mundo metalizado e hiriente
donde los cables y el satélite
son más que el mar y el guajolote.
sobre la mirra el ajenjo y los muros de miedo
bajo las líneas del metro cementerio de egos
en los palacios de justicia llenos de perros
Y las esquinas ensombrecidas de estiércol
en los mercados cárceles tiendas
hogares de ciegos
en el hambre
en las pocilgas
en la sífilis
en el hígado deshidratado y añejo
en los burdeles de quinta
en la hoz del violador
en las banderas
sobre el bacanal de promesas rotas
y niños perdidos que apestan
en el mal que se resiste
ahí, en el trasfondo de la existencia
estoy YO: alfa y omega.
El primogénito de los muertos.
El que ha de venir.
2
En las afueras
parece llover cadáveres
más en verdad
las luces de los espectaculares
caen al compás
de las cortinas de acero.
Unos duermen
otros, despiertos sueñan
Hay quienes con ojos abiertos
van a tientas .
En cambio, ella busca
y su corazón fluye en ella
y en el tormento de una noche desolada
otra noche más oscura
extiende su cuerpo decrepito.
La pintura se corre
y la lágrima que rueda
no es cristal cortado.
La negra y húmeda gota
se evapora en la piel desnuda
que abre sus poros
al estremecimiento.
Las ingles son pliegues encerados
y el sabor de las bocas,
fruto podrido.
La puerta se cierra
el silencio se agranda.
Sobre la cómoda
algunos billetes asoman sus rostros.
Ella, sin pantaletas
recarga el rostro en el espejo
se juzga y se sentencia
soy una perra –dice–
Crece el hambre
y el odio de no tenerse para siempre.
En la nevera: el pescado que compró ayer
multiplicó sus espinas.
Sobre el comedor
guisado de cordero
dispuesto para la cena
espera.
Cerrando los ojos se niega a ese manjar,
las espinas le rasgan la garganta
y en el paladar
las escamas tintinean
como si fueran copas
la carne rebosante que da vida
sigue aguardando
mientras
la ciudad noctámbula
se traga a sí misma.