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El ojo en la bala, segunda entrega: Juan Carlos Urtaza por Víctor Hugo Díaz

 

 ¿Existe Dios después del diez?

Juan Carlos Urtaza

Editorial Aparte, Chile, 2019

por Víctor Hugo Díaz

PONTE EN GUARDIA

deja pasar

sigue  avanza  baila  esquiva.

 

¿Existe Dios después del diez? la reciente publicación del poeta chileno Juan Carlos Urtaza, que reúne sus dos libros previos y uno inédito, nos propone la poesía como una lucha y una permanente confrontación con el tiempo, una pelea-escritura en movilidad; un sinónimo de la vida: como una avispa en medio del ring.

 

Aquí, el conjunto de encuadres, hablas, signos e imágenes, está dispuesto como si se participara de un baile, de una danza bélica, desarmados y con los mínimos ornamentos. Donde la envestida asume la responsabilidad del ritmo y la potencia; mientras que las citas, nombres y pliegues, se hacen cargo de la estructura y densidad de los inminentes ataques.

 

Las pausas, previas y posteriores a cada extensión inesperada del brazo, hasta donde la mano y la mirada no alcanzan, permiten poblar aquel Imaginario de cuatro ángulos, con situaciones y desplazamientos vívidos; dejándolos habitar ahí, donde De una esquina a otra /la distancia se coagula.

 

A pesar de que al primer golpe de tinta, el espectáculo de las páginas y su intención parecen sustentarse sobre un código temático-pugilístico, ya a poco de Sonar la campana y desatarse el conflicto, la fuerza significativa del libro nos hace las señales necesarias, imponiéndose por encima de esa categoría y registro usados por el poeta; pero solo como materia prima simbólica. Quedando estos entonces, relegados a Segundo plano, cumpliendo apenas la función de los “Seconds” en los cuales al principio, los poemas, simularon apoyarse; pero que frente a la lectura, se ven obligados a abandonar el cuadrilátero y permanecer en su esquina, tras las cuerdas. Superados por la experiencia estética.

 

No estuve

cuando perdió su primer diente

ni cuando se partió la ceja o se ganó

una costilla rota.

 

No estuve.

 

Esta voz plural va desplegando estrategias y tácticas expresivas, graduando la tensión y jugando con las brechas por dónde es posible asestar sentido. Actos entrenados y perseverantes, que hacen sospechar que hasta el mismo hablante(s) se puede(n) volver parte del público asistente: Será mi doble en la multitud /hasta desaparecer.

 

Como si escribir fuera una imperiosa e innecesaria práctica, frente a un fugaz rival lejos de alcance, que siempre retrocede, que elude el intento del puño y el ojo, dejando apenas la ausencia de lo que pudo ser un cuerpo. Haciendo sombras y juegos de piernas con ese adversario que solo se pone en la mira, en su forma de vacío: La muerte no posee cuerpo /tú eres el cuerpo de la muerte /sus moldes son tus moldes.

 

Si entrar en la poesía, es experimentar y descifrar por intuición lo inasible de las cosas sucediendo, se me viene de inmediato a los párpados cerrados, La mano que nunca pudo tocar a Nicolino Locche.

 

Esa imagen, ese rostro solo definible en su incapacidad de quedarse quieto, ese mentón inasible al que el tacto parece no poder acceder, semejante a un acto fallido; constituye en realidad un ícono de la búsqueda y ejecución permanentes del autor, en su consolidación de una obra poética importante, reconocible y propia, que se instala sólidamente a partir de este volumen.

 

Creo que ése es el justo veredicto y la respuesta unánime, para ¿Existe Dios después del diez? de Juan Carlos Urtaza. Un resultado categórico para una poesía que se planta en la escena. Nada de empates… nunca por puntos.

 

 

 

Muestra de poemas

¿Existe Dios después del diez?

 

 

LO SIGUIÓ CON LA MIRADA

mientras

caía.

 

Tenía lista

su mano

 

pero no quiso

lanzar

ese golpe

 

para no

entorpecer

la estética

 

del hombre

que cae.

 

 

 

LAS VENDAS HUELEN A CASAS CERRADAS

Hacen un espiral con olor a sangre seca

que la transpiración disuelve

hasta volverlas amarillas.

 

Huelen a algo que está comenzando

a nacer o comenzando a morir.

 

Nunca más el sol secará

las tablas de esta casa

ni ese poco de agua mirará tu rostro

antes de hundirse en la tierra.

 

Nunca más la espesa lluvia

en la garganta retendrá una palabra.

 

Solo un primer diente sin deseo

una sonrisa

su cicatriz.

 

 

 

CUANDO TONY MONTANA

deja caer su cabeza en un cerro de coca

yo estoy encerrado con seis gramos.

 

He perdido lo mejor del mundo

(ya sabía el final).

 

Tony cae acribillado desde su balcón

queda flotando en un charco de sangre

aunque en verdad

solo consagra la carrera de Al Pacino.

 

A diferencia nuestra

aquí la gente cae de verdad:

 

ella se va para siempre

y nada queda flotando.

 

Brian De Palma

no conoce el final

de mi película.

 

 

 

ESO DE QUE NADIE VENDRÁ A GOLPEAR TU PUERTA

por trabajo o por amor

 

que los días pasan imitándose

endureciendo como el pan

en los rincones donde no llega ni la risa ni el hambre.

 

Donde el sol se retira de las venas de los muros

de la tinta del silencio

de este inmueble solitario de un tercero del 62.

 

Donde nadie viene:

de la punta del abismo a la fisura del pie

matemáticamente solo

 

buscando la sal y el aire

eso de que nadie va a venir

cuando sea tarde.

 

 

 

EL QUE VIENE DETRÁS DE MI

sabrá dónde poner el pie.

 

Esquivar ese golpe

que me sigue de niño.

 

Enterrar el hueso

que me astilla la mano.

 

Poner fin a la cuenta

que sostiene mi tiempo.

 

El que viene detrás de mí

contará hasta diez.

 

En sus segundos correrá la vida

la sangre que perdí.

 

Será mi doble en la multitud

hasta desaparecer.

 

 

 

JUAN CARLOS URTAZA poeta chileno nacido en 1982 en Santiago de Chile. Ha publicado Knock Out  en 2009 y No hay mano en 2012. En el 2014 gana la beca de Creación Literaria para escribir Bumaye.

Actualmente reside en el sur de Chile, en la ciudad de Puerto Montt.

 

 

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