Urbes de Humo
A mis amigos de las cantinas La cucaracha y el Morazán
Las ciudades, en que la gente se confunde con los autos
y la música es constante parpadeo
de voces, rumor de motores en incendio,
ahí donde la luz se niebla con el humo
de miles de obreros en sus fábricas,
son entrañables en si mismas.
Esas calles erguidas y orgullosas
con anuncios enormes y pasos peatonales
esconden,
a pesar de su olor alcantarilla
y su constante prisa laboral,
el secreto del vuelo si te adentras
más allá de sus luces,
en callejuelas escondidas
y en el silencio de sus parques,
encontrarás inevitable
las alas de los sueños
que te dan la libertad de anonimato
el ansia de existir
de encontrar entre su abismo la sonrisa
En medio de sus calles eres otro
eres el mismo desconocido de ti mismo.
Claustro de Santa Martha
Mi hábito son los valles de concreto
sé que el polvo no tiene sabor tierra
el polvo se detiene
es una nube gris
es la ceniza
del tiempo en la memoria.
Tengo prisa y el tiempo se dilata
el microbús
en cada esquina frena
el reloj avanza a ritmo de polvo
se cuela el aroma del pescado
central de abastos.
El reloj camina
avanza el micro unas calles
(te acuerdas de tu casa invadida de grillos
eres una cucaracha en el concreto
un espectro que mira el sol rumbo al trabajo
no te han llamado
te has quedado en la prisión de los escombros)
un enfrenón te arrastra hacia adelante
un grito seco
el chofer que seca su cara del hastío
ante el suicida de una moto,
arranca, se detiene
ya pronto llegas al valle de concreto
donde eres una estatua inamovible.
Después del hambre, Ed. Lágrimas de Circe, Argentina, 2017
No hay otra palabra que te nombre.
¡Ah! Pasas tan rápido, implacable,
que de pronto me veo a la distancia
caminando mis calles empedradas.
Qué cándido mi rostro y mis anhelos
creí en la igualdad
me reunía afuera de un convento
para hablar de guerras
escribí manifiestos
fui a marchas con la bandera de justicia
hablaba de ella como
se habla de una amiga.
Descubrí calles con sangre
mujeres bocaselladas
lavando sus cuerpos
con jazmines.
Creía en el corazón del hombre
inocente flor de loto.
Ahora un poco gris
zurzo mis cicatrices me remiendo
creo nuevamente
en ti humanidad
tiempo de olvido
me has cubierto de canas y alegrías.
Después del hambre, Ed. Lágrimas de Circe, Argentina, 2017
Espada del infierno
¿Con qué piel debo enfrentar los gritos del viento en mi cabeza?
no sé quien soy
desde la noche en que tomaron mi cuerpo para herirme
(a cuatro manos ulceraron mis ramas
a cuatro gritos lloré en la penumbra de sus rostros
en el silencio más recóndito del día
en el anonimato más insoportable
en la cobardía más limpia del escombro)
hice como si no pasara nada
y en mis ojos nació una nube
oscuridad continua
espada del infierno
acuchillándome constante
¿con qué piel debo limpiarme del romero
para recuperar el reflejo cristal de mis pupilas?
Paisaje sobre la seda. Verso Destierro, 2008.
Poemas del libro Halo del Alba.
Rendijas de la noche
I
Llegué a destiempo
parece una costumbre
arribar a los bosques donde las palomas se mudan .
II
Estás en la inconformidad que va surgiendo de tus sombras.
III
No sé qué es lo que me vuelve a mirarte y no pasar de largo.
Ese atardecer de vino y plática
es uno más uno menos
uno que nunca existió
es un crepúsculo que nos revuelca desde lo más certero de nosotros mismos.
Debería ser esa luz que de noche se arrincona en las plazas
tomarte por un día la mano desde siempre.
Viajar contigo jugar a las mañanas al inicio
al amanecer que no deja de llamar a mi puerta y darme los buenos días.
Acaso no escuchas el canto: caracol enredado llama en los muslos
o es sencillamente la fantasía de ser dos
y tenernos brazo abraso por las rendijas de los cuerpos
por las rendijas de una mañana siendo uno.
Albas de estudio
Encontrarlo en la calle, tomar camino al bar, luego al estudio. Llegar con la noche a cuestas, iniciar el diálogo de siempre, escuchar en silencio las gotas que caen del fregadero. Acercarme a su espalda, ir a la cama, la alfombra, la escalera; en donde todo se olvida hasta alcanzar el silencio de dos cuerpos.
Imágenes
Te dejo en los recuerdos de mi piel
en las estatuas de la noche
en el espejo.
Te estás yendo
y aunque la tarde se nubla
hay una sonrisa que esparce su veste
me aprisiona
deja
los despojos de tu piel en un retrato.
Le Petit Bar
A Valery Saint Germain
y a todos aquellos que llegan del norte de Canadá.
Mi voz se escucha desde las montañas
traigo la gaita en el alma
soy la mestiza de pelo negro
la de ojos grandes
esa que entra a tus oídos con tonada de blues.
Mírame. He bajado del frío para verte,
para hacerme de ti
de tus pequeños bares,
de tus entrañas
de tus calles afrancesadas,
de tus sótanos fríos
de tu vida nocturna.
Tómame completita
como si fuera el vino de tu copa,
el río,
la estación de metro,
un café de Tim Hortons.
Mírame de frente, escúchame,
déjame escuchar tu piel,
vengo de lejos como muchos,
vengo del norte y hablo inglés,
Montaña de Mont-Royal
ciudad de los sueños del artista,
Villa Marie,
me urge ser tuya,
una galería,
ser de tus bares
ser una voz del saxofón nocturno de tus calles.
Apuntes de viaje. Praxis, 2012.
Isolda Dosamantes (Tlaxcala, 1969). Poeta y académica. Es maestra en Creación y Apreciación Literaria (Casa LAMM), especialista en Literatura Mexicana (UAM) y el Diplomado en Creación Literaria (SOGEM).
Entre sus libros destacan: Después del hambre, Argentina, Lágrimas de Circe, 2017 (Premio Internacional de Poesía, Hacía Ítaca 2017), Apuntes de Viaje, México, PRAXIS, 2012 (Premio de Poesía Editorial Praxis 2011); Paisaje sobre la seda, México, Verso destierro, 2008 (Juegos Florales Nacionales de Guaymas, Sonora) y Altura Lustral. Sinaloa, UAS, 2000. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, chino y portugués; así como publicada en antologías, periódicos y revistas nacionales e internacionales. Actualmente es Directora de la Galería Casa de la Nube, donde además imparte su taller de poesía.