Hace tres años publicamos en Agulha Revista de Cultura una serie de tres números dedicados a algunas nuevas voces de la lírica brasileña que de alguna manera tenían en su registro el indicativo de la coexistencia estética con el Surrealismo. La selección de poemas de 35 poetas fue acompañada por las respuestas que nos dieron a las preguntas sobre esta convivencia y su referencia en la poesía brasileña actual. En su momento, lo que llamó nuestra atención fue el surgimiento de una nueva generación de poetas que retomaban el rumbo de una lírica que hacía tiempo se había desprendido de su brújula existencial. Junto a esta nueva y prolífica alquimia estética, con su múltiple fervor en el que se despliegan innumerables y muchas de ellas ya consistentes voces poéticas, se observan también otros dos componentes valiosos: enfrentar el derrumbe del mercado editorial en las formas en que venía operando, desde mucho presagio de decadencia, y de una especie de solidaridad entre pares que se torna aún más loable considerando la extensión territorial del país. Son poetas nacidos entre las décadas de 1970 y 2000, configurando una amplia época de renovación lírica en Brasil, donde llama la atención la reanudación de lecturas e incluso la afirmación de afinidad con los principales lastres de las vanguardias en Occidente, cuya máxima expresión es el Surrealismo.
Cabe señalar que en esta reveladora afinidad no hay rastro de evaluación ortodoxa ligada a ninguna escuela o movimiento. Por el contrario, en el instinto de recuperar una multiplicidad de referencias, se vislumbra la forja de una identidad que quiere liberarse de ataduras, estéticas o ideológicas. Es un momento arraigado que no se puede comparar con otras instancias, ya que no es una ola o un ciclo carismático. En palabras de uno de estos poetas, lo que vemos es la formación de diferentes densidades en nuestra poesía brasileña contemporánea [Carlos Orfeu]. Otro aprecia la fuerza creciente de lo que está pasando: es posible encontrar apoyo en las editoriales independientes, que, en mi opinión, son en gran parte responsables de la renovación de la que hablamos. Los jóvenes autores se encuentran con los jóvenes editores y, en sociedad, contribuyen para la difusión de las voces [Elvio Fernandes Gonçalves Júnior].
Otros dos aspectos que ganan en excelencia tienen que ver con la legítima y enérgica presencia de voces femeninas y con el hecho de que esta nueva hornada de poetas tiene un amplio significado cultural. La referencia a la legitimidad es fundamental en un momento en el que se pretende imponer al entorno estético valores que les resultan inadecuados. Y el sentido cultural, por el contenido de las lecturas, la curiosidad y la percepción, es lo que apunta hacia una mayor diversidad y la consecuente condición de enfrentarse a los misterios de la creación. Hay aquí dos puntos pertinentes: uno de ellos, al hablar de este ambiente actual, enfatiza un mayor interés en la posibilidad de experimentación poética que en la composición de una línea que guíe a todos [Mariayne Nana]; y otro revela el imperativo de jugar contra esta industria loca que ya sabemos se ha convertido en la cultura [Isadora Egler].
Entre las confluencias en estas respuestas, se destacan dos, interconectadas: la comprensión de un campo abierto imperativo a la creación, y lo que uno de ellos evalúa como un cierto alejamiento de la tradición, al referirse a su generación. La conexión entre estos aspectos se acentúa por la libertad de vivir y crear, y la comprensión de que la ausencia de escuelas y vanguardias les trajo, más que la pérdida de referentes, el desafío de crear un mundo propio. Según Julia Moura: Bebemos movimientos todo el tiempo, pero ¿quiénes somos?
Esta es la línea del horizonte de estos nuevos poetas. Y su gran aprendizaje proviene de las cataratas de los excesos de nuestro tiempo, del grotesco desmantelamiento de las sutilezas, del oscurecimiento de los significados más esenciales de la existencia misma. El mundo se ha vuelto elegible para el espectro irrelevante de repeticiones de conceptos y trucos. Una retórica abrumadora desmiembra los sentidos y deja a todos huérfanos de sí mismos. Esta fue la valla electrificada que sólo raros poetas nacidos en décadas anteriores (1950/1960) supieron identificar.
