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Antes del suicidio de Yibrán Jalil Yibrán. Traducido por Mohamed Adel


Ayer se sentó en esta habitación solitaria y silenciosa la mujer que amaba mi corazón. Reposó su linda cabeza sobre estos suaves cojines rosas; en esta copa de cristal, tomó un trago de vino mezclado con una gota de perfume.

Esto fue ayer, y ayer es un sueño que nunca vuelve. Hoy, se fue la mujer que amaba mi corazón a una tierra lejana, fría, desierta y árida, llamada territorio del olvido y el vacío.
Aún están sus huellas en el vidrio de mi espejo; todavía la fragancia de su aliento, sumergida en los pliegues de mi ropa. Aún resuena el eco de su voz en los rincones de mi casa.

Esta misma mujer, quien la amaba mi corazón, se fue a un lugar distante llamado valle de la desmemoria y el apartamiento. Hasta el siguiente día, se quedarán en esta habitación: los fantasmas de su alma, las pisadas de sus dedos y el aroma de su excesiva respiración. Cuando llegue la mañana, abriré las ventanas para que las olas de aire barren con su marea todo lo que me dejó aquella hermosa bruja.

Aún está en la cama, el efecto huella del cuerpo de la mujer que amaba mi corazón. Todavía guardo las cartas de amor que me enviaba en la caja de metal incrustada con ágata y coral, y el mechón dorado de su cabello que me regaló para el recuerdo. Nunca lo saqué de su envoltura de seda forrada de almizcle e incienso. Todas estas cosas se quedarán en su lugar hasta que llegue la mañana, y cuando llegue, abriré las ventanas de mi casa para que el aire las lleve a la oscuridad de la inexistencia donde radica el sosiego mudo.

Muchachos, ella es una mujer parecida a las mujeres que amaban sus corazones. Es una criatura increíble que los dioses crearon de la mansedumbre de la Paloma, de la Volubilidad de la Serpiente, de la agresividad del lobo, del deambulo del Pavo Real, de la belleza de la rosa blanca y del horror de una noche oscura con un puñado de ceniza y espuma marina.

En los días de infancia, conocí a la mujer que amaba mi corazón. Corría tras ella en los campos; me sujetaba en las orillas de su vestido en las calles. La conocí en la adolescencia; veía la sombra de su rostro en las portadas de los libros y en las andanzas; miraba las curvas de su cuerpo entre las nubes del cielo, y escuchaba la melodía de su voz elevándose del murmullo del agua en la noria.

La conocí en la adultez. Acompañándola, le hacía preguntas, me acercaba a ella quejándome del dolor que llevo en mi corazón, y revelando los secretos de mi alma.
Todo eso fue ayer, y ayer es un sueño que nunca vuelve. Ahora, aquella mujer ya se fue a una tierra lejana, vacía, árida y fría, llamada territorio del vacío y el olvido.
La mujer que amaba mi corazón se llama la vida.

La vida es una mujer bruja y hermosa que conquista a nuestros corazones y extravía nuestras almas; ahonda nuestro afecto en las promesas. Si las cumple, despierta en nosotros el aburrimiento, y si las retrasa, muere la paciencia en nosotros.

La vida es una mujer que se baña con las lágrimas de sus amantes y se perfuma con la sangre de sus víctimas.
La vida es una mujer que se viste con los días blancos bordados de noches negras.
La vida es una mujer que reconoce el corazón humano como amigo y lo niega como esposo.
La vida es una mujer bella, pero prostituta. Quien se fija en su Impureza aborrece su belleza.

*Yibrán Jalil Yibrán: Poeta, cuentista, pintor y novelista libanés. Nació en 1883. Se considera uno de los grandes escritores del Simbolismo. Emigró, con su familia, a los Estados unidos en 1895. Tienen un estilo literario único que se caracteriza por las profundidades de las ideas. Escribió sus libros en árabe e inglés. Una de sus obras más famosas es el profeta. Murió en Nueva York en 1931.

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