Animales seniles V
Al cuerpo de Andrea
Envuelta en el cristal
del vítreo y quebradizo ataúd
húmeda te encuentras
para que nadie te empañe
de sus gruesas pupilas
de lascivos ancianos
Animales seniles V
Al cuerpo de Andrea
Envuelta en el cristal
del vítreo y quebradizo ataúd
húmeda te encuentras
para que nadie te empañe
de sus gruesas pupilas
de lascivos ancianos
de pómulos resecos
rodeas tu cuerpo
con ramilletes de encarnadas gardenias
que aroman con el perfume
de un animal negro y yerto
carne de cera
tu mano
que curvada y elástica
te arropa
el lánguido pudor de la cara
la ceniza
pelusa en tus pestañas
indicios de la tierra
donde tus ojos fueron sepultados
pausa el tiempo
te germinan ángeles antiguos
también velludos gatos enroscados
que retorciéndose levemente
se estremecen
bajo las satinadas mantas
En este matraz ornamental
no te quebranta el dolor de las caricias
ni el desgaste por el tacto
La mordedura de la boca
carna otros labios
que develan de la muerte
su nítido e invisible significado
El derrame
de tu cabello
embadurna
de sombra
el descenso
hacia los pies
minúsculos pequeños
y atrofiados
Nacer bajo las gasas del luto
ondularse inmune
al daño
al tedio
al espanto
y laxa al fin
no florecer más
en los jardines
agria
seda
desvaneciéndote
Del libro:
Animales seniles, Editorial Andrógino / Verso Destierro, México, 2005. (Edición agotada)
El tableteo de la sátira
I
Suelto cabriolas desgreñadas
sobre las alfombras del paisaje
arqueo mi cuerpo
rodeado de ciruelas, crisantemos
un morado de flores resecas
y el mordaz sabor de los arándanos
busco camorra
salto
arranco cerezas
desangro ramos
en el vello de la tierra
crecen dedos suculentos
los corto de un tajo
caen los dedos
y aún en el suelo
se agitan
con el ahogo del llanto
troncho los fetos recién florecen
mato los pájaros
II
Jadea el viento
se inflaman las mareas
el mar mortecino
se moldea en azulado abismo
suelo comerme las sirenas
sirenas rojas enroscadas en las costa
de escamas sombrías como las ojeras
las arrastro lejos de la cueva de los sátiros
al vapor negro de las sombras
donde el musgo es
de mojado tabaco
se desangrarán docenas de ellas
quedarán secas
disecadas por el viento
condenadas a quebrarse
al quebranto sobre la sucia tierra
III
Yo la pequeña y dulce cara de niño
soy la dama de espesas crines
una cabeza en la ventana
de carne y pelos
la miel de la piedra soy
el sátiro
y la vellosidad hiriente
de todos ellos
el vaivén de los perros sobre las caderas
los lengüetazos
perros y sus testículos golpeando
entre las patas
aún no hay música para mi canto
aún no hay flores para mi boca
ni laúd ni ocarina ni arpa
soy un violín de gruñidos oxidados
creo en el silencio
vivir bajo el tablero
en espera de la nueva guerra
IV
Se descarna la mañana
y de pronto me encuentro sin memoria
sólo oro quemado
ante las arrugas del cielo
se me rompen los pasos
como las tostadas hojas
de los árboles muertos
nada sabrán sobre mí
no sabrá nadie sobre mi sexo
aunque todos lo conocieron
en esta tierra manchada con el excremento
de las moscas
Todo lo borra el tiempo
ni el dolor se salva
todo lo que olvidamos
nos hace existir menos
todo lo que se olvida
nos hace existir menos
menos soy
cuando menos recuerdo
soy menos
cuando menos recuerdos tengo
no recuerdo soy menos
no recuerdo
Todo lo que fui se esconde bajo las hojas
Del libro:
Enroque de flanco indistinto, Mezcalero Brother’s, México, 2006.
(Poemario sobre ajedrez. Edición agotada).
Cadáver con ciruelas sobre un lienzo azul
Al que sabe caminar en el frío.
Vibrante
—vibrante humo hierve
índigo azula en las calderas
balcones con herrajes
entre pasillos paredes desteñidas
mojados pasadizos
por escalerillas y desvanes
vibrante azul
en las grasas crenchas
de esta ciudad.
No piensa
es sólo humo vibrante
hidratando los hermosos harapos de la pobreza
sobre los delicados cuerpos del hambre
azulaba
azulaba
entre el polvillo de los libros
las espadas
metal y sangre, todo Eterno se hace polvo
no hay camino oculto
tenemos hambre
en nuestras bocas
son plegarias los insultos,
los silencios son piedad.
Azuloso vibrátil
el humor que cristaliza
dentro de las casas rotas
donde se amortajan
feroces, los amantes de lo feo
tremendistas los malditos, las amargas.
Somos otros, con los efectos de la mugre,
un desgarre de lienzos polvorientos.
Será que sólo vemos hacia abajo, como los muertos
sólo nos es permitido mirar hacia atrás.
Azula
—todo azula en plena descomposición
la miseria, en los labios sabe a centavo
a cobre azul
a pan azul y fría anestesia
medio rostro dormido
para reconocer que somos otros
con los rasgos de la anemia, somos otros
pero hermosos, frágiles (como las naranjas
que azulan sus óxidos) para la inquietante belleza del hambre,
soles muertos del invierno, pulpa de cadáveres
moliéndose
—sobre estos ferrosos techados—
nieve de azulada sal
nieva azulada sal.
(Ciudad de México, invierno de 2008.)
Del libro:
Los rituales de la tristeza, Rojo Siena, México, 2013. (Por aparecer).
Pellet de cerdo entre las flores
Quién sabe hasta qué grado
Uno puede entregar un hijo
al arco de la noche.
Quién sabe cuánto pueda llorar un padre
la muerte de su hijo
en la oscura llamada de una noche.
Sólo (tal vez) lo sabe la piedra
enterrada húmeda
dentro de los húmedos bosques.
Sólo en la tierra lo sabe una madre,
apretando sus manos
dentro del agua en el oscuro bosque.
Quién sabe lo qué es el llanto si llueve.
Quién sabe lo que significa un hijo de agua
cuando el cristal gota salpica entre las flores,
marca de sangre que se aclara si llueve.
Qué pasa cuando el mirar del ojo
cruza por el arillo la espira
del rabo de un cerdo entre los musgos,
lechón sobre la piedra,
en medio de las flores blancas
y rojas
de la negrura de un bosque
que es la madre
tierra blanda por el llanto incontenible
que significa la muerte de un hijo y su idea.
Qué significa.
Que da significado.
Del libro:
Los rituales de la tristeza, Rojo Siena, México, 2013. (Por aparecer).