Escuchemos una de las nuevas voces, Vinicius Varela: Se ha dicho que el amor es tanto que terminó siendo nada. Mal contemporáneo, si tengo que decir poesía, ya no está, si digo nuestro nombre, ya no estamos. Una vez bien entendida la artimaña, el siguiente paso es descubrir los elementos integrados para la construcción de un nuevo tiempo. Revisa los fracasos, despeja los obstáculos, abre las áreas oscuras de la vida misma. Recuperar el poder intrínseco de la palabra. Andréia Carvalho Gavita, por su vez, destaca: sugerir en lugar de nombrar, ser un secreto más entre los hechizos y sonidos de la existencia.
Los poetas que publicamos son valiosos indicios de que es vital y posible deshacerse de los marcapasos heredados por la tradición. La sangre puede volver a fluir libremente según lo requiera la multiplicidad de ritmos y valores. En las 35 voces presentadas, los timbres son diversos y distintos, aunque, en algunos casos, las referencias convergen. Y en todos ellos el imperativo de dar una nueva razón de ser a la palabra.
Con la participación de poetas, editores, traductores en torno a publicaciones y eventos, ha surgido una serie de movimientos colectivos en algunas partes del país. Al respecto, uno de ellos, Diogo Cardoso observa: Pienso que estos intercambios terminan por dar densidad y relleno al fondo de la creación, en tanto se alimenta de estos diálogos y contrabando, que se desarrolla en una especie de conspiración secreta. Lucas Perito, por el contrario, es más directo y se da cuenta de que, en general, las relaciones personales priman sobre la calidad. En todo caso, es un esfuerzo por superar el teatro oscuro de una realidad fatalista.
Considerando la extensión geográfica del país y su estratificación cultural, ampliamos al máximo el alcance de nuestro lente, comprometidos a abrir un panorama que traza un recorrido múltiple por los estilos y obsesiones de todas las partes de este desconcertado Brasil. El resultado parece haber sido la costura de un atlas relevante y diverso, del que ahora, para los lectores de Blanco Móvil, destacamos tres de estas voces: Roberta Tostes Daniel (Río de Janeiro, 1981), Anna Apolinário (Paraíba, 1986) y Andréia Carvalho Gavita (Paraná, 1973).
→ Poesía, amor, libertad: la tríada esencial del Surrealismo. ¿De qué modo hace parte de tu vida y cómo la integras en tu creación?
ROBERTA TOSTES DANIEL | Son elementos que se fusionan y hacen posible la creación, creo. Como decía Octavio Paz, respecto a la palabra, el poeta libera su materia. Creo fundamentalmente en estos canales de comunicación y sus significados entrelazados. El poeta es él mismo arado y hoz, palabra elevada a la posibilidad del amor (comunión, deseo y transformación, como el mismo impulso libidinal), impulso de muerte que es también pura potencia – vitalidad. Para ello, recuperar la esencia luminosa a través de la artesanía (su condición de materia prima que trabaja el mundo-instante) y reinyectar en la vida la potencia que es, a veces subyugada a la maquinaria y al utilitarismo. La poesía, el amor y la libertad son experiencias en el tiempo dotadas de la fuerza necesaria para trascenderlas o cumplir su inmanencia a través de la imaginación y la memoria. Siendo un código de reconocimiento o la dotación de un rasgo en inteligibilidad, se trata de poiesis, de dar notoriedad y sentido a los términos de la vida. Vida-obra.
ANNA APOLINÁRIO | La creación es ante todo transfiguración, de la experiencia ardiente alimentada por el amor, el misterio, la belleza, la maravilla existencial misma. No creo que haya creación en el vacío, siento que el poema nace del ejercicio de una pasión vertiginosa y desvergonzada, de la aprehensión del movimiento íntimo y secreto de todos los seres vivos, así percibo que la poesía, el amor y la libertad están arraigados en el acto de la creación, son intrínsecos, como partículas elementales que generan un nuevo lenguaje capaz de integrar al hombre y al mundo, una forma transgresora de conocimiento sobre el mundo. La experiencia palpitante del poeta es la materia de su alquimia verbal, es en este oficio encantador donde me encuentro, en perpetua epifanía, deslumbramiento, subversión y revelación.
