Piola
Enrique Winter
LP5 Editora, 2020
Abre la caja y la cree vacía
sin saber que al abrir la llena
con su olor.
Igual inquietud desconcierta a turistas, secuestrados, prófugos y amantes antes de entrar por primera vez a una habitación cerrada. Esto también sucede con los libros, en mayor medida cuando se trata de poesía, porque en esta el vínculo entre escritura y lector exige ser más intensa y cómplice; olfateando lentamente con la cautela de quien toca.
Piola , la reciente publicación, en formato digital, del poeta chileno Enrique Winter (1982), se nos abre como una posibilidad de desplazamiento dentro de la ciudad clausurada. Esta resistencia se estructura sobre un imaginario dual que señala una puerta habitable donde los poemas, es decir lo escrito y su sentido, se materializan como un sistema orgánico y funcional; ambivalente y complementario. Una arquitectura escrita desde este lado de la manilla, de manera experiencial y tangible: Olor y nariz una sola cosa / un solo color nariz y brebaje.
Durante la lectura, se alcanza por tramos la ambigua y frágil certeza de estar en un hogar compartido y, al mismo cuerpo, en una pieza de motel parejero; dentro de esa Habitación doble sin referencias ni diferencia de transcurso, acotados por definición a un “no lugar” donde alguien Empezó a reducir su vida en cajas / y no eran muchas.
En esta decoración significante, bañados en una misma «agua discursiva», la guarida doméstica y un encuentro sexual efímero, comparten sus propiedades y características «virtuales»: a contraluz esferas de las que salen patas piernas brazos. Esa parece ser la percepción que este sujeto doble tiene de sí: con la mitad cubierta de la cara / continúa una sombra no es la suya.
El resultado es la proyección de un boceto sobreviviente, en donde los residentes tienen la posibilidad de elegir su silueta, de exhibirse por rutina en la pared del techo o sobre el telón intuitivo de lo que afuera podría acontecer: fragantes espejos el cofre de ahorros para el viaje
En Piola , la sucesión de elementos y sentidos va fluyendo hasta adquirir rapidez, como táctica desalojada y simbólica para “evadir la normalidad”. Aquí, la ilación de objetos, parásitos y voces constituye el impulso que, mediante aceleradas repentinas y virajes contra el tránsito, parece rebasar la respiración, la posición exacta que ocupa el lector y sus expectativas.
De este modo, la mirada plural se adelanta sorpresivamente entre las sábanas, de un verso a otro, con lo esencial necesario para la estadía; protagonizando una estimulante y espectacular encerrona de imágenes, lenguaje y observación, como si al dar el paso siguiente nos esperaran los hoyos hechos para pies más grandes , pero sin olvidar que, en poesía, llamamos a las cosas por su material:
el librero con cremas
y los libros por el piso las figuras del alféizar y las blusas al sillón cama
le faltan las sábanas a la ventana las cortinas persas del clóset esconden
los zapatos y al de la habitación de arriba en pisos de estacionamientos
Esta vigorosa anticipación, equivale a una carrera de atletismo en que el ojo que habla, va siempre un latido adelante, materializando paisajes y personajes; donde permanecen en inminente desequilibrio la memoria, el presente, los encuentros, la despedida: alguien que en las vitrinas mire si aún lo siguen // de tanto huir se encontrará con quienes huyen.
Winter logra con este poemario un intenso resplandor textual, disparando su poderoso flash subjetivo en la opacidad interior del escenario urbano «puertas adentro», construido donde un árbol de pascua es posible / por la perspectiva del ojo ; pero poblado en simultáneo desde el afuera, cuando el sol deja mi piel como los muros / de las piezas que arrendaba. // y el ojo al fin distingue los grises de una vida gris / cuya belleza no es televisable.
En Piola , Enrique Winter logra establecer con afilada belleza la consolidación de una escritura que se instala en el vórtice del confinamiento activo, implementando una geografía estética de diseño propio, que intenta diluir las pausas rituales entre la tribu y el extrañamiento. En una situación de convivencia coherente que el texto consigue legitimar; dejando claro que Uno solo sostiene lo que suelta , mientras, en el vidrio de la ventana ella da la espalda al escenario / y me busca entre el público.
No cabe duda de que esta nueva producción “no pasará Piola” en la pantalla poética, colectiva y privada, actualmente en exhibición.
Santiago-Chile, enero de 2021
Piola : Cordel o cuerda delgada, típicamente usada para amarrar ( encerrar ) pequeños paquetes.
Pasar piola : Callado, tranquilo, hacer algo sin que se note, en calma, pasar desapercibido.
