Por Ricardo Sausnavar
Desde el primer día que sobre sangre y huesos algunos llegaron
y decidieron que este montón de materia se llamaría México
México ya estaba desapareciendo.
Desde el primer día en que se inventaron las palabras
y luego los gritos, los poemas, las canciones,
el libro, los panfletos, la radio,
los programa de t.v,
el internet,
no han dejado de ser éstos
tarde o temprano
herramientas cooptadas por el poder.
Para invisibilizar, idiotizar, confundir, ocultar,
mentir, reprender,
vender algo.
Y sólo algunas canciones,
ondas de radio, blogs de internet,
han podido resistir un poco,
y han dicho
que de alguna u otra forma
lo han notado:
Que México desde que es México no ha dejado nunca de desaparecer.
Hace frío.
Siempre ha hecho frío.
Y las últimas teorías de la biología
afirman que no hay esperanza,
que es mucho más probable extinguirse
que evolucionar.
Por lo que tanta injusticia y depredación
(de los niños, las mujeres, los ancianos,
los recurso naturales,
el amor, las trabajadoras en huelga,
las minorías raciales)
no podría ser
sino
nuestro destino eterno.
La biología reciente,
en la teoría de la neotenia, también dice
que, sin embargo, de alguna forma
somos todos niños para siempre.
Que nacimos de un pasadizo evolutivo inexplicable
que nos encerró por siempre
en la instancia revolucionaria
del crecimiento.
En la incontenible capacidad para aprender
e imaginar
hasta el último día.
Aunque pareciera que sucede a diario,
y que cada vez nos tienen más entre sus manos,
nuestros sueños nunca serán institucionalizados.
Voy a decirlo claro:
En México reina la muerte
Y cada segundo de esta oligarquía en el poder
es una reafirmación de ello.
La poesía es un acto callejero condenado a la desaparición.
No la usemos para limpiar la imagen de nadie.
Antes de que todas las señales de comunicación se detengan
México deberá castigar a los responsables de sus crímenes,
y dejar una vez más
como en todos los segundos
que México siga desapareciendo,
pero quizá ahora dar por fin paso
a la justicia.
Aunque la muerte no tenga fin.