ANDRÉIA CARVALHO GAVITA | Vivo entre el trabajo en un ambiente hospitalario, las actividades culturales de los grupos que sigo y la rutina del hogar. En cualquier estado –oficina, calle y casa– estoy buscando analogías, pescando sinestesias, garabateándolas en una libreta (física o mental). Guardo las correspondencias para luego crear otros cuerpos en forma de letras. Cultivar esta búsqueda de sucesos inusuales en mi rutina me da una sensación de asombro, incluso en situaciones opresivas. Los rigores de la rutina amputan la espontaneidad de los biorritmos. Los estallidos de reglas amputan nuestra fluidez psíquica interior. Para curarme de la sensación constante de amputación uso la deambulación (por el verbo). Para liberarme de la cristalización mental utilizo la ambivalencia (en el verbo). A través de la poesía, como lector o escritor, se activa en mí el amor por la vida con todas sus contradicciones, orgánicas e inorgánicas, a través de la contemplación de collages existenciales. Antes del hábito de escribir, encontré esta dedicación perspicaz en las clases de biología, la primera facultad que elegí, precisamente la que me permitía captar las maravillas y misterios de la naturaleza, ya sea con un microscopio o un telescopio. Era la naturalista contenta con el realismo, una antena inmóvil reuniendo información. Era también poesía y amor, pero carecía de la libertad de una criatura creadora. El disfrute de la literatura oculta, la mitología y el análisis astrológico son costumbres ancestrales que siguen vigentes, pues me brindan ejemplos de insólitas y ricas correspondencias. Fue a través del signo transmutado en verbo (principalmente en el cuerpo de un poema) que, además de comprender mi locus, realicé la interacción más eficiente con la conciencia (individual o colectiva) en su manipulación libertaria. A través de la escritura y la lectura poética capturo, pero también intercambio. Amo el mundo después de leerlo, ya sea de puño y letra de otro o mío, por las infinitas posibilidades de interpretación. Incluso cuando trabajo, como, me enfermo o duermo, estoy capturando y decodificando imágenes y apuntando a la construcción de otras. Después de que el código fue descifrado y, por lo tanto, amado, me siento impulsada a crear, generando más signos. La libertad es cuando la criatura se comprende también a sí misma como creadora, comprendiendo amorosamente que nada se crea sin la metamorfosis recicladora de las cosas que la rodean, revitalizándolas o reconfigurándolas. Debido a la experiencia enfocada en la producción de escritura, la tríada surrealista se aplica en mi vida, en asociación con el uso continuo de la máxima simbolista: sugerir en lugar de nombrar, ser un secreto más entre los hechizos y sonidos de la existencia.
→ Dentro y fuera del país, entre vivos y muertos, al margen de la poesía, no sólo citando los nombres, sino comentando los motivos, ¿podrías mencionar algunas de tus afinidades en la creación artística?
ROBERTA TOSTES DANIEL | Alejandra Pizarnik, por su fuerza fantasmagórica y operación en la sombra, quizás mi poeta favorita, la que siempre trae ese olor a ceniza mojada, como escribió Joyce. Es interesante citar a otra escritora para hablar de ella, ella que en un verso dice me digo mis silencios: parece tener sentido. También está Giuseppe Ungaretti, un solarium de invierno; leo y es como imaginar el mundo mientras lo navego: naturaleza inmensa, iluminada. Herberto Helder, por la absurda capacidad de comulgar todas las cosas, repartiendo la monumentalidad de la sangre y la palabra por venas y raíces. Daniel Faria, porque es testimonio de un canto de pájaro y laúd, melancolía de rocío. Orides Fontela, por su lucidez-síntesis, lo que dice René Char está al lado del sol; punto culminante de nuestra poesía. Paul Celan, por el hermetismo y la capacidad de narrar el trauma, y de dar lo humano inefable y trágico a lo social. Murilo Mendes, que converge en el símbolo. Marceli Andresa Becker, poeta contemporánea, hace del ambiente un lamento erótico, los cuarenta grados de fiebre de Sylvia Plath. Antonio Gamoneda, por la gélida primavera de los caballos. Juan Gelman, por ternura y rebeldía. Paul Auster, por su manejo de las palabras. Laura Riding, a través de la mente fotográfica, flasheando ocurrencias. Robert Walser, por el paseo, que reforzó con T. S. Eliot: Solo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos descubren hasta dónde pueden llegar. Tantos, tantos otros.