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Poemas de Piola
DOS LAS PERSONAS
la mano de una es una araña
y en la cabeza de la otra teje
bien despacito
la telaraña de su pelo
el vello de los brazos y los muslos
la polilla es la piel que atrapa
con la lengua
un hombre bajo una mujer también son una araña
cuando no cada uno y con ella cantando
o de comentarista de los momentos previos las aceitunas
son ojos y en el velador echados a las hormigas
pueden ser esa hormiga ahora las dos personas del comienzo
las mismas de después que acunaron sus lenguas
a contraluz esferas de las que salen patas piernas brazos
o incluso una larva de la cuarta generación de mariposas
arriba para el día de los muertos
porque muertas están la mayoría
de las que en grupos emigraron norte
con las medias caladas noche y carne
no saben teclas apretaron
Actualizaciones no se mueven juntas como vértebras
o dedos en los lóbulos
y párpados cerrados del saxofón
como cuerdas del piano el pelo húmedo
por mientras nada más
sobre esta colcha
cuesco para los ojos de aceituna
vértebras y amanece
arañas suben los parlantes hormigas en el contrabajo
ella sentada dos hoyitos en la espalda y las cuatro trenzas
entre jaleros que hablan sobre jale
la segunda persona piensa en
la buganvilia y el ciruelo
en la primera de paseo por el parque percuten
amor sin plástico larva la oruga y alas
los pies pisándolas latidos perdices y bocinas
en telarañas de autos cruzan
bronces cerca de ahí están las cuerdas
de la nuca y la espalda
abiertas las vocales
en las bocas cerradas no entran moscas
cuando la certidumbre toma aire y emigra
la mayoría emigra por la noche
en que dos mariposas son de nuevo una
sus cuerdas apretadas como pasta oriental
instantánea la vibración de quienes
no pueden encontrarse como si no se conocieran
todos se oyeron desde antes
en otras cuerdas flojas los funámbulos
ya falta de un lugar tampoco
habrá un lugar común
las aceitunas son los ojos
UNA HABITACIÓN
otra abajo llena de cajitas de madera o metal y un aro
cuelga collares una idea y aros también un gancho con pañuelos
caen las
boas serpentinas cinturones de los palos en cruz a un reguero de baúles
y fragantes espejos el cofre de ahorros para el viaje
café en tazón calzones
negros por la regla las manos ordenan el cabello de peluquería sábado de
boda y bata roja sobre las chaquetas y sobre el corvo de la silla dobladas
como suplementos de un diario que no llega
la puerta caoba con pestillo
una mesa con el antiguo computador también las fotos y los recortes
de teatro en los muros y del tatuaje de estrellas
por el sostén y su relleno
cambia de calzones y suspiros del cajón caen otros los mira por ambos
lados se calza uno hasta el ombligo de hoz baila al ponerse colonia pantis
el trípode con la cámara de fotos o de video
comenta que con ese abrigo
y esas medias color carne va a parecer judía y se pone una licra nosotros
los borincanos llamamos a las cosas por su material
el librero con cremas
y los libros por el piso las figuras del alféizar y las blusas al sillón cama
le faltan las sábanas a la ventana las cortinas persas del clóset esconden
los zapatos y al de la habitación de arriba en pisos de estacionamientos
LOS FOCOS DE LA CALLE ADORNAN
el ficus del departamento
un árbol de pascua es posible
por la perspectiva del ojo
de las hojas se escapa el verde
cuando les entra el marco blanco
donde es expuesto por su madre
y lo único nuevo es su ausencia
por la acumulación de fotos
y porque apenas pide riego
una vegetación con bordes
la evidencia de quien no fue
los amenazantes sonrientes
DIEZ POLINÉSICAS DE EDAD MEDIANA ACAMPAN SOLAS UNA VEZ AL AÑO
imitan el paisaje con diez cuerpos
te quiero porque sé que puedo irme
una contempla el horizonte sentada en una lavadora
viene de hablar con el asesino de su hijo
otra va rumbo a la boletería del tren no sabe si comprar asientos
mirando hacia delante para que los árboles se le acerquen
o hacia atrás para alejarse de su casa
el vecindario vencido
recuerda un disco línea por línea lo tararea
trece años sin escucharlo mientras hace memoria para encontrar las llaves
el pacto de los perros con los obreros ferroviarios
trae a los perros a las vías solo tras la puesta de sol
la tiene en sus rodillas y no parece su padre
es cierto me la paso durmiendo
pero solo te apareces cuando
es cierto las ventanas están abiertas
pero cómo saltar con estos mosquiteros
todos los trenes chocan
elije uno en el cruce al cual seguir como a un muchacho en el mercado
el bosque se le cae a un pozo de yeso y lo seca al tobillo
mientras otra de las diez dibuja el cementerio de mascotas de su lote
el viento impide abrir los ojos
gira y el sol es quien no deja
en la línea del tren las niñas juegan a dar vuelta un neumático
Sudán como sus madres
la última corre sobre un puente los pequeños pechos parecieran
salirse del vestido a flores trae su examen ya lo lejos
Colección Poesía para descargar:
Piola , Enrique Winter
Enrique Winter (Chile, 1982) es autor de los poemarios Atar las naves , Rascacielos , Guía de despacho y Lengua de señas , de la novela Las bolsas de basura y del álbum Agua en polvo , publicado en once países y cuatro idiomas. Traductor de libros de Dickinson, Chesterton, Larkin, Howe y Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros.
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