ANNA APOLINÁRIO | Eduardo Milán decía: Todo poeta proviene de otro poeta, o tal vez de una amalgama de poetas, o en esta antigua inscripción: Todos los libros son uno. Creo en la magia y en la fuerza oculta que rige y une la creación artística en todas sus expresiones y tiempos. Mi escritura es afinada, se enlaza y dialoga con la de varios otros poetas, me siento nutrida por el mismo fuego mágico que emana de los versos de Joyce Mansour, dentro de nuestros libros símiles gritos de fuego crepitan, la misma carne flambeada al capricho de lo obsceno vértigo. Con la poesía de Sylvia Plath siempre he mantenido una conexión visceral, como si fuéramos secuestradores de un mismo puñal de palabras, féminas en fusión de tormentas de imágenes, ensueño arrastrado de asombro, lo bebo como un vino preciado, de una rara cosecha, terriblemente bella que me provoca los más deliciosos delirios. También está el susurro lascivo, sacrílego de Bataille, el roce de sus dedos hambrientos contra los recovecos más suculentos de mis páginas. Los poetas portugueses, con su enorme lirismo, siempre me han incendiado, como Herberto Helder, Al Berto, Antonio Ramos Rosa, Luis Miguel Nava, Antonio José Forte, son todos poderosos demonios que me agitan. Mientras hojeo a Hilda, me deslizo y deliro a través de sus eróticas redes de alta tensión, buscando a tientas los voltios de su brío, empapando mi piel en todo ese fango fornido. Entre los vivos me inquieta la prosa salvaje y provocadora de Raduan Nassar, el cine explosivo de Jodorowsky, los estudios audaces de Marina Abramovic, los versos llenos de chispeantes delicias de Marize Castro, la voracidad de la absenta verde en Iolanda Costa, los terremotos el aporte sensorial del piano hipnótico de Tori Amos, la guitarra conmovedora y la voz devastadora de PJ Harvey y, por último, la ciencia abismal y la llama convulsa de un alquimista llamado Floriano Martins.
ANDRÉIA CARVALHO GAVITA | Simbolismo, surrealismo, mitología, astrología, astronomía, ciencias naturales, ocultismo: son fuentes constantes para incitar mi proceso de escritura, a través de acrobacias de imágenes, invocaciones de símbolos, sugerencias pictóricas, rituales verbales y narrativas relacionadas con la vida silvestre, los estudios naturales y el psicoanálisis. Cito algunos autores que ejecutan los temas y movimientos abordados con excéntrica magnitud, mezclándolos en sus obras, y de los que siempre he leído libros, investigado artículos o contemplado pinturas: André Breton, Augusto dos Anjos, Carl Gustav Jung, Charles Baudelaire, Charles Darwin, Cruz e Sousa, Francisca Júlia, Herberto Helder, Isidore Ducasse, JK Huysmans, Leonora Carrington, Maria Gabriela Llansol, Marosa di Giorgio, Murilo Mendes, Natália Correia, Oscar Wilde, Remedios Varo, Roberto Piva, Sylvia Plath.
→ He notado que, especialmente en los poetas nacidos después de 1980, hay un renacimiento en el lirismo brasileño, que está tanto en la densidad de la escritura, en la definición de una voz propia, como en el sentido de una solidaridad explícita, sin que esto refleje la existencia de un movimiento. ¿Qué observa al respecto?
ROBERTA TOSTES DANIEL | Sí, veo un movimiento de renovación, basado en la solidaridad y el afecto, en la adquisición y el compartir de referencias que se engendran en la alteridad y en la frecuencia común. Como dijiste, no es un movimiento, sino un estar común. Estamos viviendo, creo, un momento particularmente fructífero en la poesía brasileña, con la vocalización de diferentes timbres, muchos, raros, inmensamente poderosos, lo que nos anima a seguir creando y conociendo. En él hay espacio para ese lirismo que renace con elementos contemporáneos.
ANNA APOLINÁRIO | Estoy feliz con esta creciente efervescencia de jóvenes poetas, por la excelencia de esta producción, comparto esta inmersión, mantengo un diálogo con estas nuevas voces, alimento el sentimiento de admiración, amistad y empatía, y creo en la renovación del lirismo brasileño, en el florecimiento de una lírica en sintonía con el surrealismo, basada en la exploración audaz de territorios y límites, en la reinvención del ejercicio poético en la alquimia soberana, en busca de la palabra incandescente que crea nuevos mundos, lenguajes, vidas, nuevas formas de amar.
ANDRÉIA CARVALHO GAVITA | Los poetas nacidos en la década de 1980 crecieron con la bendición caótica del advenimiento de Internet como rutina educativa y utilizan profusamente el medio digital como plataforma instantánea para la exhibición de sus creaciones. Además, fueron educados en una época que facilitó el acceso a fuentes de cualquier época o lugar del globo, lo que los capacitó para reunir mucho material de lectura o investigación y consecuente producción enriquecida por diferentes estilos y temáticas. Compartir la obra de otros poetas y asociarse a grupos creados para la difusión literaria amplía la repercusión de la causa que los une, la naturalización de la literatura como agente de conciencia social. El exceso de información, las opciones de entretenimiento y la interferencia de los medios digitales también modifican la metodología de sus construcciones, haciéndolas fragmentarias, espontáneas y militantes. Collages, recorridos y plataformas que dejarían electrizado a Mallarmé al darse cuenta de que la dicción moderna lleva en un solo texto una analogía a la legión de tipos y referencias que sugería su libro infinito. Así observo esta voz adulta, que hoy está en evidencia temporal, totalmente influenciada por los recortes del mundo digital e inmersa (casi perdida) en la profusión de voces que se intercambian, pero lo suficientemente alta como para salir de su anonimato, ya que utilizar herramientas tecnológicas para generar, exhibir y difundir sus creaciones.
1 ROBERTA TOSTES DANIEL | [la sensación del traje de buceo]
Me desperté ahora con la sensación del traje de buceo en mi cuerpo. En medio de la noche, para los que se agotaron temprano. Me sorprende la curva del tiempo que fluye desenredada mientras me visto con un traje de buceo para retener parte de esta inmersión. Duermo a través de ciclos de agotamiento. El insomnio y la inercia afectan las estructuras mentales, inaugurando delincuencias en signos y razones. La acidez en la boca dice que todos los poemas están fechados. De algo sale vapor y oscuridad. Desde sus ejes sintagmáticos, paradigmáticos. Deduzco que estos ejes no son conmutables. No hace falta hablar de fatalismo, sino de límite mágico. Devuelvo la maleta de cronopio. Lo que me importa, más que nada, es tu precariedad. Eternos que no acaban, dedos que se despliegan, cosidos. Porque son devenires y cristales, carnes emancipadas y cuerpos-buceadores. Escribo y llueve, ahora en mi celular, gracias a la app. Basta con escribir la palabra correcta y escucho sonidos del este. La palabra correcta en el poema fechado. La infantería del futuro poema. Un mushi, a mi lado, quizás al borde de su fatalidad para darme el lado oscuro de las revelaciones.
2 ANNA APOLINÁRIO | Un hombre desnudo se cepilla el pelo frente al espejo, emocionado por la reacción de su rostro a cada cepillado
El espejo es un diablo al acecho,
la desnudez inquieta del hombre en la noche secreta.
Hombre, este espectro, estrella vertiginosa,
vistiendo una máscara de carne, armadura voluptuosa
vascularizado en voracidad, ¿tendrá alma?
Gana y vanidad, su cabello se hincha en una lujuria brutal,
avanza contra el rostro alterado,
ondas negras satinadas,
alborotos y lascivia creciendo y creciendo y creciendo.
El sexo se hincha, la epifanía narcisista,
aleteo de párpados, sucesión de escalofríos,
trastornos cerebrovasculares periféricos,
labios, manos, espalda, pies, muslos, pezones,
gravedad de la pólvora, cortocircuito y fuego,
dedos, testículos, dentro de la cueva del oído,
con o sin aura, colapso del sistema vestibular,
la piel delira, regurgita un par de conflictos
y baña el suelo con una lluvia de vértigo.